El Paso no da paso

De la galería El Paso no queda ni señalética del lugar al costado de la carretera, ni cartel encima de las puertas, ni guardia alguno para velar ninguna colección

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Desde el 2011, que dejó de funcionar como galería El paso, este sitio ha permanecido cerrado. (Foto: Vicente Brito)

La galería de arte El Paso fue una de las más modernas salas expositivas de la provincia; hoy no pasa de ser un cadáver. La sepultaron, de a poco, orfandades estatales e imprevisiones hasta para solventar las goteras que más de una vez se anunciaron amenazantes.

Porque lo que convirtió a aquel túnel soterrado —justo debajo de la Carretera Central en las cercanías del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos— en un espacio para el conjuro del arte, no murió únicamente por su propio peso.

Más de una década atrás —en el 2007, para ser exactos— aquel cordón subterráneo de 23 metros de largo y cuatro de ancho se llenó de pronto de luces colgando hasta de las paredes, de cuadros de consagrados artistas y de emergentes pintores locales, de modernas puertas. Y Abel Prieto inaugurando la sui géneris galería y la prensa toda captando la novedad.

Ciertamente fue un hervidero del arte: exposiciones colectivas, proyectos que nuclearon a importantes figuras de las artes plásticas en la isla, peñas de trovas que subían escaleras hasta la parada de guagua aledaña para captar público… Duraron cuatro años. De aquel proyecto no queda ni señalética del lugar al costado de la carretera, ni cartel encima de las puertas, ni guardia alguno para velar ninguna colección.

Alexander Hernández Chang, presidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), reconoce que el paso de cerrojos fue un reclamo de los propios artistas. “La galería El paso fue una idea genial —de Aliosha Díaz y Rafael González— que en su momento funcionó para Sancti Spíritus, lo que pasa es que no se previó su mantenimiento. Ahí se desarrollaron proyectos importantísimos como Las yerbas florecen en el campo, de Rafael González dedicado al natalicio de José Martí, o Granma; pero la galería comenzó a presentar problemas constructivos. Aunque para acondicionarla se resanó la placa y se limpiaron las paredes de mármol de los laterales, siempre quedó pendiente el desagüe. Fue presentando problemas de filtraciones y de inundaciones; cuando llovía el agua llegaba a un nivel que podía dañar las piezas”.

Faltó previsión, dicen. Porque nadie —ni los propios artistas, ni el Sectorial Provincial de Cultura y Arte, ni el Gobierno— tuvieron en cuenta el océano en que podía convertirse el local con un simple aguacero o reparación alguna para resanar los estragos de las crecidas de las aguas. Tantas gotas colmaron no pocas copas.

“Era una inversión que el Sectorial de Cultura no podía asumir —advierte Hernández Chang—. Además, era una galería que no pertenecía al Consejo Provincial de las Artes Plásticas y la AHS asumía toda la programación, pero materialmente no se podía porque no había una inversión del Estado que pudiera arreglar los desagües y darle el mantenimiento anual o cada dos años que requería el espacio.

“Entonces empezaron a surgir nuevos planteamientos de los asociados de cambiar la galería, pero utilizar los mismos recursos que ya teníamos en esa y que llevaba un tiempo prolongado cerrada. Fue un reclamo de la Asociación desde el 2012 hasta el 2015, porque se necesitaba seguir promocionando la obra de nuestros artistas, que es cuando nos presentan la parte de alante del Centro Provincial de Patrimonio como espacio galerístico y del taller de grabado”.

En tantos años no ha podido resolverse. No solo los problemas constructivos que hicieron cerrar la galería a cal y canto; tampoco la falta de un tutelaje estatal acorde con los destinos del arte. Sí, porque por inverosímil que resulte lo que fue la galería El paso nunca ha estado en los dominios de Cultura; legalmente es propiedad de Servicios Comunales.

Interpelado por Escambray, Raúl Navarro, jefe de la Dirección Provincial de Servicios Comunales, esclarece que, lo previsto para ese espacio nada tiene que ver con la cultura. “La propuesta es habilitarla como una oficina del área Centro de Comunales. Como ha estado tanto tiempo cerrada hay que resanarla y ponerle las luces. El objetivo es darle una utilidad, ya sea social o administrativa, para evitar que se cometan allí indisciplinas sociales como ocurría antes de que fuera galería”.

Será una enorme oficina, a juzgar por las dimensiones de ese túnel; mas, aún no se sabe la fecha en que abrirá sus puertas. Lo único claro es que en tantos años ese lugar ha sabido mutar de un estado a otro sin gradaciones: de paso peatonal a urinario público; de galería a, en ciertas ocasiones, cuasi vertedero.

Que permanezca en ese limbo es mucho más pernicioso que la pérdida de los recursos constructivos que una vez se invirtieron allí para convertir aquel puente en un centro cultural.

Mientras se destraban tantos pestillos, imperdonable resulta que, por el momento, la única instalación existente —por decirlo artísticamente— sean las heces fecales, y no solo de animales, mal oliendo más allá de las puertas mismas o el desorden arbitrario de unas cuantas latas de refresco.

Dayamis Sotolongo

Texto de Dayamis Sotolongo
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

Comentario

  1. Comenzando que la idea fué a más estúpida que he visto y los medios la aplaudieron con bombos y platillos. ¿Alguien no sabía que eso está por debajo del nivel del suelo?. Nadie se dió cuenta que las rejillas de desague no dan capacidad cuando llueve mucho y tiende a inundarse. Nadie vió las veces que cuatro hojas tupieron el desague y se convirtió en una piscina ante las lluvias intensas. Nadie recordó nada.

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