Ydalsys Naranjo, la primera enfermera espirituana en titularse como doctora en Ciencias, no cree en prejuicios académicos ni desaires profesionales
Definitivamente, algún enigma lejano ronda a esta mujer con tanto desconsuelo en la mirada, esa soledad crónica que casi consigue aplastarla, el agotamiento de sus pasos cansinos y el eterno descontento consigo misma. Pero nada más distante que ese perfil con estilo de mariposa frágil de su currículum profesional arrollador, toda una carta credencial de guerrera impenitente a quien no detienen prejuicios académicos, desaires profesionales y ni siquiera los enajenantes vientos de cuaresma.
El nombre de Ydalsys Naranjo Hernández no aparece en el libro Guinness de los récords, pero pasará a los anales de Sancti Spíritus como la primera enfermera en titularse como doctora en Ciencias de la Enfermería y lograr la categorización de profesora titular de la Universidad de Ciencias Médicas, una investidura exclusiva hasta ahora en estos predios para los graduados en Medicina.
“Cuando único he sudado en mi vida que podía exprimirse la espalda de esta camisa fue cuando me hice profesora titular. Ya mis compañeros que me querían estaban cansados de mí; un marido, ni pensarlo; mi mamá, que ya es una viejita, también estaba aburrida al extremo de que, si saco un papel de estos delante de ella, se va. Yo caminaba por mi casa envuelta en una colcha hablando sola y mi tío —que era el único que me acompañaba después de la muerte de mi papá— comentaba: ‘Pobrecita, se va a volver loca y no va a llegar a eso que ella quiere’. Y yo decía: sí voy a llegar.
“A veces, a las dos de la mañana estaba en la terminal de La Habana y me quedaba sentadita con los deambulantes y los perros a esperar que amaneciera para poder llamar a mi tutor y que me fuera a buscar. Sola y con 100 pesos en el bolsillo porque en la Universidad nunca me pusieron un carro, no me dieron una dieta, ni me dijeron te vamos a liberar para que lo hagas. Iba por las calles repitiendo mi tesis, dormía con ella, me preguntaba cómo una guajirita como yo enfrentaría a un tribunal científico de La Habana. Entonces yo decía: tengo que poder con esto”.
Y pudo. Defendió su tesis doctoral hace más de un año en la Facultad de Enfermería Lidia Doce, de La Habana, en un ejercicio de rigor que se extendió durante más de cinco largas horas sobre su Estrategia de autocuidado en el adulto mayor con úlcera neuropática en la comunidad. Sin embargo, las exigencias mayores vinieron después, con el susodicho proceso de categorización.
“Fue más difícil. A veces uno dice: ¿hasta las cuántas la enfermera en Cuba tiene que demostrar lo que es? El tribunal esperaba una clase demostrativa y se la di, pero cuando llegamos al tema científico casi me preguntaron hasta la ropa que usaba Dorothea Elizabeth Orem, creadora de la Teoría enfermera del déficit de autocuidado, que yo recontextualicé en mi tesis. Para el doctorado ya me lo había aprendido todo en español y en inglés. Para la categorización de profesora titular me lo aprendí también en portugués y con todo y eso me hicieron sudar la camisa”.
¿Qué aporte concreto implicó su tesis?, ¿cuáles destinos corrió la investigación: permanece engavetada como tantas o ha logrado generalizarse?
“Es un proyecto nacional, se puede generalizar en toda Cuba. Trabajamos durante cinco años con 41 enfermeros y 96 adultos mayores con úlcera neuropática del Policlínico Sur. Solamente cuatro no se recuperaron porque no cumplían con las medidas de autocuidado. Actualmente a la investigación se le da continuidad por residentes del Policlínico de Guayos y del Policlínico Norte. Se ha presentado en diferentes simposios, congresos internacionales; está publicada en la Revista cubana de Enfermería y generó un sinnúmero de artículos en diferentes publicaciones del país”.
Muchas veces los ancianos se quedan solos porque los hijos emigran o les dan la espalda; sin embargo, usted le ha dedicado 20 años de trabajo a la tercera edad.
“Tengo azúcar para los viejitos. Cuando me gradué de licenciada en 1997 pedí trabajar como jefa de enfermeras en el hogar de ancianos de Taguasco y allí comenzó el proyecto con la tercera edad. Después vine para Sancti Spíritus. En el Consultorio 57 del Policlínico Centro hice la especialidad de primer grado y una maestría con esa temática. También trabajé como jefa de enfermeras en Salud provincial y municipal; y fui a cumplir misión a Ecuador, pero cuando me aprobaron hacer el doctorado volví a la geriatría en pacientes diabéticos. Ahora me mantengo como metodóloga de la carrera de Enfermería en Ciencias Médicas y sigo investigando sobre este tema.
“Me ha inspirado la educación de mis abuelos, me crié en una casa rural con ellos y mis padres. Mi papá, que ya no está con nosotros, influyó mucho: era un anciano diabético y yo insistía en que se autocuidara. Considero que el adulto mayor es la base de la sociedad, de la familia, le debemos respeto, cada anciano tiene una historia. Creo que lo menos que debemos hacer es cuidarlos”.
Ydalsys Naranjo Hernández lleva alma de misionera. Deslumbra por su sencillez. Alguna vez sus profesores sugirieron que estudiara Filosofía o Historia, pero ella optó por la Enfermería, donde ha realizado decenas de trabajos científicos, participado en eventos nacionales e internacionales y conquistado una montaña de reconocimientos y condecoraciones. Pero, en medio de tanta loa, permanece contundentemente terrenal: “Ahora mismo —comenta durante la entrevista— estoy preocupada porque no me alcanza el dinero para comprarle los zapatos que mi hijo necesita”.
Para sus compañeros, que la consultan por cualquier dolencia, su palabra es ley. Prácticamente vive en la Universidad, donde abre su departamento a las ocho de la mañana y lo cierra 12 o 13 horas después: “No me siento conforme, por eso sigo escribiendo en esta computadora vieja, es lo que voy a hacer a partir de ahora para dejar a las nuevas generaciones lo poquito que sé”.
¿Quién asume sus responsabilidades hogareñas para que usted trabaje, investigue, publique, aprenda idiomas…?
“Mi mamá ha sido el puntal en mi vida, y mi papá. Cuando me divorcié ya yo era especialista, máster, profesora auxiliar y pensaba quedarme hasta ahí porque prefería tener una familia consolidada, pero sucedió y me dediqué a trabajar y estudiar. Mis padres asumieron a mi hijo, lo prepararon, quiere ser un militar, ya lo aprobaron para los Camilitos. Ahora estoy propuesta para asesora docente en Venezuela, vamos a ver si la salud me acompaña”.
Muchos endiosan a los médicos por su relevante aporte en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, pero minimizan la Enfermería como un oficio menor.
“En ocasiones la población no sabe que la enfermera es una profesional del cuidado, que también diagnostica las necesidades afectadas del paciente y se traza un plan de acción para resolver la causa que ha provocado el desequilibrio de su organismo, ya sea desde el punto de vista biológico, psicológico o social. La Enfermería es una ciencia que tiene un método científico, clínico y epidemiológico. Algunas personas que no me conocen han dicho delante de mí que no entienden cómo a una enfermera la hicieron doctora y le dieron el premio Academia de Ciencias, cuando debía ser un médico. Y yo digo: si la gente supiera todo lo que he pasado en mi vida y las responsabilidades que cargo en mis espaldas…”.
¿Cuáles virtudes no deben faltarle al enfermero y qué defectos resultan imperdonables en su profesión?
“El enfermero tiene que tener humanidad, responsabilidad, mantener el estudio como vocación. También debe ser honesto y amar a su pueblo, a su patria, para ayudar a resolver los problemas de las personas que ya bastante tienen. Nunca debe violar las normas técnicas del proceder, ni maltratar al paciente y no dejar de informar a otros miembros del equipo multidisciplinario cualquier cambio en el estado de su salud.
“Los jóvenes tienen que estar preparados en estos valores porque la Enfermería es la ciencia del cuidado y para eso se necesita una vocación sobre todas las cosas. Las nuevas generaciones están muy bien preparadas académicamente, se les insiste mucho en esto, pero hay que unirle los valores, la espiritualidad. Como nos enseñó Florence Nightingale, la Enfermería es más bien vocación religiosa”.
Si tuviera que escoger entre la labor docente y la asistencial, ¿con cuál se quedaría?
“Lo que me gusta es la investigación, más que estar directo con el paciente y más que estar directo con el estudiante”.
Usted parece una mujer soñadora, realizada, pero no muy feliz ni optimista.
“Uno no está completamente realizado todo el tiempo, quedan aristas insatisfechas en el yo espiritual que faltan por cubrir. Profesionalmente la vida me ha ayudado, Dios ha estado conmigo y he podido obtener todo lo que he querido. Tengo una familia bonita, una carrera bonita, muy buenos compañeros, muchas amistades, pero quizás falta algo para ser completamente feliz. Me gusta siempre tener un proyecto en las manos, cada día que me levanto pienso que es un nuevo amanecer y debe hacerse algo nuevo”.
Conozco a la entrevistada y son testigo de su ejemplaridad en el trabajo, en el estudio y su consagración ante sus convicciones. Me siento muy orgulloso de que alguien se dignara a expresar sus sentir y por tal motivo felicito a la periodista encargada de la entrevista por plasmar de manera muy subliminar la realidad de un profesional en cuba, de los trabajos y sacrificios que pasan para al final ni se lo agradezcan ni tenga los bienes económicos necesarios para mantener y satisfacer las necesidades mínimas de su familia. ¿Hasta cuándo esta realidad en Cuba?