Cuba en la guerra de Barranquilla

La batalla de Cuba en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, puede ser la más cruenta en las aspiraciones de la isla de mantener la hegemonía regional

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Manrique Larduet es uno de los candidatos a medallas.

De todas las batallas centroamericanas que ha sostenido Cuba, la de Barranquilla, Colombia, iniciada hace solo horas, puede ser la más cruenta en las aspiraciones de la isla de mantener la hegemonía regional que ostenta desde Panamá 1970.

De hecho, tal como ocurrió hace cuatro años en México, el cronograma está concebido para un estrés nacional y para la propia delegación. No será hasta las fechas finales que se decida el medallero por países; esta vez el nuestro no va con las ventajas de otras ediciones y debe entablar una “guerra” ante México y la sede.

Esta última se ha armado hasta los dientes para ganar, a partir de un desarrollo vertiginoso en los últimos tiempos, mostrado en los pasados Juegos Panamericanos, cuando fue quinta, y en Río 2016, donde ocupó el lugar 23. Los anfitriones han hecho pública su intención de liderar el medallero, aunque en lo competitivo no solo valen las ganas, sin desconocer que el público cuenta y decide a veces en un resultado, al igual que el arbitraje, como ocurre con cualquier sede.

Colombia se ha fortalecido en deportes donde Cuba es menos fuerte y que aportan muchas medallas, como el patinaje, además de que convocó pruebas en las que los nuestros ni se inscribieron e incluso en algunas no se logró la clasificación, lo cual habla de un claro descenso cualitativo cubano, ya sea por un crecimiento en el área, por el interés de los gobiernos o el patrocinio, la inserción de deportistas en niveles superiores, la nacionalización de atletas, el desarrollo tecnológico y hasta por la prestación de servicios de técnicos cubanos en otras naciones.

De este modo, asistimos con 34 disciplinas de las 36 convocadas y estaremos fuera de la disputa de 92 juegos de medallas, que significan cerca del 20 por ciento del total a repartir, pese a que aquí algunos suscribirán que hace cuatro años faltamos a 107. Hay que considerar, además, pruebas eliminadas por no reunir al menos a cinco países, que superan las panamericanas y olímpicas ahora excluidas, en las cuales nuestro país tiene voz y mando.

La orden está dada. Los 538 cubanos deben competir a full. Cada uno tratará de hacer la competencia de su vida, más allá del honor y la entrega que estamparon a la hora en que firmaron sus compromisos. En esa eficiencia, calidad y ese extra que distingue a los nuestros es donde puede estribar la diferencia. Implica que no solo los que aportan al botín —atletismo, boxeo, canotaje, judo, lucha, remo y tiro— deben halar como les toca, sino que otros deberán disputar la cima del podio, como el ciclismo, las pesas, la gimnasia artística y el taekwondo.

 Si se analiza atleta por atleta, trayectoria, marcas y estado actual, rivales posibles…, aunque debemos sobrepasar los 100 títulos, no creo que podamos llegar a los 123 de hace cuatro años, cuando en el sprint final pudimos aventajar a los locales en solo ocho, aunque nos superaron en 78 medallas en el total. Mucho más holgada fue la diferencia con los cafeteros, que obtuvieron 70 títulos; por eso, más que con la sede, la gran pelea sigue siendo con México.

Muchas variables tendrá que sopesar Cuba. En el camino a Barranquilla, perdió ya medallas, como tres de los boxeadores: Yoahnys Argilagos y Robeisy Ramírez se marcharon del país, y el espirituano Yosbany Veitía, al no hacer el peso, nos dejó sin opciones en los 52 kilogramos. Así el boxeo está obligado a pelear perfecto.

Tampoco pueden obviarse la juventud, inexperiencia y escaso roce internacional de la mayoría de los debutantes en Barranquilla. De hecho, la propia dirección del Inder informó que el 66 por ciento de la comitiva va a sus primeros Juegos, lo cual induce a un insuficiente conocimiento del contrario, un detalle que nos pasó factura en los Panamericanos del 2016, cuando fuimos a parar al cuarto puesto.

¿Puede Cuba perder la supremacía? Si somos realistas, puede. Es claro que, en medio de una participación récord de 5 424 atletas de 37 naciones, los antillanos ratifican su intención de ganar los Juegos, pero no es el eslogan lo que cuenta, sin dejar de reconocer que la delegación, aunque no resulta la más numerosa, es la de mayor alcurnia, por la presencia de varios campeones y medallistas internacionales.

En un escenario donde ni el béisbol ya gana con los ojos cerrados después de que sus derrotas pre-centroamericanas han levantado preocupaciones, será mejor competir minuto a minuto, medalla a medalla, hasta el último segundo del 3 de agosto, cuando esperamos, en mayoría, volver a mirar desde la cima, aunque sea con la soga al cuello.

Elsa Ramos

Texto de Elsa Ramos
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2014, 2018 y 2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas deportivos.

Comentario

  1. Opinen que cuando se vea el deporte como lo que es:Una forma de entretenimiento y no una tragedia cuando se pierde,tanto el deportista como el público se beneficiarán.Todavia los resultados de Cuba están por encima del tamaño de su población y recursos.La decepción por la posibilidad de que sea otro país el que gane los juegos no es más que el resultado del triunfalismo,prometer lo que otros quieren escuchar y el subestimar al contrario.Escuchen a los narradores y se darán cuenta que describen cosas diferentes a las que se ven en pantalla con una pedanteria y chovinismo patéticos

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