La intención de que los centros arrendados resultaran la salvación de la gastronomía estatal ha quedado únicamente en eso, en ideas. Hasta los días de hoy ese experimento no satisface las expectativas
Una caja de jugo de manzana a 70 pesos; una lata de refresco a 15 pesos; un paquete de galletas caseras a 10 pesos… se expenden en cualquier anaquel de cualquier bar de esta provincia. Como si tales productos fueran una exclusividad de esas instalaciones —y no se comercializaran en la shopping de al doblar la esquina—, como si vender pan con croqueta hubiese pasado de moda.
Desde que los bares y cafeterías del territorio pasaron, supuestamente, de las manos de Gastronomía a la de los otrora administradores del local, en virtud del renombrado arrendamiento ha cambiado más que la fresca pintura de la fachada; se han convertido, en algunos casos, en una metástasis de lo que eran: una cantina abierta a no pocos bebedores.
Porque la intención de que resultaran la salvación de la gastronomía estatal ha quedado únicamente en eso, en ideas. Ni ofertas variadas todos los días ni asignaciones de mercancías al por mayor.
Tampoco debe suceder en todos, quisiera creer; pero cuando Escambray se sentó en más de una barra despacharon los mismos argumentos: que si los productos que se expenden hay que adquirirlos en las tiendas recaudadoras de divisas, por lo general; que si no se vende a esos precios no da negocio; que si el mercado mayorista ha quedado solo en proyectos; que si la inestabilidad de las mercancías mengua, también, las ofertas; que esa especie de cordón umbilical con Gastronomía trae no pocas ataduras; que si tampoco es que se pueda hacer mucho más.
De acuerdo con Carlos Alberto Olaya Hernández, especialista principal del Departamento de Gastronomía del Grupo Empresarial Comercio Sancti Spíritus, del 2013 —cuando se inició el arrendamiento de estos locales— a la fecha el objeto social sigue siendo el mismo: la venta de productos elaborados y así consta hasta en los contratos. “En las zonas urbanas deben tener alrededor de siete variedades de sólidos y dos líquidos y en las zonas rurales les encomendamos tres variedades de sólidos y hasta dos líquidos”, apunta Olaya Hernández.
Ni estuches de Mentiplus al por mayor, ni paquetes de Pelly por doquier, ni caramelos… porque las 295 unidades gastronómicas que están incorporadas a esta nueva forma de gestión deben comercializar, ante todo, lo que sean capaces de elaborar en una hornilla eléctrica, cuanto menos.
Debería ser de esa manera, si el pan no hubiese que adquirirlo en la panadería de todos —aducen no pocos titulares—, si para hacer una croqueta hay que buscar cada ingrediente a cuentagotas, si con más gastos hay que obtener hasta ganancias y repartirlas entre todos.
“El ron, el cigarro y el tabaco se les vende a precio minorista con un descuento del 20 por ciento —asegura Olaya Hernández— y tienen un precio topado; lo demás es por gestión de los propios titulares y el precio es por oferta y demanda, de acuerdo con los productos que adquieran”.
Y esa elasticidad de los precios suele acarrear no pocos desamparos a los consumidores, porque ¿cómo explicar entonces que en La Ranchuelera, única Cooperativa No Agropecuaria del sector, el refresco enlatado cueste, en algunas ocasiones, 12 pesos?
“A esta instalación, que tiene 23 socios, se les garantiza todo el recurso: café, leche, azúcar y refresco enlatado, este último con un precio topado, pues según resolución debe venderse a 10 pesos”, aclara el especialista.
Entonces no solo habrá que velar por que en la tablilla existan tantas ofertas como sea posible para satisfacer a los clientes y porque la industrialización no corrompa, también, las instituciones; sino, porque los costos, por más autonomía que tengan, no atenten contra los bolsillos de los consumidores.
Ha pasado un quinquenio de que se iniciara tal experimento y según las autoridades ya se cosechan los frutos. “Estas nuevas formas sí han dado resultados en cuanto a la ambientación y confort de las unidades —sostiene Olaya Hernández—, pues en los contratos tienen planes de mantenimiento y reparación cada dos años, y la oferta de los productos es mayor, como es por oferta y demanda el diapasón del precio está abierto y es más fácil para vender”.
Tampoco es la primera vez que Escambray escucha tales argumentos, porque cuando años atrás se hurgaba sobre el tema se insistía en apostar que las únicas transformaciones que han sufrido los locales no es el cambio de uno que otro administrador.
Y hasta se han probado nuevos métodos para hacerlos rentables, tanto que en los lugares donde han quedado huérfanos de titulares —es decir que los administradores han colgado los guantes— se han anexado a entidades estatales bajo el mismo método de antes: subordinación a la Gastronomía de cada territorio. Mas, hasta ahora, me atrevo a comentar, el remedio no ha pasado de ser una curita.
No dudo que, a la postre, tantas pruebas en el laboratorio del día a día acaben por dar resultado. Tendrá que pasar otro quinquenio, tal vez, para que el transeúnte prefiera comerse un pan con mortadela en El Norma, por ejemplo, antes que una hamburguesa en Las delicias del paseo. Porque la calidad en el servicio no se traduce, solamente, en pinturas de más y pocas moscas de menos. Porque para salvar la gastronomía estatal se precisa más que un experimento.
Personalmente me hubiese gustado mas la opcion de mantenerlos estatales y pagarle al trabajador adicionalmente un por ciento sobre el ingreso de su turno con tal de lograr mayor motivacion, asi los demas trabajadores asalariados tendriamos mas opciones con los precios y con el servicio
Es cierto la mayoria de los locales arrendados se han converido en revendedores de productos que se expenden en divisa por las distintas cadenas del estado, o en magnificos bares de mala muerte que venden ron de de dudosa calidad y procedencia, pero que al parecer es lo que mas ganancias les genera, por otro lado todo elmundo sabe lo que pasa en esos lugares y nadie toma cartas en el asunto porque de productos elaborados nada y de ofertas variadas como dice el representante del grupo de comercio muchisimo menos, pero bueno hablar sobre este tema llevaria mas del que dsiponemos en este momento.
Seguimos caminado por las RAMAS, periodistas y comentaristas el problema es de RAÍZ. Si tenemos miedo de aceptarlo ni comentemos.
Esta claro, no se si la idea era desvirtuar la propiedad privada o trabajo por cuenta propia, como lo quieran llamar, la cuestión es que si no existen las condiciones para que el sector emergente realice satisfactoriamente sus operaciones, traducido en servicios, no pueden existir precios competitivos, para nadie es un secreto que en muchos lugares no estatales el servicio es de mejor calidad y la atención ni decir, no creo que sea muy profundo este trabajo, si se habla de precios por que no se refieren a los de las entidades estatales, que con un servicio de quinta te cobran uno de primera, ni servilletas encuentras, y esos precios los aprueba el estado cubano y son siempre «in crescendo» la otra cosa es que si existiera ofertas donde quiera cada uno se tuviera que «comer o beber» sus precios elevados, al no existir estas las personas que «pueden» acuden al lugar donde las puedan encontrar. No vayan tan lejos y revisen los quioscos ubicados en la Avenida de los Martires y otros lugares, donde la calidad y la sanidad con que se trabaja deja mucho que desear, con todo lo que digan prefiero el privado… Para gusto se han hecho los colores. He dicho.
Como quiera que lo pinten es un descaro!
Esto pasa porque la matemática es bien clara (es una Ciencia Exacta, la filosofía no).
2 + 2 es = 4
No se puede hacer más con menos. LQQD.