Armamos un mini hospital de campaña en una escena de desastre (+fotos)

El doctor Mario Gilbert Pujol Rivero, jefe del equipo del Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM) que socorrió a los accidentados de Cabaiguán el pasado 19 de marzo, pondera la efectividad del trabajo en equipo

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“No fue el trabajo de nosotros tres como médicos; lo que dio resultado fue el trabajo en equipo”, sostiene Mario Gilbert. (Foto: Delia Proenza/ Escambray)

La guardia, comenzada la mañana del día anterior, casi concluía para Mario Gilbert Pujol Ramírez, miembro del Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM) en Sancti Spíritus y jefe del equipo de turno el lunes 19 de marzo. Llevaba solo minutos en la cama tras una noche muy agitada cuando la seño, al recibir la llamada del doctor Leonel Albiza Sotomayor por el número 104, lo levantó: “¡Médico, tenemos  una emergencia!”.

“Era oscuro todavía. Salimos para el lugar de los hechos con la incertidumbre sobre la cantidad de lesionados que había y el grado de gravedad de los mismos, pero sí se nos había comunicado que al menos dos estaban atrapados dentro de sus vehículos. El equipo lo integrábamos el médico, dos enfermeros licenciados, que actúan como coordinadores de las labores de rescate; y un paramédico, que es el operador de planta de radio. Además, la tripulación, es decir, quienes trabajan directamente en las ambulancias.

“Llegamos en un lapso menor al tiempo aproximado de rescate para ese tipo de situaciones, que no debe exceder los 10 minutos. Nos dimos cruce con la ambulancia de Cabaiguán, que trasladaba ya a los tres primeros lesionados hacia el Hospital General Camilo Cienfuegos.

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Sobre la ambulancia, con camisa a cuadros junto al doctor Leonel, el doctor Mario Gilbert al llegar al hospital Camilo Cienfuegos. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

“Allí había ya un grupo de personas, incluyendo a las del Hospital Psiquiátrico, auxiliando a las víctimas; las no graves estaban un poco apartadas, como se establece en esas situaciones. Al bajar de la ambulancia me identifiqué con Leonel, con quien compartí en calidad de alumno ayudante en la carrera de Medicina. Lo primero que le pregunto es si tenía delimitados a los pacientes más graves, me dijo que sí y me comunicó que había dos críticos.

“También estaba allí otro doctor (Liam Daniel Hernández Ramos) al que yo había visto en la carrera, más joven que yo y que está trabajando en Cabaiguán; él casi pudo presenciar el accidente, pues viajaba hacia allá desde Sancti Spíritus. Por unos minutos estuvo en riesgo que el aceite caliente de los carros se prendiera y provocara una explosión; los bomberos de ese municipio no habían llegado. Cuando aplican la espuma, pasa ese peligro.

Luego Escambray sabría, por boca de Liam Daniel, que cuando llegó allí el doctor Leonel le dijo, al divisar la bata blanca: “Oye, ayúdame aquí”. Solo un rato después sabría de quién se trataba. Él perdió la cuenta de las venas canalizadas, de las heridas cubiertas, de los pacientes socorridos. “Aquello parecía un enjambre. Apenas recuerdo algo de los primeros minutos, el asunto era andar rápido. Después me concentré en el conductor y eso ya sí lo recuerdo bien”.

Mario Gilbert continúa su relato: “Por suerte, en una decisión determinante, ya Leonel le había hecho un torniquete al conductor de la guagua con una corbata que él le dijo que llevaba. Se podía notar que tenía varias fracturas en la pierna atrapada bajo toda la parte anterior del ómnibus. Nos dimos cuenta de que sin los sistemas de socorro iba a resultar imposible liberarla.

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El equipo del SIUM: Mario Gilbert, con camisa a cuadros; Yoelkis, el paramédico, a los pies del paciente; y Joaquín, licenciado en Enfermería, a su cabeza, junto al doctor Leonel Albiza. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

 “El chofer tenía una herida en la cabeza y múltiples contusiones a nivel del tórax, pero en ese tipo de situaciones no se cuenta con los medios diagnósticos para conocer la envergadura de esas lesiones. Lo que atentaba contra su vitalidad era la pierna. Si en el momento en que se hizo no se hubiese cohibido la hemorragia, hasta que llegó el SIUM y se comenzó la reanimación con fluidos, es muy probable que hubiera fallecido casi enseguida.

“Una vez que llega el sistema de rescate y salvamento quedó claro que no sería fácil. Además de reponer líquidos al chofer, le administrábamos analgésicos para el dolor. Un dolor muy intenso en un lesionado es algo nocivo, porque a veces lo que mata no son las lesiones, sino el dolor que producen; puede desencadenar un shock neurológico.

“Mientras se trataba de descomprimir por instantes se infligía mayor daño a la pierna. Hubo un momento en el que el paciente alegó mucho frío, ya nos habíamos percatado de ello: era debido a la excesiva pérdida de sangre y al dolor. Leonel, Liam y yo nos miramos, pensamos que había que separarlo de algún modo y decidimos mandar una ambulancia al hospital por un set de amputación, que llegó a recibirse. La orden la dio Leonel.

“Inmediatamente lo abrigamos con pedazos de tela de su propia ropa y colocamos dos sueros simultáneos, uno lo sostuvo Liam y otro Yoelkis, el paramédico; los colgaron de algo allí, en la guagua. Habíamos solicitado sangre a los dos hospitales, al provincial y al de Cabaiguán, de donde se personó alguien del Banco de Sangre. En cuanto se le pasó la sangre, el estado general del paciente mejoró.

“No fue el trabajo de nosotros tres como médicos, porque todos los enfermeros del SIUM resultaron valiosos, aunque no solo ellos. En esos casos no se puede perder tiempo y la forma de lograrlo es tener permanentemente personas que te están ayudando. Allí fueron Joaquín Pérez, enfermero, que jugó un papel muy determinante; Raúl Expósito, también enfermero; Enrique, paramédico que conducía la ambulancia y Yoelkis, el otro paramédico, quien estaba junto al lesionado, ayudando en lo que hacía falta. Fue él quien con la tijera desprendió parte de la ropa que tenía todavía más atrapado al conductor.

“Todos trabajaron, lo que dio resultado fue el trabajo en equipo. Desde abajo varias enfermeras del Hospital Psiquiátrico nos alcanzaban torundas, jeringuillas, medicamentos…hasta personas que no eran de la Salud estaban allí, cooperando. Junto con el set de amputación en la ambulancia venían también un cirujano y un ortopédico, pero ya en ese momento el pie acababa de liberarse y estábamos tratando de estabilizarlo; también conteníamos la hemorragia que había abajo.

“Yoelkis tomó al chofer por debajo de los brazos y lo haló hacia él; Leonel estaba detrás e indicaba cómo se produciría la colocación del lesionado en la camilla y cómo la íbamos a alzarla. Bomberos desde abajo colaboraban. Nos las ingeniamos para bajarlo por una ventanilla detrás del asiento del chofer.

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La ambulancia del SIUM cuando trasladaba a José Damián Hernández Fonte, chofer del ómnibus de Transtur accidentado en Cabaiguán el 19 de marzo. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Por lo que parece, ustedes improvisaron un hospital encima de la propia guagua…

“Efectivamente, aquello fue una especie de mini sala de atención o un mini hospital de campaña, porque hubo todo tipo de atenciones urgentes; lo que hicimos fue armar un lugar para las atenciones médicas en medio de una escena de desastre”.

No es la experiencia más impactante que ha tenido. Vivió otra en las Lomas de Banao, a pocos meses de graduado en 2013, donde estuvieron varias de las personas que lo acompañaban en Cabaiguán. Mientras asistían al conductor de Transtur pensaba en aquello.

Tocante al chofer del camión no anduvieron con la misma suerte, pero hicieron todo e incluso más de lo que parecía posible, cuenta Mario Gilbert. Joaquín, el enfermero, descolló con su actuar para intubar incluso en tan difíciles condiciones. Entonces las descargas eléctricas del desfibrilador representaban un riesgo mortal para el personal asistencial y por eso no acudieron a ellas: estaban rodeados de metales.

El médico, de solo 29 años, con un Diplomado en Cuidados Intensivos y vastos conocimientos en cuestiones de emergencia, aprovecha para significar la importancia de que la población conozca cuestiones básicas ante una situación de desastre. Lo primero, dice, es pedir auxilio a través del 104 y no mover a la persona lesionada; mucho menos halarla.

 También se torna conveniente, afirma, ofrecer al solicitar los servicios médicos algunos datos valiosos, como si hay alguna persona atrapada, si tiene pulso y de existir síntomas como deseos de vomitar, ladearle la cabeza. “Nunca se debe suspender al lesionado por las manos y los pies, sino, en caso de ser muy necesario, sostenerlo entre tres, de modo que se incluya el tronco, y colocarlo sobre una superficie dura” recalca el doctor Mario Gilbert.

Delia Proenza y y Adriana Alfonso

Texto de Delia Proenza y y Adriana Alfonso
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

Comentario

  1. cubana optimista

    Se nota que hubo un buen trabajo de equipo, como dice el doctor Mario Gilbert. Gracias a ellos tres, a los enfermeros y al resto de los paramédicos que intervinieron. Ya nadie anda seguro en la vía, lo que es esta provincia está como marcada por esa clase de desgracias.
    También hay que decir que son chorros la gente que anda con audífonos en la calle y los choferes que atienden más a los celulares que al timón, sin hablar de otras irresponsabilidades.

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