Este domingo concluyó la tercera temporada de Sonando en Cuba. Sigue siendo el más espectacular de los programas televisivos cubanos, pero podría repensar algunos aspectos…
Claro que era difícil, muy difícil escoger un ganador en esta temporada de Sonando en Cuba, teniendo en cuenta la calidad de los concursantes. Casi todos los participantes experimentaron un crecimiento en estas semanas, fueron mejorando técnica y expresivamente… esa es una de las virtudes de esta competencia: el trabajo de los mentores y los encargados de los montajes se evidencia en el salto cualitativo: habría que recordar el desempeño de la mayoría de los cantantes en las primeras galas de presentación y compararlo con lo que se vio (con lo que se escuchó) en las últimas emisiones.
La mayoría de estos cantantes han ganado muchísimo en seguridad, en dominio de su aparato y de la escena, en la presencia escénica, en la expresión de disímiles estilos. Finalmente ganó Anthony Puig, que ofreció una interpretación brillante en la gala de este domingo.
Los otros dos finalistas (e incluso, los semifinalistas y no pocos de los eliminados que se lucieron en la última presentación) están preparados para asumir una carrera… y esa es otra virtud de Sonando en Cuba: refresca y renueva el panorama de la música popular en Cuba. Ojalá que las empresas, las discográficas, los medios de comunicación ofrecieran más oportunidades a algunos de estos cantantes, porque, francamente, suelen ofrecer una propuesta más contundente que las de muchas figuras establecidas.
Más allá de los merecimientos de los cantantes y de las puntuales polémicas por las decisiones tomadas por los mentores, Sonando en Cuba se consolida como el más vistoso espectáculo de la Televisión Cubana. Ha seducido a un público considerable que sigue las galas domingo tras domingo y que participa con entusiasmo en las votaciones convocadas.
El hecho de que el repertorio escogido sea exclusivamente cubano pudiera parecerles reduccionista a no pocos espectadores, pero es una decisión de principios: hay un patrimonio riquísimo y hasta cierto punto desconocido de nuestra música; en tiempos de trepidante globalización de la cultura, conviene destacar valores autóctonos, que de cualquier forma dialogan con el acervo universal.
Pero en esta temporada esa labor de exploración quedó más cerca de la superficie. Los concursantes y sus preparadores se circunscribieron casi siempre a una lista de autores probados (de disímiles calidades), a creaciones de los propios concursantes (no siempre a la altura de las demandas de un concurso nacional) y a canciones de los propios mentores, circunstancia particularmente notable en la zona oriental. Más de lo que aconsejaría una equilibrada curaduría musical.
Sonando en Cuba podría rescatar esa vocación arqueológica, zambullirse en los catálogos de las discográficas, interesarse por las creaciones de importantes compositores… para que el espectro sea más rico, sugerente, inspirador. La música popular cubana todavía puede sorprender a un sector del público con miras demasiado estrechas.
Otro punto conflictivo de esta edición: las reglas. No entraremos en la polémica sobre si el programa debió o no copiar acríticamente fórmulas de la televisión más comercial. Estamos convencidos de que los formatos funcionan o no funcionan… y si funcionan, hay que acompañarlos de una dignidad cultural, que ha sido hasta cierto punto el caso. Ahora bien, las reglas tienen que estar bien claras desde el primer día. Y eso en esta temporada no sucedió.
A medida que avanzaba la competencia, y por iniciativa «espontánea» de los organizadores, se fueron añadiendo acápites y modificaciones que poco o nada aportaron; más bien confundieron a la teleaudiencia y crearon situaciones desafortunadas para algunos competidores. ¿Qué significaron esos comodines escogidos sin previo aviso?
En la penúltima gala se intentó resolver el problema reuniendo a las cantantes seleccionadas en un tema a trío; y después la conductora afirmó que «en un principio el rol del comodín no fue comprendido». Ni en un principio ni al final. En concursos que se sostienen en la eliminación progresiva de los participantes no se puede improvisar ni añadir reglas a última hora.
Una anunciada gala de comodines nunca se celebró.
Resumiendo, todo parece indicar que Sonando en Cuba ha llegado para quedarse, y ha respondido a una demanda del público, los artistas y la propia televisión. Esta temporada ha sonado bien, pero en el futuro podría sonar mejor.
esto es en serio es una broma, porque les aseguro que estoy un poco asustado con eso de que ¨llegó para quedarse¨
A mí me gustó, lo de la selección de los temas no lo critico, sé que se entra en los temas de derecho de autor y de si alguien autoriza o no que se usen sus temas en el concurso, por eso lo más lógico es que los mentores le puedan echar mano a temas que son de ellos mismos. Lo que sí no me gustó es los locutores, me parecieron monótonos, aburridos, con falta de ritmo, mucho más errática Yasbel, que le cuesta improvisar cuando los diálogos se salen del guión, pésima diría yo en todos los aspectos. Ayy, Consuelo Vidal, se le extraña!!