El sistema de Casas de Cultura celebra en este 2018 cuatro décadas en la salvaguarda del trabajo comunitario
No interesó si para llegar a Caliene, un diminuto caserío yaguayajense, se sudaba de lo que había que caminar por un terraplén que te ahogaba cuando pasaba un carro. Poco importó si su número de habitantes era pequeño y si bailar y cantar eran oportunidades solo puertas adentro de cada vivienda. Hasta allá también se llevó la idea que, con el concurso de los entonces directivos y el pueblo, tomó forma y se erigió.
Una verdadera noticia: Caliene también tenía una Casa de Cultura, donde se comenzaría a gestar el camino para fomentar las aptitudes de las personas residentes allí y educar al resto para que apreciaran el arte.
Desde aquella locura para algunos y sueño materializado para no pocos ya se han escrito 40 años de historia; tiempo suficiente en el que el sistema de Casas de Cultura, gestado por el doctor Armando Hart Dávalos, entonces ministro del ramo, ha contribuido al enriquecimiento cultural de un país sobre la base de la participación social.
Se pujaron en ese momento, con el concurso de los primeros instructores de arte, los cursos, talleres y seminarios. Se impulsó la apreciación de las diferentes manifestaciones artísticas y literarias, y, por supuesto, se apostó por desempolvar las tradiciones de cada comunidad.
Se marcó el inicio que tanto Caliene como cientos de localidades de todo el país comenzaron a disfrutar de los beneficios de esos espacios educativos y recreativos, en consonancia con la máxima fidelista que define el concepto de cultura como memoria histórica, como la vida espiritual de un pueblo.
Bien lo sabe Félix Ramón Delgado Barrizonte, instructor de arte y desde hace poco director de la Casa de Cultura Osvaldo Mursulí, de la ciudad del Yayabo.
“Contamos con 17 nuevos espacios sostenidos por los artistas aficionados e instructores. En total son una treintena de propuestas que hacen que la institución tenga vida y logre revertirse en verdadero referente para la comunidad”, asegura quien hoy junto a su colectivo tropieza con el deterioro del inmueble del siglo XIX.
Y es que el estado constructivo de las instituciones culturales ha sido la principal piedra en el zapato de quienes dirigen el sector. Rolando Lasval Hernández, su máximo responsable en la provincia, explica que para resanar cada pared y techo dañado se ha planificado hasta el 2020 una estrategia de trabajo.
“Cumpliendo con esa prioridad, se ha laborado en las Casas de Cultura de Jatibonico y Taguasco, ambas remozadas prácticamente desde sus cimientos. Igualmente, en la de La Sierpe se hizo un mejoramiento, aunque se debe seguir hasta que se logre climatizar el salón principal. De ese tipo de instituciones también se potencia la de Yaguajay, ya que sufrió grandes afectaciones con el paso del huracán Irma por el norte de ese municipio”, precisa.
A la lista de obras se añade la de Fomento, la cual debe vestir sus mejores galas para acoger el XXIX Festival de Teatro Aficionado Olga Alonso, en tanto las de Trinidad y Sancti Spíritus recibirán trascendentales cambios.
“Aún nos quedan por intervenir Casas de Cultura fuertes como las de Guayos y Cabaiguán, así como otras ubicadas más alejadas de las cabeceras municipales. Todo ello será a largo plazo. Nuestra máxima es que cuando se termine de reparar se entregue con equipo de audio y mobiliario necesario para realizar los talleres y peñas”, agrega, aunque reconoce que desde el nivel provincial se apoya en ese sentido, pero el grueso de los instrumentos musicales llegan por disposiciones nacionales, sobre todo porque arriban al país desde el exterior.
HACEDORES ARTÍSTICOS
A pesar del intenso quehacer de las Casas de Cultura en Sancti Spíritus, su gran debilidad radica en la deprimida fuerza laboral, realidad corroborada con las estadísticas del Consejo Provincial de Casas de Cultura, el cual cuenta con 596 instructores de arte, personal idóneo para cumplir con el objeto social de dichos centros.
“El éxodo de nuestros profesionales tiene múltiples causas. Por ejemplo, entre 2016 y 2017 pidieron la baja más de 200. Hoy el territorio de mayores problemas es La Sierpe, ya que no existe personal que satisfaga las necesidades, ni en la Casa de Cultura ni en las escuelas de ese territorio”, expresa Hirán Chávez Valdivia, quien encabeza referido consejo.
Por ello, se ha puesto en práctica un grupo de alternativas para aliviar la tensa situación, como realizar contratos a la vanguardia artística, ya sean miembros del Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba o de la filial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
“Insistimos en la preparación de nuestros recursos humanos para que las actividades tengan la máxima calidad. Quizás, la formación de instructores de arte, la cual volvió abrir ahora en Villa Clara, pueda revertir esa realidad que hoy nos afecta”, concluye.
Se precisa, además, aumentar la atención diferenciada a quienes integran esos colectivos remunerados con bajos salarios, causa principal de la deserción de ese personal.
Mientras se encuentra acomodo y posición exacta a cada pieza que interviene en la compleja pero humana labor del sistema de Casas de Cultura, no se puede perder de vista su principal máxima: trabajar desde la comunidad, con la comunidad, para la comunidad, con el apoyo de los proyectos socioculturales y grupos comunitarios más vulnerables, porque solo así se vigoriza la verdadera madre del panorama artístico del país.
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