Desde hace 40 años Florentino Ramírez Zazeta reparte la enseñanza por zonas rurales de Taguasco
La mañana asoma sus primeros rayos de luz y Florentino Ramírez Zazeta, el maestro de la comunidad de Santa Rosa, recorre los senderos intrincados desde Los Charcazos para educar con gran pasión a los hijos de los pobladores del asentamiento y de otros caseríos aledaños. Su caballo es el responsable de la puntualidad que le caracteriza y que, ya sin asombrar a nadie, le acompaña desde hace ocho años en esa profesión tan digna; sin importar el sacrificio o las dificultades que implica llegar hasta una zona rural desconocida para muchos.
“Vivo en Los Charcazos y viajo 16 kilómetros diarios, ocho para acá y ocho para allá. Tengo que salir todos los días de mi casa a las seis de la mañana o, de lo contrario, no llego a tiempo aquí”.
¿Cuándo comenzó en el magisterio?
Comencé a trabajar el 1 de octubre de 1971 en la escuela Agapito Moya en Ojo de Agua, prácticamente, cuando terminé mis estudios de sexto grado, pero no fue hasta que tuve 15 años que comencé mi superación y obtuve el título de maestro primario.
Siempre tuve muy buenos compañeros que me ayudaban, tutores que me enseñaron a trabajar porque era muy joven y no tenía ese dominio.
En ese centro trabajé más de 20 años. Luego me incorporé a otras escuelas donde había necesidad de maestros como, por ejemplo, la 9 de Abril.
He trabajado multigrado toda mi vida con matrículas amplias, con alumnos de 14, 15 años y mayores también. En aquella época los alumnos eran grandes, no como hoy que son más pequeños.
¿Qué le aporta ser un maestro de escuela rural?
Desde que inicié la profesión siempre me ha atraído, me he mantenido en ella porque me gusta, pues podría haber cambiado de trabajo desde hace mucho tiempo; sin embargo, he seguido, ya cuando me faltan pocos años de retiro.
¿Cuáles son los mayores desafíos que enfrenta un maestro en el campo?
Están en la preparación porque son grupos multigrados, hay que prepararse en diversas asignaturas, los contenidos y procederes son diferentes a la hora de impartir las clases y la planificación de esos contenidos es lo que más me agobia como maestro, pues hay alumnos aventajados y otros no, siempre hay que tener una línea de trabajo para cuando te pares frente al aula le llegues al bueno, pero también al menos aventajado y poder sacarlo.
Todos los meses tenemos preparación metodológica, que es donde tomamos los cambios, llevamos asignaturas priorizadas en la ruta, yo trabajo la Historia y preparo a mis compañeros, está la historia de la localidad que hay que darla y reconocerla porque es muy importante.
¿Alguna anécdota que recuerde más?
La vida nos tiene siempre anécdotas que evocan a esos alumnos que saben dejar una huella en el maestro, otros que han tenido problemas y, sin embargo, uno ha sido capaz de sobrellevarlos y entenderlos. Las dificultades de aprendizaje son frecuentes, por lo que he tenido que lograr por otras vías que asimilen los contenidos y aprendan.
Tuve una alumna que decía que no deseaba estudiar más porque no la queríamos ni la atendíamos, entonces esas cosas se fueron conversando y se fueron convirtiendo en una realidad, ella se dio cuenta de que le era útil a la sociedad si se incorporaba.
Con esos estudiantes he logrado cosas importantes en la vida y lo que he hecho hoy lo agradecen.
¿Qué enseñanzas le dejan los 40 años de magisterio rural?
Me emociona que los alumnos me reconozcan y digan: “Mira, ese fue el maestro que me enseñó y me ayudó”. Muchos hoy son profesionales: ingenieros, médicos, estomatólogos y de otras especialidades.
A la escuela de Santa Rosa todos los alumnos de lejos vienen a caballo, este año tenemos poca matricula, pero en otros cursos hemos tenido más de 20 y siempre se trasladan así; incluso los hay muy chiquitos y hasta tenemos que ayudarlos a montarse, desmontarse y bajarles la mochila porque no alcanzan al estribo, pero son bestias mansas y los padres confían en ellas, así asisten a las clases diariamente, son muy puntuales y no faltan.
¿Las familias de los niños apoyan su trabajo?
Los padres son muy interesados y preocupados por los problemas que tenga la escuela, nos ayudamos mutuamente para todo. Cuando el alumno tiene un contenido que no domina, el padre hace el esfuerzo y viene a la escuela para que nosotros le expliquemos y así pueda repasar a su hijo en la casa.
“Si empezara de nuevo, volvería a ser maestro. Cuando termine mi jubilación tendré 50 años de magisterio; pero, si me lo piden, lo sería otra vez». Así nos despide un hombre que en estas apartadas tierras ha sembrado y recogido el amor de impartir la enseñanza.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.