Este domingo muy temprano, arribaron al aeropuerto internacional José Martí 409 de ellos, con banderas de los dos países, sonrisas y la satisfacción de volver a sus hogares, después del deber cumplido.
En sus mentes, permanecen, cual duendecillos inquietos, múltiples anécdotas junto a los brasileños, incluidas algunas en lugares muy alejados de ciudades, donde ni siquiera tenían electricidad.
El doctor Rosbel Almaguer Díaz recordó momentos en aquel país, incluidos algunos de su primer día, cuando atendió a un solo paciente, un niño de dos meses con una enfermedad diarreica aguda y un parasitismo intestinal, al cual examinó y trató con mucho cariño para asombro de su madre.
Según recordó, al siguiente día lo esperaban decenas de personas en el puesto médico, incluida la progenitora de aquel pequeño, la cual lo abrazó y le dijo que era un ángel, pues su infante ya estaba mejor.
A partir de esas dos jornadas iniciales se ganó el amor de los brasileños, como lo hicieron otros miles de galenos cubanos, que brindaron sus conocimientos y curaron cuerpos y almas.
Resaltó que los profesionales cubanos en Brasil no trabajaron pensando en el dinero y las comodidades, sino en ayudar lo más posible, sin importar los sacrificios, por eso laboraron incluso en comunidades indígenas, donde no tenían acceso a la luz eléctrica ni a Internet, lo cual dificultaba su comunicación con los familiares.
Nosotros siempre estaremos dispuestos a brindar nuestra ayuda donde sea necesario, fieles a la tradición solidaria de los cubanos, expresó.
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