Expuesta en el salón Fayad Jamís, de la Uneac, La espiral infinita, que aporta a Sancti Spíritus un aire renovador y lírico
El artista de la plástica José Alberto Rodríguez Ávila regresa por más significado y mejor diálogo; acompañado ahora por la poetisa Dalila León Meneses, desembocan juntos en la dialéctica del vivir: nacimiento, crecimiento, desarrollo, envejecimiento y muerte.
La exposición titulada La espiral infinita pone la mira en lo más íntimo del ser y, sobre todo, en su devenir orgánico, encaminado hacia el concepto de la existencia cíclica del hombre, idea emparentada con el Eterno Retorno.
Editada y curada por el crítico Maikel José Rodríguez Calviño, la expo evidencia una vocación ontológica; tiene, por un lado, hondas y precisas figuraciones y, por el otro, versos leves y profundos, escritos por la poetisa invitada, artista de las letras que traza sobre el papel los ecos que la plástica provoca en ella.
Con La espiral infinita vuelven las preocupaciones más acuciantes de José Alberto Rodríguez: retorna a la técnica de la monotipia, pero afina el diálogo por medio de la poesía, hálito femenino que favorece la interpretación del discurso expositivo.
Las piezas encuentran en los versos de Dalila puerto seguro para los lances que en formas de líneas y tinturas José Alberto plasma sobre la cartulina.
A favor de los creadores conspira el hecho de que Maikel José Rodríguez conoce y sigue el desarrollo de las artes plásticas de la cuarta villa y también —porque es parte de ella— el devenir de su literatura, y de Dalila León de modo específico. Es claramente perceptible la selección, orden, cantidad, tipo y entramado semiótico que logra el también editor y curador de esta suerte de discurso combinado entre la cartulina y la versificación.
Ante esta exposición me hallé suspendido, atrapado a medio camino entre la definición filosófica, la percepción de las obras y la hermandad entre dos jóvenes y peculiares artistas espirituanos.
Esta alianza entre la poesía y las artes visuales no resulta única en el concierto universal de la plástica, pero aporta un aire fresco y necesario al panorama de las artes en la ciudad. Sobre todas las cosas, aporta una visión medular y ontológica acerca de lo que somos, deja a un lado el entramado social que nos envuelve y centra su atención en asuntos básicos, pero ineludibles de la existencia.
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