Prender un cigarrillo lleva un poco más de tiempo que lo que cuesta apagar una vida. Porque todo comienza, quizás, con el fósforo ardiendo hasta la picadura y luego la bocanada de humo saliendo airosa de boca en boca y contaminando la existencia misma.
Fumar no es un hábito de adultos, como se piensa; hoy es un vicio de jóvenes. Tanto que, aunque las estadísticas oficiales no contabilizan exactamente la cantidad de menores de 30 años —y hasta de 18 años— que lleva un cigarro entre manos, no hay que ser Sherlock Holmes para descubrirlo: la nicotina ya no precisa de Carné de Identidad.
De lo contrario, no sería tan frecuente ver a adolescentes cigarrillo en ristre alardeando sin tino del aire que los va consumiendo de a poco. Porque nadie, ni en centros estatales ni en Tiendas Recaudadoras de Divisas ni en negocios particulares, pide Tarjeta de Menor para negar la venta de estas cajetillas.
Se debe a la influencia del grupo, dicen los psicólogos. Es la madurez, replican los muchachos. ¿Y los padres de esos jóvenes acaso no advierten la amarillez en el medio de los dedos ni las manchas en los dientes ni el tono violáceo en los labios? La nicotina, como el café —tan igual de drogadicta—, por más que se quiera, resulta imposible de ocultar.
En la provincia, al igual que en Cuba toda supongo, es un fenómeno in crescendo. Existen programas sanitarios para educar y contrarrestar el nocivo hábito de fumar, se habla en la radio y hasta se lee en los memes de Facebook lo pernicioso de tal conducta y hasta hoy nadie apaga el vicio.
Y desencadena no pocas enfermedades. Tampoco hay que ser especialista para saberlo: el cigarro o el tabaco van dañando con el tiempo los pulmones, la laringe, el tubo digestivo… y, a la larga, puede conllevar a la aparición del cáncer de pulmón o de esófago o de laringe…
Según expertos, la proporcionalidad es directa: a mayor cantidad de cigarrillos diarios que se fume y cuanto más joven se comienza a fumar, mayor será el riesgo de desarrollar un cáncer de pulmón. No es la única patología, pues el tabaquismo provoca 29 enfermedades y entre ellas 10 son distintos tipos de cáncer.
Las estadísticas de la isla no distan del panorama mundial. Más de 5 700 personas murieron en Cuba el pasado año debido a tumores de bronquios, tráquea y pulmón. Aunque no se puede asegurar que todos fueran fumadores, de seguro algunos llevaban años fumando. A la corta, el hábito de toda una vida termina tronchándoles la existencia misma.
En la provincia, donde en el 2017 fallecieron 1 049 espirituanos a causa de tumores malignos, el cáncer de pulmón deviene una de las principales localizaciones y lo más preocupante es que cada vez aparece en personas más jóvenes, como lo advertía en estas mismas páginas Jorge Álvarez Blanco, especialista en Oncología y jefe del grupo provincial de dicha especialidad.
Verde y con puntas… guanábana. Pero más allá de los escalofriantes números, lo peor es que se sigue fumando hasta dentro de los hospitales, se continúa (mal)oliendo el humo porque el de al lado te obliga, se siguen desoyendo los consejos.
¿Nadie multa a quienes invaden con humo la vida de otros? ¿Alguien frena el consumo juvenil de tabaco? ¿La familia apaga la colilla de sus hijos?
Parece un círculo vicioso. Y no termina ni con las muertes cercanas, ni con las prohibiciones de expendio a menores de edad, ni con los ultimátums declarados a la propia existencia. Hablar sobre el tema suena a “tabaco” y antes de que usted mismo me inste a apagar estas líneas, lo único que sé es que, aunque se pregona a los cuatro vientos, hasta hoy no pasa de ser una advertencia desleída al dorso de cada cajetilla: fumar daña su salud.
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