El 10 de marzo de 1952 repercutió con fuerza en la historia de Cuba y Sancti Spíritus como acontecimiento maligno que incrementó la lucha del pueblo cubano por la definitiva independencia
Bien se lo había advertido al entonces presidente Carlos Prío su jefe de inteligencia de Palacio, y el coronel Rubén de León, jefe de la Casa Militar: El expresidente Fulgencio Batista está conspirando para dar un golpe de estado y tiene conocidos seguidores entre los cuerpos armados; un putsch castrense es de esperar en cualquier momento.
Pero el mandatario hizo caso omiso a aquellos llamados de alerta y pagó caro su desidia. En la madrugada del lunes 10 de marzo de 1952, dos automóviles ocupados por complotados encabezados por el sargento devenido general salieron de una finca de Arroyo Naranjo poco después de las 2:00 a.m. y se dirigieron al campamento militar de Columbia.
Allí todo estaba bien planificado, así que cuando por fin traspusieron la garita por la Posta 4, los recibió el capitán Dámaso Sogo, miembro prominente del grupo de complotados, quien expresó: “General, vamos hacia la Jefatura del Regimiento 6, donde lo esperan los demás miembros de la Junta Militar Revolucionaria”.
Minutos más tarde, aquella cofradía de politiqueros civiles y militares golpistas ovacionaba al “hombre fuerte de Cuba” y comenzaba el chequeo de la marcha de la sedición en mandos y guarniciones de La Habana y otras partes del país.
REACCIÓN EN SANCTI SPÍRITUS
La noticia del madrugonazo batistiano cayó en Sancti Spíritus como el clásico balde de agua fría. El régimen podrido de Carlos Prío ni siquiera había intentado defender su mandato a pesar de contar con el apoyo estudiantil y, en un primer momento, el de los regimientos Goicuría, de Matanzas y Guillermón Moncada, de Santiago de Cuba. Ahora la oposición a los golpistas corría de la mano del pueblo.
Y el pueblo reaccionó con violencia. En Sancti Spíritus, las formaciones del estudiantado revolucionario y otras de carácter cívico se manifestaron por distintas vías en contra del alevoso cuartelazo. El Movimiento Obrero, pese al entreguismo de Eusebio Mujal y compañía al frente de la CTK, se volcó a la lucha, combinando las demandas económicas con las políticas.
Ese propio día se iniciaron huelgas obreras en los centrales Jatibonico —hoy Uruguay— y el fomentense Escambray, mientras en Taguasco el sector tabacalero colapsaba de momento en virtud del paro y en Trinidad miles de octavillas contra el régimen echaban a volar sobre sus calles centenarias.
Como un adelanto de lo que estaba por venir, en el Instituto de Segunda Enseñanza de Sancti Spíritus se produjo un importante acto de repudio, en el cual conocidos líderes estudiantiles y obreros arengaron a los presentes contra Batista y su última canallada.
RECUERDOS DE UN PARTICIPANTE
Garelí Méndez, entonces activo dirigente estudiantil, recuerda que el propio 10 de marzo de 1952 se sumó al movimiento de repudio al golpe y que esa tarde, mientras sus compañeros del quinto año de bachillerato iban en manifestación al Escuadrón 38 del Ejército en la ciudad, él leía en la emisora local un manifiesto de condena a la dictadura que se imponía.
“Casi de inmediato, evoca, empezaron las huelgas estudiantiles en Sancti Spíritus, como la del 13 de marzo con motivo de la muerte del estudiante Rubén Batista, muerto en una manifestación de repudio al dictador por parte de la Alma Máter habanera y la gran marcha del 28 de enero de 1953, por el centenario del natalicio del Apóstol.
“Ya no pasó un día —señala el viejo combatiente— en que los revolucionarios espirituanos y en primer lugar los estudiantes, no hiciéramos alguna acción, por pequeña que fuera, para derribar aquel régimen tiránico que se mantuvo en el poder a sangre y fuego durante siete años interminables, hasta el alba victoriosa del primero de enero de 1959”.
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