Aún Tomasa Gómez Madrigal recuerda los olores y colores del campo donde vivía de niña. Disfrutaba sobremanera salir por sus trillos para jugar con los animales y respirar ese aire puro que solo se encuentra bien alejado de las ciudades. Prefería gozar de todo aquel afrodisíaco entorno antes que cumplir con los anhelos de la abuela de mantenerse sentada por horas para adueñarse de los hilos, telas y agujas. Entonces, no imaginó que a la vuelta de muchos años ese sería otro de los placeres que sumaría a su lista de preferencias.
“Es por eso que siempre digo que llegué muy tarde al bordado, porque en la edad que como promedio las personas se interesan, nunca le hice caso y no aprendí. Sin embargo, después que me jubilé y, lamentablemente, no tuve las obligaciones de atender a mi mamá y mi tía, fue que decidí acercarme a la Casa Canaria, de Cabaiguán, para descubrir aquello que tanto mi abuela se empeñó en enseñarme”, dice con nostalgia.
Al llegar a la referida institución descubrió un mundo que le sedujo desde el primer momento. Y como todo lo nuevo, le robó horas de desvelos, muchas ganas y consagración. Mas, hoy Tomasa Gómez agradece ese paso porque con él regala al olvido tristezas, preocupaciones y melancolías. Definitivamente, la hace levitar.
“Lucía Sosa, nuestra profesora, debió luchar conmigo muchísimo, pues ya al ser una persona mayor tengo las neuronas, como siempre digo, algo deterioradas. Pero por su insistencia y mi perseverancia aprendí el punto cruz, bueno, eso me creo (sonríe). Y es que eso es lo que mejor hago ya que también nos dijo siempre que nos especializáramos en lo que más cómodas nos sintiéramos”, acota.
No obstante, apostó por conocer los detalles del tejido a crochet, miñardi, deshilado y la randa. Mas, las horas extras, esas que siempre se sacan cuando existe una fuerza mayor llamada interés, las empeñó para perfeccionar el citado punto cruz, una técnica complicada pero que le ha traído muchísimas alegrías.
“Por lo menos hago crucecitas”, toma una pausa y retoma el diálogo con el dibujo de una sonrisa en su rostro.
“Cuando me pongo a crear me entrego tanto que el tiempo pasa y no me doy cuenta. Ni salgo a la calle y cuando lo hago las personas me preguntan que si estoy enferma porque no me ven. Me voy del mundo y, sinceramente, noto que eso me ayuda en todo, aunque termine con muchos dolores en los brazos y la espalda, pues son muchas las horas en una misma posición”, asegura.
Para lograr cruces tan exactas como las que estamos acostumbrados a disfrutar en sus creaciones se precisa de una tela específica. ¿Es complejo obtener la materia prima?
“Muy complejo. La propia técnica exige trabajar sobre una tela que tiene las crucecitas. Al guiarte por ahí solo resta bordar o, de lo contrario, tener una llamada canevá, que la ponemos sobre otra cualquiera. Cuando culminamos el bordado quitamos los hilos de la tela que colocamos en la parte superior y nos queda plasmado el dibujo en la de abajo. Tanto una como la otra forma exigen de condiciones que no encontramos fácilmente. Por suerte, mi hijo me hace llegar toda la materia prima necesaria porque sabe que me hace feliz y útil confeccionar mis piezas”.
Tomasa Gómez se ilumina cuando menciona el taller donde descubrió los secretos de las manualidades. En el pequeño espacio, definitivamente, ha encontrado mucho más que conocimientos.
“La mayoría somos personas mayores con intereses similares; por tanto, somos como una gran familia. Si a una le falta hilo, la otra viene y le da lo que necesite. Pero Lucía no solo nos dedica su tiempo a nosotras. En la comunidad Cuatro Esquinas tiene alumnas de hasta siete y 10 años que hacen maravillas. Cuando una disfruta de sus confecciones imagina que detrás están las manos adultas. Ojalá más personas apoyaran esos espacios de creación y aprendizaje. A mí me gustaría enseñar también, pero es difícil, aunque nunca he negado mis conocimientos a nadie”, opina, mientras admira la obra, merecedora de uno de los premios del XXI Salón Provincial Crearte 2017, convocado por la Asociación Cubana de Artesanos Artistas, (ACCA), en Sancti Spíritus.
Cuando se dice Tomasa Gómez aparecen otros muchos lauros. ¿Casualidad o premio al talento?
En realidad, ya son cuatro los premios: 2013, 2014, 2015 y 2017. En mi opinión, he sabido presentar piezas que han demostrado mi evolución como artesana. Siempre escojo a partir de una foto lo que quiero llevar a la tela y comienzo a bordar. De esa forma es que nacieron el reloj cucú, luego una pareja de cisnes, más tarde una fabriquita de hacer vino, y los niños recostados al lado de un río pescando. Para esta última edición del certamen preparé un búcaro con flores que vi en un cuadro. Según el jurado y quienes lo admiraron en la galería, cuando lo miras de pronto parece real y no hecho con hilos y tela.
¿Por qué apostar por la participación de ese tipo de encuentros?
Recuerdo que la primera vez que me dijeron que existía ese espacio asistí por compromiso con el taller. No creí que mis obras tuvieran valor para concursar. Pero me di cuenta que más que apostar por un premio, debes hacerlo para crecerte. El ejercicio te obliga a superar la propuesta anterior y eso en mi caso ha sido muy provechoso, pues me ha obligado a perfeccionar la técnica y a imponerme el reto de que puedo hacer mucho más. Además de que te visibiliza, te evalúas con el resto de las bordadoras y sabes hacia donde debes perfeccionarte. En Sancti Spíritus hay tan buenas artesanas que es muy difícil obtener un premio, así que imagina cómo me siento al contar ya con cuatro en ese nivel.
Y en cuanto a la tradición, ¿considera que también fomenta entre el resto de las generaciones que se apasionen por ella?
Sí, logramos sentirnos estimuladas, no paramos y apostamos porque otras personas aprendan. Por ejemplo, en Trinidad hay muy buenos resultados en ese sentido. Creo que el resto de los municipios deberían aprender de ellos, aunque por supuesto allá la artesanía se ha convertido en una actividad económica importante. ¿Ya hay entre hilos, tela y puntos cruz algún proyecto que apueste por robarse los aplausos en un venidero certamen?
Sí, lo hay, tengo incluso varios proyectos en mente. Pero mejor dejamos que llegue el día en que pueda mostrarlos y que sea el público el que diga si valieron o no la pena las horas de dedicación.
Un gran ejemplo de mujer, mi vecina de toda la vida, que me vio nacer, prácticamente otra madre, muchas cosas buenas para ella, y sobre todo mucha salud.
Me parece maravilloso lo que hacen esas personas, sobre todo porque muchas de ellas están en la mal llamada edad del olvido, FELICITO especialmente a Tomasa Gómez, ganadora de cuatro premios, a quien tengo el gusto de conocer personalmente porque soy amigo de su hijo Orbein, además exórto a las nuevas generaciones que continuen su ejemplo, pero ahora, nó cuando por obligaciones familiares o sociales, carescan de tiempo para dedicarle a la Artesanía.