Con profunda pena y un nudo en la garganta recibimos la noticia del deceso repentino en Cienfuegos de Sean Joseph Clancy, un irlandés radicado hace más de 15 años en Trinidad, donde fijó residencia y concibió a su hijo Joseph Fidel, quien lo acompañaba en el momento de su partida física.
“Yo quise ponerle ese nombre en honor al Comandante. Su nombre completo es Joseph Fidel Clancy Pérez y todo el mundo lo llama Fidelito. Él tiene tres años y por ahora solo habla español porque es el idioma que hablamos en casa. Fidelito es mi vida”, expresó hace cinco años a este redactor el hombre venido de la verde tierra céltica en la Casa de la Amistad del ICAP en la villa trinitaria, durante un encuentro para hablar de su labor en el Comité Internacional por la Libertad de los Cinco.
Clancy poseía un hostal en la ciudad, dedicado a recibir principalmente a integrantes del amplio movimiento de solidaridad con Cuba provenientes de los cuatro confines del planeta, pero en especial a latinoamericanos, irlandeses y españoles.
De cómo se hizo trinitario, relató: “Yo vine con un cubano que conocí en La Habana, permanecí por dos días esa vez y me gustó, y cuando de nuevo vine a Cuba me dije: Tengo que ir a Trinidad, porque me sentí bien en este lugar’. En el año 2001 conocí aquí a una muchacha, y al año siguiente nos casamos”.
Sean Joseph no aterrizó del cielo en su inclinación hacia la izquierda, porque allá en Irlanda fue miembro del partido independentista Sinn Féin y sufrió con sus compatriotas el crimen cometido por la entonces primera ministra británica Margaret Thatcher, quien en 1981 dejó morir en prisión a 10 activistas de esa entidad, en huelga de hambre, al negarse a reconocer su condición de presos políticos.
Aun así, cuando vino por primera vez en 1999 llegó con los prejuicios sembrados por el bombardeo de infundios y tergiversaciones que la prensa burguesa de su país ejercía acerca de Cuba, situación que fue cambiando a medida que tomó contacto con la realidad de la isla. De ahí a abrazar la causa de Cuba y de los Cinco no había más que un paso y él lo dio cuando tomó la iniciativa de escribirle una carta de aliento a cada uno de esos Héroes cubanos. “Todos me contestaron”, refirió entonces con orgullo.
Ese fue el comienzo de una lucha sin cuartel por la libertad de Gerardo, Antonio, René, Fernando y Ramón, que lo llevó en ocasiones a otros países y dos veces a Washington, donde incluso fue al Capitolio y se reunió con congresistas para exigir su liberación, con lo cual dio un importante aporte a la victoria en esa batalla que devino internacional. El día que los liberaron, confesó, estuvo entre los más alegres de su vida.
Ahora, ante esta triste noticia, uno mi pesar al de las muchas personas que lo conocieron y estimaron. La urna con sus cenizas ha sido puesta en su modesta casa para ser velada, rodeada de imágenes donde se ve a Clancy con dirigentes revolucionarios y con algunos de los Cinco, en espera de la llegada de sus familiares desde la lejana tierra verde donde nació.
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