Tras los primeros compases, la Copa del Mundo de Fútbol Rusia 2018 está casi bocabajo. Si faltaba una gota para colmarla, Argentina vació todo su contenido con lo que es el fi asco del magno evento. Y no es que, tanto como los brasileños, tengan prohibido perder o empatar. Es que cuando parecía que habían escrito una página vergonzosa con un empate ante Islandia, con una población abrumadoramente inferior (336 460 por 44 774 607), tanto como la historia futbolística, con un fallo de penal de su gran estrella Leo Messi, llegó un 0-3 mucho más despampanante ante Croacia para derribar todo el respeto al subcampeón actual y una de las leyendas de este deporte.
El apagado de su estrella, en uno y otro partidos, se vio más porque el reverso de su moneda, Cristiano Ronaldo, le ha puesto nombre al Mundial, no solo por marcar los cuatro goles que tiene Portugal, sino por arrastrar a su país casi en octavos. “Me siento responsable por no haber podido llevarnos los 3 puntos; con el penal lo podríamos haber hecho”, había dicho La Pulga, aunque su harakiri no ha menguado las críticas en su contra, ni mucho menos a una selección que parece vencida, obligada a ganarle a Nigeria y a esperar por la derrota de otros.
Así Argentina puso más cuesta arriba la cancha del Mundial por las derrotas de favoritos y por el sufrimiento de algunos de estos, incluso en la victoria, como Inglaterra o Francia; los empates de grandes luminarias ante elencos más opacos, y hasta por los marcadores.
Esa derrota menguó en algo el fracaso del titular Alemania ante los guerreros mexicanos, aunque igual esta lleva ribetes de sorpresa en el Mundial que, con todo y las pifias del VAR, va cumpliendo su cometido de ser el más tecnológico de la historia.
De tal suerte, México ha sido, junto a Uruguay, algo así como la redención de América, que sangra por la debacle argentina casi tanto como por la palidez de su otra vedette, Brasil, enredada en el debut por las redes del empate de Suiza, que no jugó con la historia del gigante, sino con los hombres sobre la cancha, incluido Neymar, quien no pudo esquivar sus piernas resentidas y otra vez lanza dudas sobre su futuro. No sufre menos el continente americano el fracaso de Colombia, que cayó ante el desenfreno de Japón.
Que en el fútbol importan más los goles que el dominio del balón fue algo que demostraron los aztecas, que han hecho revivir a sus seguidores, aunque su Federación tenga sobre sí una tarjeta roja por los gritos homofóbicos de los hinchas de su selección contra el portero Manuel Neuer. Aunque faltan balones por patear, ganarle por categoría a una Alemania que, por más que pateó, se estrelló contra la anatomía de Guillermo Ochoa, México parece tener medio pie en octavos.
La clasificación de Uruguay a esa fase, guiada por las piernas y el talento de Luis Suárez y el ego ganador de su DT Oscar Washington Tabárez, era jugada cantada donde hasta los mismísimos saudíes y egipcios sabían que harían sus maletas temprano en un grupo con boletos reservados, antes del pitazo final, para los sudamericanos y los rusos, que garantizan el llenado de sus estadios con su primer boleto a esa etapa en la historia mundialista. Más allá de la localía y de la inferioridad de sus rivales, Rusia ha mostrado fuerza con ocho goles a favor y uno en contra y le queda por mostrar su clase ante contrarios más ranqueados.
Cuando este rotativo activaba los cerrojos de esta edición, el gigante sudamericano buscaba sacar las ventajas de su superioridad sobre Costa Rica para evitar otra algarabía en las previsiones mundialistas.
Con esas presentaciones de los portentos, América Latina no le exige de más al debutante Panamá, vapuleado por Bélgica 3-0, ni de la propia Costa Rica, bien parada en el 0-1 vs. Serbia, o Perú con igual marcador ante Dinamarca.
¿Será que Europa aprovecha mejor la cercanía de sus hinchas por su sede continental? Habrá que ver si el resto de las áreas geográficas pueden cambiar la historia que tiene instalado al Viejo Continente en la estrado de las Copas en las últimas tres versiones.
A la primera fase le pueden quedar notas sorpresivas como en todo Mundial, mucho más en este que muestra mayor paridad con la rebelión de los de “abajo”. Así lo dice la mayoría de los marcadores, pues, excepto el 5-0 inicial de Rusia contra Arabia Saudita, sus primeras jornadas no enseñaban goleadas de espanto.
Esas notas pueden ser más o menos agudas, también por la incidencia del famoso VAR, que ha sido, más de una vez, el invitado irreverente y muestra que, por sofisticada que sea la tecnología, el hombre con su visión subjetiva —y a veces hasta injusta— le supera en un terreno de balones, hombres, manos, halones de camisetas y otras controversias.
Al punto de tantas sorpresas y con la cancha inclinada, los pronosticadores esperan mayor despeje sobre cielo ruso al menos para cuando terminen los octavos y se disparen otras alarmas sorpresivas en una Copa donde a veces decide lo físico, como con Senegal; a veces el talento, como con España, y en ocasiones la suerte de la estructura grupal, como con Rusia, o hasta la desdicha de los autogoles que, a poco más de una semana, amenazan los récords, con cinco.
Así como a los aficionados les queda dinero por gastar —primero hasta que se completen los 48 partidos de la fase de grupos y después con el todo o nada que sigue en octavos—, a los televidentes les quedan horas frente a las pantallas con esta fiebre de balón de la que pocos se han podido curar, a juzgar por los debates callejeros y los gritos de ¡goool! que hacen retumbar las paredes espirituanas.
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