El poder corruptor del dinero guarda máxima vigencia y de ello es muestra fehaciente la VIII Cumbre de las Américas, iniciada este jueves 12 de abril en Lima, Perú, donde se desarrollan desde hace varios días actividades colaterales.
¿Cuánto dinero han gastado Estados Unidos, la oligarquía peruana, algunas ONG y, en general, la reacción del continente para financiar los aprestos organizativos del evento, de manera que se les cierre el acceso a las tribunas a personas y movimientos progresistas de Nuestra América, y se les abra a los voceros y heraldos de la reacción más recalcitrante de la región?
¿Por qué se excluyó del diálogo entre los actores sociales y los delegados de alto nivel de los gobiernos a los jóvenes cubanos provenientes de la isla, y se aceptó en cambio la presencia en el foro de tres elementos disidentes financiados desde el norte y que no representan a la sociedad civil en Cuba?
Otro elemento censurable fue la aparición de ciertas vallas en lugares públicos de la capital limeña con expresiones lesivas a la dignidad de Cuba, en acción discriminatoria contra el país más estable de las Américas, el cual acaba de concretar con éxito un proceso eleccionario que contó con el apoyo de la inmensa mayoría del pueblo.
Pero, ¿qué más esperar de una Cumbre signada por la inestabilidad en el plano regional y local, donde en el propio país sede un gran escándalo de corrupción decretó días atrás la renuncia del Presidente Pedro Pablo Kuczynski, un peón faldero de Washington, y dejó en precario al Gobierno pese a la asunción de Martín Vizcarra, un ingeniero que fue jefe de la campaña electoral de Kuczynski y luego vicepresidente y ministro de transporte?
Si en la cumbre anterior en Panamá, con una correlación de fuerzas mucho más favorable para las naciones y sectores progresistas de la región, la reacción interna y externa —léase estadounidense— orquestó sonados escándalos organizativos y de provocaciones contra Cuba, Venezuela y otros países, ¿qué no podrá ocurrir en Perú, rodeado por Colombia, Brasil y Chile, entre otros estados gobernados por la derecha recalcitrante?
¿Acaso no surgió allí el llamado Grupo de Lima, enfilado contra Venezuela y cuya razón de ser aparente es la de propiciar el contexto para una intervención “humanitaria” en la patria de Simón Bolívar? Recordemos la polémica en torno a la negación por Kuczynski de invitar al Presidente Nicolás Maduro para estar presente en esa Cumbre, al parecer, entre otras cosas, para que no se encontrara allí con el desmesurado jefe del imperio Donald Trump, pródigo en ofensas, exabruptos y dislates.
Lo curioso del caso es que Maduro sabía perfectamente lo que procedía hacer y solo a última hora anunció que no iría a la Cumbre; Kuczynski creyó asistir como anfitrión y se fue a bolina, y Trump, complicado por sus propios desplantes y acciones en Siria, parece que tampoco va a ninguna parte. Estas ausencias y las de otros jefes de Estado que no estarán presentes le restan brillo a una cita ya de por sí bastante opaca.
Pero he aquí un elemento ávido de protagonismo que, al parecer, no podía faltar. Se trata del uruguayo Luís Almagro, el impresentable secretario general de la OEA, quien fue a Lima para asistir a la Cumbre y tuvo la osadía de personarse en el salón donde se desarrollaba el V Foro de Jóvenes de las Américas.
Tan pronto este personaje pasó al recinto estallaron los gritos y exclamaciones de muchos de los presentes, porque, mientras el susodicho dialogaba dentro con ciertos asistentes, afuera se quedaron muchos a quienes no se había dejado entrar y que habían pagado sus gastos para estar allí. Por ello fue increpado el renegado exintegrante del Frente Amplio uruguayo y excanciller de ese país y hasta llegaron a gritarle —según Prensa Latina— que no les invadiera ese espacio, “que para eso tenía la Cumbre…”.
Los jerarcas políticos y oligarcas han metido dinero a manos llenas, han comprado conciencias y han ejercido presiones de todo tipo, pero no pueden esconder ni pueden evitar que allí se critique con toda contundencia hechos tan repudiables como el fraude electoral en Honduras, el encierro de Lula en Brasil, las criminales medidas de asfixia y desestabilización contra Venezuela, la violación de los acuerdos de paz en Colombia, y un largo etcétera.
Esta es una batalla por la razón, la verdad y la justicia en el continente, para que los excluidos de siempre tengan voz, para que los pueblos puedan vivir en paz y se respeten sus derechos, para que los beneficios del bienestar y las grandes riquezas que les dio natura, sean patrimonio de todos y no privilegio de unos pocos. Son los sueños de Simón Bolívar, de José Martí y Fidel Castro por los cuales vale la pena luchar.
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