Muchos varones (también alguna que otra hembra) se hacen los ciegos ante la aparición de una futura madre con toda la evidencia necesaria para saber de su condición
Era uno de esos días en que todo sale mal. Vas a la institución de servicios a conocer el curso de tu trámite y la puerta, cerrada. Cuando logras entrar, alguien te escucha a regañadientes y explica, en medio de su protesta por la puerta abierta, que hasta la jornada anterior tuvieron “caído el sistema”, y que ahora no reciben público.
Por falta de “sistema” (automatizado, donde digitalizan todo, incluida la solicitud a la que, por petición tuya, deberán responder desde otro punto de Cuba) el trabajo se atrasó, y entiendes por qué en aquel lugar no han recibido ni señales de humo sobre tu apremio. “En los días que lleva llamando, ya habría podido venir y llevárselo usted misma”, había alegado horas antes una solícita voz femenina del otro lado de la línea. Pero los teléfonos del centro, aquí, no responden jamás, y a menos que vayas no sabes lo que pasa. Te preguntas ahora si los teléfonos serán parte del “sistema”.
Vas masticando tu inconformidad, pensando en cómo digerirla, cuando te encuentras con una embarazada y su madre; esta última hala una balita de gas licuado. Traen caras de pocos amigos y olvidas de súbito tu problema al escuchar su relato, que te parece de ciencia ficción, pero trata de algo acabado de suceder.
La madre, nerviosa aún, cuenta. Llegó a la cola del punto de expendio de gas licuado en el área posterior a la sala Yara a las 5:30 a.m. y ya había unos cuantos revendedores. No hace falta una bola de cristal para saber que no son consumidores comunes: andan con siete tarjetas cada uno y sus respectivos depósitos. El joven de adentro, el que vende, le pide a uno que “coopere” para poder “ayudarle”.
Ellas, ignoradas por el grupo de hombres, aunque la mujer marcó de los primeros números y el contrato está a nombre de la gestante. Uno de los “coleros” exhala un fuerte aliento etílico y riposta constantemente. Otro reclama que ese es “su trabajo”, que él vive de eso. Afirma, en tono irónico, que si no tiene patente de trabajador por cuenta propia es porque no lo dejan. Y hay más de 30 tarjetas recogidas desde el día anterior.
Exactamente a las 9:15 a.m., en plena calle, me cuentan la mejor parte de la “película”: la madre quería llamar a la Policía, pero ella se echó a llorar, cuando “el muchacho que vende el gas” les dijo que las embarazadas no tenían prioridad allí. Así, con todas sus letras y sin que se le tensara un músculo de la cara. Sin conmoverse ante la prominente panza que en pocas semanas estará desinflada. Sin reparar en madre desvelada, en piernas hinchadas o en rostros con ira y desesperación entremezcladas.
Sentí un súbito acelerón de los latidos en el lado izquierdo del pecho. Mientras me condolía de las dos mujeres, volvió a mi mente una escena vivida a comienzos de 1984 en la terminal de ómnibus de Santa Clara. Un funcionario público, de esos que se supone ayuden a que el tráfico fluya bien, me negó, al regreso del centro donde entonces trabajaba, la posibilidad de abordar un ómnibus.
Aquella tarde el número se me había pasado mientras fui a comer una pizza, allí mismo, para mitigar el hambre de mis siete meses de embarazo. Y así, de manera tajante, él me petrificó: “Solo puedo darle prioridad si trae un papel del médico donde diga que usted se siente mal”.
Pensé que a estas alturas cosas así no sucedían. Es cierto, muchos varones (también alguna que otra hembra) se hacen los ciegos ante la aparición de una futura madre con toda la evidencia necesaria para saber de su condición. Es cierto, las cosas han cambiado tanto que la gente a menudo no habla, sino ladra. Es cierto, a veces los afectados no obran de la manera conveniente y callan sucesos donde se requiere la intervención, cuando menos, de alguna autoridad directamente vinculada con el lugar donde sucedió el absurdo.
Pero la descomunal falta de respeto del expendedor de gas fue superada casi al instante, por él mismo, cuando, al escuchar los reclamos de una madre protectora y decepcionada, le espetó: “No te me pongas pesada, tía, que al final vas a tener que morir conmigo”. Y yo, obligada a abstenerme de publicar sus nombres por solicitud de ambas, debo conformarme con una reflexión casi maquiavélica: ¿será?
Buenas tardes soy de Holguín y tengo un niño de 2 años. Quisiera tener conocimiento y poder contar con algo escrito, legislado que recoja la prioridad que el estado cubano establece para el caso de las embarazadas y madres con niños chiquiticos y que Ud menciona en su artículo
No quiero ni increpar ni discrepar de su criterio respetada Delia, pero el llevar la tarjeta a nombre o no del que la compre se resuelve llevando el carnet de identidad, o como lo resuelven los ¨mensajeros¨que alli estaban, me refiero al respeto que debe nacer de los mas cercanos a las embarazadas y a la concideracion que se les debe tener, si se interpretó de otra manera no fue mi intencion que las palabras aqui expuestas fueran interpretadas de tal manera, Ud. deice verdades, yo también.
Da vergüenza como olvidamos que nacimos de una mujer y son ellas las que llevan en sus vientre nuestros hijos,nos acompañan y sustituyen nuestra madre cuando la perdemos.Opino que el hombre que maltrata una mujer le queda grande ese calificativo
Pienso que esa actitud como cada una que se tome y no consiga ayudar a una madre futura es una muy mala actitud humana, y una cruel manera de actuar.
Acoto ahora y pienso que como dice el dicho… ¨en la viña del Señor hay de todo¨… Sucede y ocurre que hoy, en una gran mayoría de las familias (grupos sociales) donde hay una embarazada, impedido u alguna manera de reconocer prioridades por sus condiciones, se emplean tales capacidades o incapacidades para ejercer y/o recibir beneficios….pongo ejemplos……en la casilla de la Calle de la Gloria, la del Chinito, a la que pertenecen tiendas como la CMQ, La Ideal, y algunas otras del barrio Jesús María a ocurrido que llega un TIPAZO con su esposa embarazada y la ha puesto a ella en la cola en vez de llevarla a descansar y regresar a la cola, pero resulta que es más rápido y fácil que sea la EMBARAZADA la que haga uso de su condición para adquirir el producto y el desde la acera mirando quede en espera de que la cola priorice a la embrazada, sucede que en otros casos como ese que UD. Explica, ¿Por qué no fue alguien del núcleo a buscar el gas? y la EMBARAZADA quedó en su casa de reposo, sucede que ninguna EMBARAZADA hasta hoy se embaraza sola, se hace injusto y no digo que siempre suceda así, que ciertas condiciones se empleen para irrespetar a grupos sociales y se empleen como derechos que no están establecidos y se recurren al buen actuar de la sociedad para su ayuda, pero hay casos en como se dice en buen cubano SE DA CON LA CARA, tanto así que por citar otro ejemplo dejan en la casa a la niña chiquita al cuidado de la abuela, parten a La Feria papá, y mamá en estado de gestación, papá se escuda entre la gente y el jolgorio de la cola y manda a la esposa con su barriga a la batalla, a que la cola le brinde prioridad para que sin esfuerzo adquiera lo que se expende, sin ninguna consideración a quienes dejan de dormir unas horitas un domingo después de una faena dura y agotadora de una semana de trabajo y dedica parte de la mañana dominguera a comprar algo que llevar a la mesa, esos casos existen…¿Ud. Lo duda?
Sucede que la sociedad hoy está corrupta de humanismo, educación, caballerosidad y atenciones, pulula el maltrato como moscas en la basura. Ese actuar como ese que menciona por parte del o los muchachos del punto de venta de gas, existe ese grupo de personas que más que trabajar han convertido una forma de vida la cola de venta del gas donde ocurren indisciplinas y maneras de lucro, esos que en un momento la compañera Elsa Ramos identificaba y criticaba en artículo anterior, esas actitudes todas las que Ud. menciona, las que yo he descrito y algunas que conviven con nosotros, nosotros mismos nos las hemos permitido; Si hoy la disciplina social al nivel que la estamos viviendo existe, es porque nosotros lo hemos permitido, desde los que tienen que actuar en nombre de la justicia y la ley hasta los que con la capacidad humana aceptamos que nuestra sociedad se convierta en nuestro propio plato para ser devorado con la injusticia que los acompaña, disculpen, estas figuras viven a diario con nosotros y hasta en cierta ¨solidaridad¨ nos confabulamos y perdonamos su actuar calificándolos como …¨POBRESITOS¨…..eso no es asi.
Muchas gracias por todas sus observaciones.
Sobre su pregunta de «¿Por qué no fue alguien del núcleo a buscar el gas? y la EMBARAZADA quedó en su casa de reposo», le respondo: esa embarazada vive sola con su madre, y, tal y como se dice en el texto, estaban ambas juntas, ya que la tarjeta está a nombre de la muchacha.
Nosotros no somos quiénes para cuestionar si debía estar o no allí, el caso es que estaba y debió, como toda embarazada, contar como una prioridad que el estado cubano establece. Fíjese en la hora en que marcaron la cola, que por el relato escuchado por quien redactó el texto y escribe aquí ahora mismo, no es la misma que la hora en que llegó la embarazada. En ese caso un minuto de más que ella espere estaría injustificado.
Disculpe, pero si usted no lo sabe los esposos de las embarazadas son hombres que muchas veces trabajan turnos largos y no siempre están disponibles para ir a hacer una cola.
no entiendo por que no acaban con esas indiciplinas sociales , o con las personas que hacen negocio con lo que es del estado.Los inspectores saben donde puede coger a esos delincuentes que no trabajan y viven de las personas que trabajan honestamente .y al que despacha el gas hay que aplicarle una medida disciplinaria,.