Por segunda vez en su vida mi abuelo no pudo asistir a las urnas. Le sucedió primero el pasado noviembre, cuando el peso de los 97 años se hizo sentir con fuerza en cada parte de su cuerpo desgastado
Aun así, pensó sería capaz de esquivar por solo minutos el malestar de las piernas y salir de casa, pero el tiempo, el implacable, como reza la canción, no jugó a su favor.
Desde ayer sábado, barajó de nuevo la posibilidad de desafiar los achaques cotidianos. Sin embargo, no hubo mejor suerte, y con la resignación de quien se niega a envejecer me dijo: “Llama al colegio y diles que me traigan la boleta”.
Quisiera saber qué pensamientos le rondan la memoria ahora mismo, al ver llegar al pionero custodiado por un miembro de la comisión electoral de mi circunscripción. Él, que se fue al Escambray, que se batió codo a codo aquel 28 de diciembre de 1958 para liberar a Trinidad, que sorteó la persecución a los miembros del Directorio Revolucionario 13 de Marzo… le cuesta verse sentado en la misma mesa de todos los días, con el lápiz en la mano, debatiéndose por quién votar.
“Este asunto es serio, déjame decirte. No es marcar por marcar. El destino del país comienza a decidirse desde aquí, desde la base. De cada ciudadano responsable depende en gran medida el futuro de Cuba”.
— ¿Ahora van de regreso al colegio?— pregunta a la mujer y al pionero.
—No. Vamos a llevarle las boletas a Lucía, en la esquina, que también está bastante delicada. Después vamos a casa de Pepe, que nos llamó porque tiene los tobillos inflamados.
— Es el alma-naque, hija —bromea— Pero bueno, aquí seguimos pa´lante mientras se pueda. No se crean los años que me van a privar de momentos tan importantes para el país como este.
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