Un cuadro en las cercanías de su buró la delata. “Tengo dos niñas, Yulianna y Arianna. Ser madre es una bendición, saber que tienes una criatura en el vientre, que la sientes cuando se mueve, que sufres los dolores del parto y la puedes tener después en los brazos, sentir eso y luego que te pase la mano por la cara, y cuando crezca te diga: ‘Mamá, te quiero”.
“¿Quién escogió los nombres? Mi mamá eligió el nombre de la mayor, que tiene cuatro años, y se le buscó uno parecido a la otra, de tres”.
Pareciera que ellas son las únicas personas que están a cargo de Mayrelis Cepeda Machado. Sin embargo, la joven asumió con 25 años la dirección de la Escuela Secundaria Básica Urbana 23 de Diciembre y, con ella, a más de 700 estudiantes de diversos puntos del municipio. Hoy, a los 27, conoce como la palma de su mano todos y cada uno de los procesos que tienen lugar en el centro.
“Desde pequeña quise ser maestra, mi abuela y mi tío fueron alfabetizadores, eso viene de las raíces. Yo estudié, cuando aquello era pre-pedagógico, en la escuela Marcelo Salado durante tres cursos. Después empecé la universidad, a la par, era Profesora General Integral en la Secundaria Básica Víctor Daniel Valle Ballester, donde aprendí mucho de mi tutora y mi jefe de grado. Desde segundo año estoy en esta escuela. Después me gradué, salí embarazada y estuve fuera muy poco tiempo. Comencé a trabajar, mi mamá me cuidaba la niña dos días; una tía, otros dos, y así. Otras veces hasta la traía en el coche.
“Cuando estaba con un grupo de octavo grado salí embarazada por segunda vez, y tuve mi licencia de maternidad. Para el próximo curso, al incorporarme, ya era jefe de grado de noveno. Comencé en septiembre y en diciembre me trasladaron a la Víctor Daniel Valle Ballester como directora. A la semana debí regresar porque yo era la reserva inmediata del director y él se trasladaba para el IPU Honorato del Castillo. En mayo del 2016 comencé a dirigir la 23 de Diciembre”.
En casa, ¿qué le dijeron?
Cuando me propusieron el cargo lo primero que hice fue conversar con mi mamá y mi esposo, también con mi papá. Mi esposo me dijo: “Las oportunidades se dan una vez en la vida y hay que aprovecharlas, pero recuerda que tenemos dos niñas pequeñas, hay que llevar trabajo, casa y familia”.
¿A qué hora llega a la escuela?
A las siete de la mañana, y me voy a las cinco o cinco y media de la tarde. No es fácil salir de aquí, llegar a la casa, hacer los quehaceres, atender a mis hijas, estar pendiente de lo que pasa en el final de la tarde y la noche en la escuela…
¿Qué experiencias le son más gratificantes?
Cuando uno está sentado en este puesto, conoce y vive muchas experiencias. Tengo un alumno que tiene una hemiplejia derecha, por lo que ese lado de su cuerpo está afectado. Es un niño con mucho talento, está en noveno grado, tiene más de 95 puntos de promedio y aspira a estudiar Informática. La maestra lo ayuda a bajar y los niños a subir las escaleras porque estudia en el cuarto piso, además lo llevan hasta su casa porque vive cerca y se van todos junticos.
El hogar y la secundaria, ¿se parecen?
Llegar a mi casa es como estar en la escuela, no digo que sean dos lugares diferentes porque el que tiene hijos y dirige encuentra el parecido. Mis niñas no se portan mal, pero dan guerra; si gritan, digo: estoy en la escuela; si hicieron algo: estoy en la escuela. No puedo irme de la escuela. Solo existen diferencias en la edad.
¿Extraña el aula?
Sí, extraño todo ese contacto, ese intercambio, aunque de vez en cuando tengo que impartir algunas clases, no es lo mismo.
¿Qué significado tiene para usted el silencio?
Para decir que la escuela está callada tiene que ser un jueves que no hay Educación Física. ¿Silencio? Solo cuando estoy durmiendo. Al llegar el fin de curso digo que se acaba mi vida, solo están las personas de guardia y los niños que vienen al plan vacacional, que son los menos.
Su fórmula es simple: “Es raro verme detrás del buró porque me gusta ver qué está pasando en la escuela”.
¿Asumiría ser docente en otra enseñanza?
Cuando a uno le gusta la profesión no tiene miedo de estar frente a un aula, incluso si se trata de una enseñanza diferente, aunque siento que no me adaptaría, siempre soñé con ser maestra de Secundaria Básica, no de otro lugar. El magisterio es mi sueño hecho realidad.
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