El V Festival de la décima Toda luz y toda mía contó con la participación de poetas, escritores e investigadores de La Habana, Camagüey, Las Tunas, Argentina y Sancti Spíritus
Cuando la guitarra rasgó sus primeros acordes ya el patio de Jacinta estaba casi lleno. Desde mucho antes, sus recodos se habían acomodado para disfrutar de un convite que prometía un enfrentamiento campal entre dos bandos: el rojo y el azul.
El más atrevido lanzó como ráfaga las primeras palabras, que su adversario, sin pereza, aguantó con vocablos en rima y devolvió para que el zafarrancho poético se calentara minuto a minuto y despabilara la madrugada.
No todo el mundo entendió la velocidad de las respuestas de uno u otro protagonista. Mas, sí admiraron la elegancia, distinción y maestría de aquellos hombres que coronaron como verdadera joya identitaria a la décima y el verso improvisado.
Y aunque lo sucedido en la casa de Jacinta tiene tantos años como esa manifestación cultural, aún hoy son escasas las personas que no voltean la cabeza cuando un poeta lanza al viento estrofas picantes, tiernas o con desilusión.
Ejemplo de ello fueron las jornadas vividas en Sancti Spíritus durante la realización del V Festival de la décima Toda luz y toda mía, donde se logró articular esa manifestación cultural con otras expresiones e instituciones que con una mirada rápida pudieran parecer divorciadas.
Dedicado en esta ocasión al aniversario 50 del Museo de Arte Colonial y a las canciones y rondas infantiles, el evento contó con la participación de poetas, escritores e investigadores de La Habana, Camagüey, Las Tunas, Argentina y la provincia sede, quienes se sumaron a un diverso programa que les permitió intercambiar y palpar con sus propias manos el arraigo que en esta tierra tiene la estrofa de 10 versos octosílabos.
“Eso siempre lo ha logrado este festival y creo que es su mayor valor, porque la décima no es una sola cosa, sino la relación con el resto de los elementos que también conforman nuestra identidad”, dijo Luis Paz Esquivel (Papillo), director del Centro Iberoamericano de la décima y el verso improvisado.
Y es que Toda luz… como proyecto desde su surgimiento ha logrado colocarse en la primera línea de un terreno común a todos los territorios del país. ¿Su estrategia? La constancia de un trabajo sostenido que busca introducirse en las generaciones más jóvenes y diversidad de espacios.
“Su aparición cristalizó un sueño de años porque por aquí fue uno de los primeros lugares por donde entró la décima por la vía oral. Ya hoy contamos con más de 10 agrupaciones que desde la escritura defienden esa expresión. Es una brigada cultural que con su lema: Diferente cada mes, propician su disfrute pleno”, opinó Pedro Péglez González, presidente del grupo Ala Décima.
A juicio de la argentina Teresita M. Saint Esteben, esta propuesta espirituana es una experiencia que recomendará al regresar a su país. “Me he dado cuenta de la fraternidad entre los creadores y cómo sienten con fuerza esa pasión por sus creaciones. Eso es digno de admirar”, añadió.
Si de décima se trata, la alegría de los guateques también se constató durante la visita a la Cooperativa de Créditos y Servicios Ventura Guerra, de Arroyo Blanco, y hasta el mismísimo patio del Museo de Arte Colonial.
Uno de los momentos más especiales del festival fue, sin dudas, la entrega de los premios del VI Concurso Nacional de décima escrita Toda luz y toda mía, que confirió varios lauros colaterales y menciones.
El galardón principal fue a las manos de la escritora habanera Luisa Oneida Landin Ramos con su obra Pan nuestro de lo inasible, que fue evaluada por el jurado como un texto integral.
“Este premio es el respeto hacia mis amigos escritores, lectores y hacia mí, por supuesto. En sus estrofas encontrarán que las personas, aunque se alejen de su entorno, llevan consigo todas sus vivencias, sus marcas y circunstancias”, aclaró, quien además incursiona en el verso libre y la prosa literaria.
Como rasgo identitario de esta VI edición, el Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en Sancti Spíritus entregó una mención honorífica a la yayabera Brígida Lorenzo, de 99 años, quien se mantiene lúcida para crear.
Antes de la despedida del festival se confirmó la valía y salud de la décima, la cual, como considera Péglez González, se parece a cada territorio y público, por lo que la calidad siempre debe ser la máxima cuando se aspire a rozar su agudísimo filo.
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