Sara, la exigente maestra, tomó la libreta donde Julio M. Llanes había narrado su más reciente excursión por una zona rural de Yaguajay e hizo públicas todas las palabras por el resto de las aulas. Se sintió feliz. En su escuela nunca antes había sucedido algo semejante. A partir de ese momento, Julio supo con consciencia que era capaz de contar, de una forma diferente, lo que imaginaba, creía y vivía.
“Luego, con mayor intencionalidad, escribí para participar en concursos literarios del país. Fueron eventos convocados por la CTC y los CDR. Algunos de ellos los gané, pero no daban la opción de publicación. Hasta que me aventuré a enviar a uno de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y un miembro del jurado llamó a un consagrado escritor de acá y le preguntó por mí. Al parecer vio algo en aquello y sugirió que me encaminaran”, cuenta.
Tomado de la mano por especialistas en talleres literarios y con su don natural, Llanes dio luz a su primer libro: Celia nuestra y de las flores, una evocación de la personalidad de la heroína cubana. Ese texto, además de abrirle el camino hacia la literatura histórica, mostró un retrato psicológico de una mujer que al culminar la lectura de las páginas se devela conocida. Con ese título, definitivamente, entró por la puerta ancha del panorama intelectual al merecer en 1983 el Premio La Edad de Oro, que otorga la editorial Gente Nueva.
¿Por qué escribir sobre personalidades tan conocidas como Celia, el Che, Camilo, Serafín e incluso atreverse a rozarlos con la ficción?
“Creo tanto en la fantasía como en la realidad cuando escribo. Me di cuenta de que la historia no siempre estaba bien contada. Muchas veces se hace circunscribiéndonos a hechos, personajes y fechas, sin calidad emotiva. Trato, entonces, de conmover al lector, de hacerlo reír, llorar, reflexionar y mirarse en el espejo. Por eso, en cada texto apuesto por captar el espíritu, el sentimiento esencial de una época. Y no solo lo hago con personalidades de nuestra historia, sino con los de la cultura”.
Gracias a ello, Julio M. Llanes logra dibujar con precisión cada personaje; les da vida, auxiliado de estructuras dinámicas y como resultado de una profunda investigación histórica.
Bien lo saben quienes descubren al eterno maestro yaguayajense Raúl Ferrer en Cuentos y sueños de la niña mala (Premio La Rosa Blanca 1997 y Premio Misael Valentino 1999), o, sencillamente, se dejan seducir por los encantos de la villa del Yayabo, convertida en espíritu y carne y hueso en Paquelé (Premio La Rosa Blanca 2001), otro de los grandes éxitos del escritor, quien en esta semana cumplió 70 años, motivo por el que mereció varios reconocimientos.
¿No ha resultado un riesgo apostar por el público infanto-juvenil?
“No creo mucho en las edades. En cambio, sí pienso que es necesario hacer una literatura que respete y no subestime. Para eso, se debe concebir una obra fresca, que emocione y conmueva, a pesar de que tenga un profundo contenido y valores éticos. Al final se precisa convocar a la reflexión, para que sean capaces de discernir y tomar partido según sus propios criterios”.
Y ese afán por mantener viva cada palabra que lleva al papel le ha traído muchas alegrías. Por ejemplo, el 2017 se despidió con el goce de un éxito rotundo, durante la presentación del volumen Alicia, el vuelo de la mariposa, dedicado a la Prima Ballerina Assoluta. Y en este corto tiempo de 2018, otras buenas nuevas le han arrancado múltiples sonrisas.
“Recientemente la editorial Guantanamera, de España, me comunicó de la publicación de La última noche del milenio, libro homenaje a la música y la poesía cubana y latinoamericana, y el comité mexicano del IBBY (organización que divulga lo mejor del libro y la literatura destinada al público infanto-juvenil) en su Guía del año 2018 seleccionó y recomendó la edición azteca realizada por la Editorial Pearson Educación de El día que me quieras”, añadió, quien en el venidero mes de abril merecerá más homenajes en el contexto de la llegada a la urbe espirituana de la Feria del Libro.
A la par de su prolífera labor escritural, este yaguayajense de cuna y espirituano por adopción se distingue en el gremio intelectual por haber sido presidente del comité provincial de la Uneac durante 20 años y por gestar el Encuentro de Crítica e Investigación de la Literatura Infantil y Juvenil que sesiona cada dos años en la villa yayabera.
Después de esas últimas satisfacciones, ¿qué guarda en el tintero?
Si no tienes proyectos es como si no tuvieras vida, por eso siempre hay algo en el tintero. Después de la Feria del Libro en Sancti Spíritus, me concentraré en pulir un texto que lleva escrito cerca de 10 años. Hasta estos momentos se titula Los caminos del viento y es una novela para adultos sobre la Trinidad del siglo XIX. Espero que pronto vea la luz.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.