La visita del Presidente cubano a Estados Unidos para participar en el 73 Período de Sesiones de la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, ha servido entre otras cosas para demostrar que la proyección de un estado miembro en el histórico hemiciclo depende más del prestigio del país y sus dirigentes que de la magnitud geográfica, demográfica, económica y militar de la nación que representa determinado orador.
Un manifiesto rechazo provocaron las intervenciones del mandatario norteamericano Donald Trump, cuya petulancia y fanfarronería suscitaron risas y burlas de no pocos representantes de diferentes países presentes.
El efecto contrario logró la presencia de Díaz-Canel, pues la expectativa por ver personalmente al nuevo líder cubano abonó el terreno entre el público, la prensa, el personal diplomático permanente en Naciones Unidas y jefes de Estado o gobierno que asisten a la magna cita —incluidos políticos locales—, quienes han buscado el contacto con Díaz-Canel.
En la cargada agenda del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba han ocupado un lugar importante las reuniones con dignatarios extranjeros, como los presidentes de Angola: Joao Lourenzo; la República Islámica de Irán: Hassán Rohaní; Sudáfrica: Cyril Ramaphosa; España: Pedro Sánchez; Ecuador: Lenín Moreno; Argentina: Mauricio Macri; Perú: Martín Vizcarra; Mozambique: Filipe Nyussi, entre otros, y con representantes de organizaciones internacionales como Federica Mogherini, secretaria de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, y Alicia Bárcena, secretaria general de la CEPAL.
Una somera observación a estos nombres permite apreciar que, junto a amigos tradicionales de Cuba, como Angola, Irán, Sudáfrica y Mozambique, aparecen otros como el país gaucho y Perú, integrantes del Grupo de Lima, enfilado contra Venezuela, así como Ecuador, disidente de la Unasur y del ALBA.
Como resultado inmediato de estos contactos, el nuevo presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, fue invitado a visitar Cuba por Díaz-Canel, lo que él aceptó gustoso y ya empezaron los contactos entre ambas cancillerías para concretar ese encuentro, lo que promete dividendos en los niveles estatal y empresarial entre el país antillano y la nación europea, uno de los mayores inversores extranjeros en el archipiélago.
En este ámbito, el encuentro con un grupo de congresistas de EE. UU., se inscribe en los esfuerzos de la patria de Martí y Fidel por devolver las relaciones mutuas a los cauces que seguían antes de que asumiera el mando la presente administración de Donald Trump, gesto reciprocado por ellos, quienes forman parte del creciente rechazo a la posición de su país en cuanto a Cuba.
Como muestra de estos esfuerzos, se ubican las reuniones con representantes de sectores de alta tecnología, como las sostenidas con un grupo de empresas de la informática y las telecomunicaciones, y el surgimiento de la primera empresa biotecnológica cubano-estadounidense Innovative Immunotherapy Alliance S.A., que tendrá su sede en la Zona Especial de Desarrollo Mariel, cuya razón de ser principal será el desarrollo y producción de medicamentos contra el cáncer.
Pero, volvamos a la esencia fundamental de esta primera visita de Díaz-Canel a Estados Unidos, que ha sido su participación en el actual 73 Período de Sesiones de la Asamblea General de la ONU, durante la cual pronunció medulares discursos que, aunque por su contenido difieren formalmente entre sí, guardan en cambio una sólida coherencia con la línea histórica seguida por la Revolución cubana frente a variados temas de la agenda internacional.
Porque en el primero del lunes 24, que estuvo dedicado al ya desaparecido líder sudafricano Nelson Mandela y su política de paz y convivencia entre los pueblos, subrayó los vínculos entre Sudáfrica y Cuba, y entre Fidel Castro y Madiba, y trajo a la memoria el papel extraordinario desempeñado por Cuba en el sur del llamado continente negro; el segundo, realizado a primera hora del miércoles en ocasión del Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares, puso los puntos sobre las íes acerca del peligro de guerra atómica espoleado por la política hegemónica y ambiciones del Imperialismo y sus acólitos.
La joya de la corona, sin embargo, sería su primer discurso en el debate de la Asamblea General de la ONU, pues si las dos primeras oratorias estuvieron limitadas por el tema específico y el tiempo, la intervención de Díaz-Canel al mediodía del miércoles 26 de septiembre fue amplia, categórica, contundente y con el simbolismo de haber sido pronunciada cuando se cumplían 58 años exactos de la primera intervención allí del líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz, en 1960.
Y ese simbolismo fue mayor por cuanto el Presidente cubano recordó especialmente a Fidel, a quien mencionó en varias ocasiones, con motivo de sus cuatro intervenciones en la Asamblea General de Naciones Unidas, así como a otros ilustres representantes de la isla, como Ernesto Che Guevara, Raúl Roa García, el Canciller de la Dignidad, y el General de Ejército Raúl Castro Ruz, quienes allí también fijaron pautas.
El mandatario cubano fustigó con todo rigor la desigualdad imperante en el mundo, donde el 0.7 por ciento más rico de la población se apropia del 47 por ciento de toda la riqueza, mientras el 70 por ciento de la raza humana solo percibe el 2.7. Esas realidades —dijo Díaz-Canel— no son frutos del socialismo como afirmara el presidente estadounidense, Donald Trump, sino que son consecuencias del capitalismo, en particular del imperialismo y del neoliberalismo, del egoísmo, de un paradigma que privilegia la concentración de la riqueza en pocas manos.
El capitalismo —consideró-— ha afianzado el colonialismo, es opuesto a la solidaridad y a la participación democrática, promueve el saqueo, amenaza a la paz y constituye el mayor peligro para el equilibrio del planeta. Al referirse a desafíos actuales de la humanidad, el mandatario cubano criticó la inexistencia de una voluntad política de los países industrializados para solucionar problemas como la pobreza, el hambre y las enfermedades prevenibles.
Pero si bien el Jefe de Estado cubano fustigó sin compasión a Estados Unidos, su dirigencia y sus aliados, los males actuales del mundo y fijó la posición política de su país frente a los principales temas de fricción internacional, también subrayó el deseo y la disposición de Cuba de superar el actual momento de retroceso de las relaciones con Washington y de contribuir al entendimiento entre los pueblos y gobiernos del planeta.
Díaz-Canel dejó bien sentado que el ascenso al poder de una nueva generación en su país no significa cambio de rumbo político, sino continuidad con la línea y los principios de la Revolución, en lo interno y en lo externo, y que nuestra patria honrará siempre, bajo cualquier circunstancia, su solidaridad y deber sagrado con los pueblos.
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