Lo que empezó como un juego de pelota entre Camagüey y Sancti Spíritus terminó en un desordenado ring de boxeo
Aunque la lluvia hizo acto de presencia en tierra espirituana en la tarde de este lunes, no fue la causante del desenlace del partido entre Sancti Spíritus y Camagüey, el último de la subserie de cuatro entre ambas novenas como parte de la Cuarta Serie Nacional Sub 23.
En cualquier caso el juego del José Antonio Huelga se decidió por una gran bronca entre los jugadores de ambos equipos con el partido a la altura del séptimo capítulo, 15-6 a favor de los visitantes, con tres jonrones incluidos.
¿Que cómo un encuentro con tamaña desproporción provocó una riña tumultuaria de bates volando por el aire, piñazos al por mayor y hasta una herida de tres puntos provocada por un casco en el rostro de uno de los jugadores espirituanos? Trataré de explicar.
Al parecer el cuadrangular de Danny Luaces tan temprano como en el segundo capítulo para empatar el partido a una, sembró la mala simiente. Poco a poco y sin que los árbitros actuantes parecieran advertirlo, ni tampoco los cuerpos de dirección de ambos conjuntos, comenzaron caldearse los ánimos, al mejor estilo callejero cuando se cobran venganzas.
Y llegó lo que usted ya sabe que viene cuando en un partido se forma el “dale al que no te dio” y el deadball y otras artimañas “sin estadísticas” vienen a resolver lo que el verdadero béisbol no puede por los cauces del juego sano.
En ese mismo inning llegó el primer pelotazo, de los ocho que se dieron en el encuentro a razón de tres por Camagüey y cinco por Sancti Spiritus.
A partir del cuarto capítulo entre pelotazos, errores, toques y robos de base sin mucha justificación, encontronazos… en el “Huelga” se jugó de todo, excepto pelota y buenas prácticas. Sobre el terreno apareció una especie de “chacaleo manigüero”, que según dicen, siempre ha existido en la pelota cuando un equipo pretende desmoralizar al otro, más allá de un marcador desequilibrado y el contrario responde a la supuesta provocación con impotencia, aunque no se recuerda ningún partido con tal desenlace.
En la séptima entrada llegó la última gota que colmó la copa de la indisciplina, cuando los bates y los casos se desenfundaron, no justamente para jugar.
Así las cosas, fueron expulsados al instante 16 integrantes del equipo de Sancti Spíritus y 18 de Camagüey. Como consecuencia de tal desenfreno el partido se decidió por forfeit en contra de ambos elencos, pues la cantidad de suspensiones los dejó sin la cantidad reglamentada de jugadores (al menos diez con los lanzadores) para concluir un partido.
Hasta aquí los hechos que Escambray reconstruyó por la grabación de celulares de los pocos aficionados que asistieron al “Huelga” y testimonios de testigos oculares, incluido el comisario de la Comisión Nacional de Béisbol, quien adelantó que además de las expulsiones, la máxima dirección del deporte evalúa la aplicación de medidas más severas en dependencia del grado de responsabilidad y participación de cada uno de los involucrados.
Por lo pronto, este lunes en el José Antonio Huelga hubo tres perdedores: Sancti Spíritus, Camagüey y el béisbol cubano. Si las consecuencias no fueron peores fue por la actuación de las autoridades deportivas presentes en el estadio que lograron, no con poco trabajo, sofocar la reyerta de grandes proporciones. También porque como es habitual, no había mucho público.
Queda claro que a los árbitros se les fue de las manos un partido que en realidad, nunca tuvieron en ellas. Tampoco ninguno de los cuerpos técnicos de los dos equipos tuvo capacidad para controlar a sus propios atletas desde el instante mismo en que sobre el Huelga se veía sobrevenir el nubarrón de indisciplinas y ¿delitos?
Si algo le faltaba a esta Serie Sub 23 para sumar otra raya a su lista de calamidades por su bajo perfil como espectáculo era justamente un hecho lamentable como este. El béisbol cubano se corroe por estos actos violentos, hijos de una cadena de varios eslabones con proyección en la propia Serie Nacional.
Es un asunto que llueve sobre mojado. Este mismo estadio vivió una bronca similar en medio de un play off entre Sancti Spíritus e Industriales cuando un deadball mal tirado a Lisván Correa provocó una riña tumultuaria generalizada. Otras indisciplinas han dejado heridos graves, estrellones al estilo del judo y otras puestas en escena que han involucrado a managers y peloteros.
Pero casi siempre, para no ser absoluta, detrás de una “buena bronca”, ha venido una buena mano pasada “desde arriba” con medidas cosméticas que por lo general terminan coartando las sanciones porque se entiende que el agresor, ya se portó bien y hasta algún que otro manager ha sido “premiado” con la dirección del “Cuba” luego de una “bronquita menor”.
Quizás estemos esperando a que ocurra una hecatombe mayor, tanto como un muerto en medio de un estadio, que ojalá nunca ocurra, ni siquiera como lección para enrutar la disciplina por sus verdaderos cauces.
¿Qué tipo de valores inculcamos en los atletas cuando un simple juego para disfrutar y dar placer termina como una valla de gallos o un ring de boxeo? ¿Por qué ninguno de los involucrados midió las consecuencias para cada equipo, aun con opciones de clasificación? ¿Podrá el béisbol cubano sanearse de sus propias heridas? Ojalá lleguen primero las respuestas, antes que la sangre al río… o al béisbol.
Por que no aprovechamos la agreasividad de estos peloteros y los reciclamos a boxeadores:El beisbol no perderia gran cosa.