“La noticia del ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de 1953 se conoció en Guayos igual que en otras partes del país ya avanzado el día, pero solo en la versión oficial del Gobierno. Se decía que los asaltos habían sido organizados por Carlos Prío Socarrás, el presidente derrocado por Batista el 10 de marzo de 1952, quien residía en Estados Unidos, y otros políticos. En un inicio no se mencionaba para nada a Fidel Castro”.
Así recuerda el veterano combatiente guayense Gabino Bejerano Bernal, la repercusión en su patria chica de los acontecimientos que tuvieron lugar en Santiago de Cuba y Bayamo en aquella histórica mañana de hace 65 años, que cambiarían para siempre su vida y las de millones de cubanos.
“Luego supimos que no se expresaba la verdad. Se exponía que los revolucionarios habían asesinado a soldados enfermos ingresados en el hospital Saturnino Lora, aledaño al cuartel, y otras mentiras. En general el pueblo simpatizó con la acción porque en su inmensa mayoría estaba contra Batista, lo que se revelaba en las huelgas obreras y estudiantiles y manifestaciones populares que tenían lugar por entonces en Guayos y otras partes de Cuba.
“Y menciono estas huelgas porque si en 1951, durante el gobierno de Prío, se desarrolló aquí en Guayos la huelga contra la maquina torcedora de tabaco, ya durante la dictadura batistiana en septiembre y octubre de 1952 hubo otra huelga de los trabajadores tabacaleros contra una anunciada rebaja de salarios, que involucró a toda la población y que terminó con victoria para los huelguistas y el encarcelamiento de los dirigentes sindicales dirigidos por Armando Acosta.
“Es decir, que desde ese entonces se mostraba por el pueblo la combatividad en contra de Batista. El 26 de julio de 1953 cuando se conoció la noticia de los sucesos en Oriente la primera reacción fue de sorpresa, y también de simpatía hacia los asaltantes, aunque no se conocía realmente quiénes eran.
“En los días siguientes, de persona a persona, supimos más detalles de lo ocurrido, no por el periódico, la radio ni la televisión, censurados por el régimen. Gente que tenía familiares en Oriente, otros que venían de esa zona, y que tenían parientes allá, fueron filtrando más información de los hechos y de los crímenes que estaba cometiendo la dictadura contra los asaltantes y los desafectos al régimen.
“Así se supo que aquellos muchachos no eran políticos, como se decía en la versión oficial, sino jóvenes con profundos ideales revolucionarios, pero lo que más conmoción causó fue cuando se conoció que un hijo de este pueblo, Remberto Abad Alemán Rodríguez, había muerto en el asalto al cuartel Moncada.
“Eso determinó que la indignación y la antipatía del pueblo contra el régimen de Batista aumentara. Entonces el apoyo moral a la familia de Remberto se hizo notorio”.
“También comenzó a destacarse con mucha fuerza la figura de Fidel Castro. Yo tenía en aquel momento 17 años y era estudiante de bachillerato en Sancti Spíritus. Mi papá era obrero azucarero y mi mamá, despaladora de tabaco. Por mi origen y sentimientos, mi línea política quedó definida para siempre”.
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