Que meses atrás, en plena capilla de la funeraria espirituana, un difunto estuviese sin ningún arreglo floral junto al féretro no era indolencia de los familiares ni mucho menos última voluntad. Que en ese mismo lugar las coronas comenzaran a llegar luego, a deshora, a cuentagotas no era casual. Que los familiares tuviesen que acudir —y aún lo hacen— a los costosos arreglos florales por cuenta propia no era presunción. Que tales hechos se sucediesen antes y ahora de vez en vez es tan doloroso como la misma muerte.
Por más que lacere, de tal realidad se siguen lamentando no solo quienes viven en la cabecera provincial, sino también en Fomento, Trinidad, La Sierpe… a juzgar por los quejidos que han llegado al buzón de Escambray. Tampoco es la primera vez, ya en años anteriores estas mismas páginas se hacían eco de iguales sinsabores.
Hoy no es un caos, ha habido tiempos peores, dicen algunos. Al menos así lo asegura Lonny Pérez Madrigal, director de la Empresa Provincial de Floricultura y Jardinería: “Primero pasó el ciclón y, luego, vinieron las intensas lluvias. Todos los jardines se afectaron; no dio tiempo ni a recuperarnos. Ya algunos municipios se han empezado a recuperar como Jatibonico, Cabaiguán, Taguasco y Yaguajay —con los jardines de Meneses, Mayajigua y Jarahueca—. No es que tengan disponibilidad de flores, pero han ido dando respuestas”.
Ha sido un ciclo: sequía, ciclón, temporales… Tanto que varios de los 10 lugares destinados en la provincia al cultivo de las plantas usadas para la confección de coronas se han deprimido sin que se les pueda cortar ni una docena, quizás. Tanto, que todavía se sienten los más de 180 000 pesos que se computaron como afectación después del paso del huracán Irma. Pero las culpas no las carga, únicamente, la naturaleza.
Igual pesan las penurias del transporte disponible para mover las flores de un municipio a otro cuando se necesite; las torceduras congénitas de una empresa que debe autofinanciarse y que tiene una deuda notoria ante la Oficina Nacional de la Administración Tributaria; la negativa de los productores particulares de flores ante los contratos estatales; las dilaciones…
Bastaría saber que durante años el jardín de la cabecera provincial, el más grande de los que existen en la provincia, se explota a medias por falta de electricidad. Demorará otros más, tal vez, pues según Pérez Madrigal, sigue en trámites. “No depende de nosotros. La solicitud ya está hecha al Gobierno Provincial, hay que esperar a que se reúna la comisión provincial de inversiones que da un documento para que la empresa emita otro y luego llevarlos a la Empresa Eléctrica para que asuma el trabajo.
“Cuando se logre electrificar el jardín de Sancti Spíritus no será la maravilla del quinquenio; pero va a ser la locomotora que va a impulsar este tren porque se montarán ahí todos los semilleros y las flores finas. Es uno de los jardines más grandes y con mejores condiciones para eso”, reconoce el directivo.
Y, a la postre, todo atenta contra la prestación de uno de los servicios más sensibles que existen. Porque nadie quiere añadir a la pérdida de un familiar la ausencia de arreglos florales. Cierto es que intenta atenuarse con una y mil alternativas: la siembra de flores finas; la garantía de poliespuma para hacer los marcos de las coronas —lo cual garantiza que no se padezca hasta la carencia de hojas de plátanos, como ha sucedido—; los marigoles y cajigales que se trasladan desde otros jardines hasta el municipio cabecera…; pero ha sido insuficiente.
“Como no satisface toda la demanda —sostiene Pérez Madrigal— lo estamos calzando con algunas flores finas que tenemos contratadas con la cooperativa Ramón Balboa, de Guayos. En ocasiones ha habido que hacer las coronas con rosas nada más, pero esto encarece su costo. En muchas oportunidades no se pueden recoger las flores que sobran en otros jardines porque no hay transporte; de cinco vehículos está caminando una camioneta que no tiene las condiciones para transportar flores porque es muy calurosa y cerrada, además de que tiene un motor malo que en cualquier momento para y te deja botado”.
Evidentemente en la producción estatal de flores llueven las carencias, las fallas, las prórrogas… Inaudito que en los cestos particulares no escasee flor alguna y que hayan subido estratosféricamente de 2 a 5 pesos, solo por un papel de celofán de más. Varias de las personas que ejercen estas actividades dijeron a Escambray que se las ingenian para hacer convenios con empresas de otras provincias, con productores particulares y hasta buscan las hojas de plátanos para hacer los marcos de las coronas en uno que otro patio.
Quienes pueden pagar estos servicios, cuyos precios oscilan entre los 50 y los 250 pesos, por lo general, lo hacen. Y no es censurable tal opción —de lo contrario no se hubiese aprobado la patente que los respalda como fabricante-vendedor de coronas y flores—, lo cuestionable es que ante la carencia estatal, en lugares como Trinidad, según dicen algunos lectores, se convierta en la única alternativa para honrar póstumamente a un familiar.
Ciertamente, alivia saber que la empresa tampoco anda de brazos cruzados: se mandan a hacer coronas en unos lugares y se trasladan a otros, cuando se ha requerido; se resiembran jardines; se apela a la conciencia de los productores…, pero las soluciones no siempre llegan ni para calmar angustias.
Imagino que no sea preciso esperar a que las enmiendas caigan del cielo, como la lluvia; antes habrá que lograr que junto al féretro, a la hora que sea y como sea —porque la muerte nunca es oportuna—, haya, al menos, una ofrenda de flores. Y ojalá para ello tampoco sea necesario sufrir otros abatimientos —los de las dilaciones, las carencias, la racionalidad hasta en el número de arreglos florales, me refiero—, pues el dolor por una pérdida no se aminora fácilmente y, sobre eso, nadie quiere asistir al funeral de las coronas.
Considero que de pesimismo no está hecha esta revolución, las flores si queremos las habrá, el transporte igual, recordar que si se puede el problema está en tomar esa decisión y luchar por resolver los inconvenientes que se están presentando, trabajar es la única forma de resolver los problemas…
Ha habido tiempos peores…Esa frase lo justifica todo..Ni siquiera en el último viaje nos escapamos de las carencias..Al menos de esta me escapo..Elegí la cremación y mis restos al mar
Hermano, no cante victoria anticipada por su último deseo, que usted no sabe qué pasará de aquí a la fecha que le toque, como aquí las cosas en vez de mejorar deciden hacer lo contrario, quizás no haya crematorios en ese entonces. Ojo con eso.
justificaciones, tras justificaciones eso no es un problema que lo tenga que administrar el estado pero que la gente pueda adquirir sus autos para transportar las mercancías, que las cosas tengan un valor relacionado con los ingresos y viceversa que los ingresos permitan adquirir los servicios y solito habrá motivación para sembrar, cosechar y fabricar los arreglos florales y así con lo demás.
El problema es de fondo, seguimos y seguiremos justificando lo injustificable, justificandolo todo, absolutamente todo, saltamos de ciclones a sequias, a ciclones y a desastres, por eso las vacas no dan leche, no hay papas en el mercado, el pan es de mala calidad, se escasea la aspirina o las libras son de 14 onzas, la culpa la tienen Irma y Alberto, echemosle varios años de prision, a ver si esto mejora.
Se te olvidó «El Bloqueo» que lleva el primer lugar!!!!
Ante tantas dificultades,hay que empezar por cambiar la cultura funeraria,que no somos capaces de mantener y trae mas disgustos que esperanzas, quizás sea mas fácil poner fotos del fallecido sobre su ataúd,cintas con su nombre y solo un ramos de flores,porque si de arreglos florares hablamos jamas tendrán solución, la burocracia,las trabas y las dificultades seguirán siendo el pan nuestro de cada día