El candidato a delegado a la asamblea provincial de gobierno por el municipio de Yaguajay, refiere haber transitado una etapa que le ha premiado de trabajo, logros y experiencias
Dicen que los años matan memorias, esconden recuerdos. Pero lo que asegura Israel Pérez Cáceres, o mejor, Katanga, es que su novatada en los ajetreos de rendir cuentas como delegado a sus electores, en su pueblo de Venegas, en el municipio de Yaguajay, jamás pasará al olvido.
Cuando apenas había saludado a la gente se arma un tropelaje que me dejó solo en medio del Círculo Social. Una yunta de toros de un guajiro de la comunidad se soltó y se formó un corre corre sin igual en este terruño, refiere Israel.
Me quedé muy vestidito, con guayabera y todo perfumadito. ¡Qué estreno!”, exclama este hombre, quien desde aquel entonces ha engrosado una hoja de servicios de unos 35 años como delegado del Poder Popular en su localidad, un cuarto de siglo como delegado a la Asamblea Provincial y par de mandatos, desde el 2008, como diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Hoy, el candidato a delegado a la asamblea provincial de gobierno por el municipio de Yaguajay, refiere haber transitado una etapa que le ha premiado de trabajo, logros y experiencias.
“Tanto bregar me regala conocimientos y la sabiduría propia que llega con los años en la labor como delegado. Si algo me enorgullece es saber que mi pueblo, ese donde vivo y las comunidades del Consejo Popular, disfrutan de mejores cosas, de mejores centros de servicio, de más comodidades, argumenta.
“Ni pensar que es mío el mérito. Ahí está la voluntad, la conciencia, la entrega y la disposición de los electores, protagonistas de cuanto se hace. Sin ellos, no hay gestión de gobierno posible”, refiere Katanga, sobrenombre que le llega desde su infancia en Perea, cuando imitando a un domador de leones a quien llamaban El terror de Katanga, de un circo que actuaba de barrio en barrio, armó una jaula en el patio de la casa, y a latigazos intentó domesticar los gatos del caserío.
Un tío me dijo sin miramientos que me parecía a Katanga y ya vez, casi nadie me conoce por Israel Pérez Cáceres.
Mientras habla, agita sus manos, como quien quiere dibujar palabras y frases para él imprescindibles, y es cuando su verbo llega claro y preciso.
Si tengo que detenerme en resultados, no podría hacerlo sin resaltar el aprecio por la juventud. Me han demostrado cuánto son capaces de hacer; sin el empuje de ellos las cosas en mi circunscripción, en mi consejo serían más difíciles de lograr.
Son laboriosos y disciplinados, hay que saberlos guiar, comprometerlos, darles tareas, adaptarse a ellos. No tienen que ser iguales a nosotros, ahí está el error, los tiempos cambian y los muchachos de mañana no se parecerán a los de hoy. Los educas bien y sabrán enfrentar, a su manera, los problemas de su época, manifiesta.
Con sus inquietas manos alisa la escasa y blanquecina cabellera. Parece transitar en el tiempo hasta su vida de guajiro joven. Habla de su escabrosa experiencia como maestro, de las ocurrencias con los muchachos del barrio y como buen cubano tiene hasta su historia como pelotero.
Dice haber sido uno de los únicos zurdos que jugó como receptor y no fue precisamente por las buenas; un tiempo después cambió de posición. Militó en la novena de Venegas, en la selección de Yaguajay, que era la norte, y no paró hasta los Agrícolas, donde fue cuarto bate.
Con el madero en la mano era bien peligroso y daba mis buenos batazos. Contra Meneses di tres jonrones seguidos con bases llenas en un doble juego; si no es récord, es algo bien difícil. Me respetaban en cada lugar donde jugaba. ¡Qué pelota aquella! Hasta me creía un bateador difícil de dominar, hasta el día en que me enfrenté a Enrique “el burro” Crespo, un mulato que llegaba al cielo y era una mole, precisa.
¿Qué sucedió?, inquiero.
En cuatro veces al bate ni la pellizqué de foul. Era un kilo lo que tiraba para el home. Yo creo que llegaba a cien millas, exclama sonriente.
Jaranea como buen cubano, salen a flote frases inteligentes, a su manera de decir. Y el verbo retoma el sendero de la actividad de gobierno en la base.
Si algo me critico en todo este tiempo es haber sido demasiado exigente en algún momento, pero sucedía por los deseos de solucionar algún problema. Al final me disculpaba y salía el resultado. Cuando laboras con honestidad, principios y pensando siempre en los demás, la gente, el pueblo, te responde, sentencia Israel.
Si la gente te nomina es sencillamente porque hay respeto en lo que has hecho, pero es un mérito compartido. Ahí está también la dedicación de ellos, que disfrutan su cabaret, sus calles mejoradas y su policlínico, necesitado de algún pinturazo pero con una riqueza humana increíble y una mortalidad infantil en cero en toda la zona, expresa con orgullo Katanga.
Solo no hubiese logrado recuperar viviendas e instalaciones devastadas por el huracán Irma, la peor de las pesadillas que he vivido.
¿Qué enseñanzas acopia en tanto tiempo de labor como delegado de circunscripción, de la Asamblea Provincial y en una década como diputado?
Saber escuchar a la gente, comprometerlos en la solución de las problemáticas de la comunidad y respetar criterios, opiniones e idiosincrasia. Ser honesto y decir la verdad, nunca crear falsas expectativas, responde.
Soy un inconforme de nacimiento y todavía, cuando miro la maltrecha pista de rodeo de la comunidad o el parque, necesitados de un empujón para reanimarlos, me entra carcomilla. No puedo ser de otra manera. Me debo a la gente de mi barrio, que es mi municipio, mi provincia, mi país. Un delegado, solo, no es nadie.
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