Sin economía no hay cultura… y viceversa

Asumir la cultura como la división fragmentada de las manifestaciones artísticas es una posición tan obsoleta como una máquina de escribir en pleno siglo XXI. Ese complejo e integrador proceso es vital en el acompañamiento y respaldo de gestiones tan complicadas como las económicas, según trascendió en el XVIII Taller

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El debate giró en torno a los desafíos de la relación entre cultura y economía. (Foto: Lisandra Gómez/ Escambray)

Asumir la cultura como la división fragmentada de las manifestaciones artísticas es una posición tan obsoleta como una máquina de escribir en pleno siglo XXI. Ese complejo e integrador proceso es vital en el acompañamiento y respaldo de gestiones tan complicadas como las económicas, según trascendió en el XVIII Taller de Intercambio de Experiencias de la región central del país del Centro de Intercambio y Referencias-Iniciativas Comunitarias (CIERIC), que tuvo como sede la Casa de la Guayabera de Sancti Spíritus.

 

Resaltan impacto de los proyectos comunitarios en Cuba

Con la asistencia de 46 participantes y 12 proyectos, aplatanados en las cuatros provincias centrales, la cita confirmó la necesidad de transformar formas de actuar y pensamientos: “Hay muchos potenciales culturales en las comunidades que se pueden poner en función del desarrollo de la comunidad, localidad y territorio”.

Tal máxima se ha convertido en estandarte para Tania Reina Just, coordinadora de la estrategia de capacitación y gestión del conocimiento del CIERIC, quien asegura que la realización de esos espacios de intercambio busca analizar y evaluar el impacto que tienen en Cuba los proyectos comunitarios, sobre todo, en la formación de ciudadanos comprometidos con el desarrollo y el bienestar de su entorno.

Por ello, luego de tres jornadas de intensas capacitaciones y diálogos, se constató cómo hoy el quehacer de esos grupos comunitarios con incidencia directa en la cultura contribuyen al desarrollo del modelo económico y social del país, principalmente porque cada una de esas propuestas confirmaron que son prácticas que defienden nuestra identidad, apuestan por la cohesión social y por la comprensión de problemáticas que se relacionan con conductas y tributan de forma directa a la política cultural de la Revolución.

“Los proyectos comunitarios están cubriendo una zona importante de la realidad nacional y, por tanto, merecen todo el apoyo, toda la atención y todos los espacios necesarios para que se sientan estimulados y acompañados”, consideró Rigoberto Fabelo Pérez, director de la organización que auspició la cita.

No obstante, los diálogos de los 12 proyectos finalistas —de los 38 que se presentaron a la convocatoria— delataron que encuentran muchos tropiezos para obtener los resultados anhelados.

“Estamos convocados a mirar de una manera diferente lo que pasa porque el contexto ha cambiado y no los podemos acompañar con los mismos métodos, enfoques y estilos de hace 10 años”, agregó el directivo, a quien le preocupan los vacíos que aún a nivel institucional y gubernamental existen para respaldar estos proyectos comunitarios.

A su juicio, esa falta de visión está relacionada con la inestabilidad de cuadros y técnicos en el sector cultural y los cambios que cada cierto tiempo se generan como propios del proceso gubernamental del país.

Mas, Reina Just alertó que la nación posee un fuerte potencial para revertir esa incomprensión de las nuevas formas de hacer desde la cultura y es con las universidades, donde se fusiona tanto el recurso humano como el material para realizar investigaciones y poner en práctica ese vínculo estrecho entre la academia y la comunidad en busca de una transformación integral.

“Así —añadió—, mediante sus labores extensionistas descubren fuentes inagotables con actores sociales que de una forma endógena apuestan por el cambio en los diferentes espacios.

“De esa forma, las universidades reciben otras miradas porque se ponen en función del desarrollo de la comunidad donde están enclavadas; dirigen sus estudios a varias temáticas como el cuidado del medio ambiente e implementan proyectos de gestión que hacen sostenibles los procesos culturales”, explicó.

En el encuentro una vez más se corroboró que el acompañamiento estatal no debe ser entendido como la entrega de recursos financieros, sino como la asistencia metodológica, para ofrecerle suficiente autonomía para su desarrollo.

“Se precisa borrar la fragmentación de la cual es objeto la realidad comunitaria del espacio territorial. De ahí, la trascendencia de atender todo como un proceso de manera integral”, dijo.

Pero ello no significa que el Estado se podrá desprender de su función protectora de la cultura, sino que con urgencia precisa repensar cómo desde el modelo económico se pueden amparar de una forma eficiente esos proyectos.

Un ejemplo reconocido a nivel de país y que se mantiene como puntera de la nación por responder a ese cambio es La Guayabera, proyecto de iniciativa municipal para el desarrollo local que cada día busca, sin perder su objeto social, ser sostenible económicamente.

“Con esa idea se marca la diferencia y por eso realizamos cada dos años estos encuentros y los finalistas de cada región compiten en el concurso nacional, donde valoramos su trabajo, luego de estas capacitaciones metodológicas”, concluyó.

Precisamente, de esta provincia, considerada como una de las más destacadas en el país en la existencia de ese tipo de proyectos, asistirán al certamen nacional: El pícaro burlado, La tierra del Pelú y la naranja blanca, Toda luz y toda mía y Los yayaberitos.

En igualdad de condiciones con el resto de los asistentes, el venidero 2018 ellos demostrarán sus potencialidades para forjar una mejor comunidad.

Lisandra Gómez Guerra

Texto de Lisandra Gómez Guerra
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus y corresponsal del periódico Juventud Rebelde. Especializada en temas culturales.

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