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Durante casi 200 años el viaducto sobre el río Yayabo ha resistido incontables crecidas ayudado por las características constructivas de su diseño

Todavía los espirituanos hablan con asombro de la última crecida del río Yayabo acontecida durante el reciente evento de intensas lluvias y que mantuvo en vilo a todo el barrio de Colón; sin embargo, iguales o mayores avenidas han ocurrido tiempos atrás y, más allá de la dimensión del desbordamiento, lo realmente admirable es la resistencia de un puente que se aproxima a sus 200 años de edificado y forma parte del patrimonio monumental cubano.

Escambray hurgó en los archivos y, según apuntes del historiador Orlando Barrera Figueroa —ya fallecido—, después de finalizada su construcción en 1831, entre las crecientes más significativas aparecen las ocurridas en los primeros días de junio de 1891 y luego en 1953, “en la que al ser obstruidas sus arcadas por árboles, palmas y animales, el río pasó por encima del puente, causando severos daños a las viviendas y haciendas en ambas márgenes del Yayabo”.

De esa última fecha hasta la actualidad, el río ha desbordado incontables veces su cauce, pero siempre el recio puente ha soportado la embestida de las aguas ayudado por las características constructivas de su diseño. ¿Por qué el viaducto sale ileso ante cada avenida?, preguntó Escambray al arquitecto Roberto Vitlloch, director de la Oficina Provincial de Monumentos y Sitios Históricos.

“El puente tiene una característica muy específica que está en concordancia con la época en que se construyó, es de arcos de medio punto —los llamados arcos romanos—, un sistema que trabaja a compresión, todas las fuerzas que recibe desde el punto de vista vertical bajan por sus apoyos y es precisamente la que hace que el arco se tranque, o sea, que se sujete”, explicó.

“Eso lleva varias piezas arriba y, esa unión de los dos puntos de los dos semicírculos, que le llamamos la clave, es la que aguanta la fricción”, añadió

Asimismo, identificó otras características de la obra como las luces de los arcos —el central tiene una luz de 10 metros—, el empleo de dos tipos de ladrillos, finitos, más bien estrechos en su espesor, que permitió hacer un círculo muy perfecto. “Tiene otra ventaja, no es plano, el arco central es más alto que los demás y hace que el agua pluvial escurra hacia los laterales”, expresó.

Como parte del diseño del puente —señaló Roberto Vitlloch—, en el sentido de la corriente tiene en sus apoyos unos tajamares, piezas anexas imbricadas dentro de la misma construcción, “no es una superficie plana que se enfrenta al empuje del agua, es como la quilla de la proa de un barco, corta el agua, evita que choque directamente con la base y desvía la corriente al espacio de los arcos”.

Un elemento importante, precisó, son las secciones de apoyo, que son grandes, y esas bases están sobre la piedra del río. “Para mi criterio, lo fundamental de la resistencia del puente es el sistema de arcos, las dimensiones de sus apoyos y los tajamares; se aproxima a los 200 años y está ahí, es el eterno amigo del río”, declaró el director de la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos en Sancti Spíritus.