Para muchos la vejez es un período triste donde la muerte es inevitable y, en ocasiones, el mejor destino. Y yo digo: no es tan triste envejecer como desaparecer ante los ojos de mis hijos.
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El envejecimiento es un proceso natural del ser humano, una etapa donde se presentan un declive de todas las estructuras físicas, cognitivas, emocionales y sociales, y es precisamente a esta última a la que quiero referirme. Vivimos en una sociedad frenética, incansable, que avanza rápido y no espera a quienes llevan bastón.
Los mayores son desvalorados, incluso ridiculizados por la inconciencia de muchos. La sociología de la tercera edad considera a estas personas un grupo cultural que merece igualdad de trato e igualdad de derechos. Sin embargo, hoy en día el comportamiento social se hace insostenible. Las personas de la tercera edad sufren de violencia sicológica, son considerados miembros inactivos, y experimentan tropiezos para la vida en comunidad.
Es momento de llamar a la conciencia, la vejez debe ser respetada. Insertemos a nuestros adultos a la vida. Renunciemos a los prejuicios inútiles y démosle apoyo a quienes con experiencia y sabiduría cuentan historias con arrugas.
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