Esa máxima martiana centró los debates del XXIV Encuentro de Crítica e Investigación de la Literatura Infantil y Juvenil
Deleitar la lectura es uno de los mayores goces que puede sentir una persona. Al concluir cada frase, terminar una página, se sabe de algo nuevo; se descubren otros mundos y, mucho mejor, se alimenta el espíritu.
Así quedó demostrado durante el XXIV Encuentro de Crítica e Investigación de la Literatura Infantil y Juvenil, una cita que desde la década de los 80 se ha coronado entre los eventos insignes de Sancti Spíritus.
Y es que con sus altas y bajas, por tropezar con contratiempos de logística y de organización, la cita ha demostrado que aún hay personas que dedican todas sus fuerzas a que los niños y niñas encuentren en las páginas de los libros esos conocimientos que trascienden los perímetros de las escuelas y de la propia familia.
Bien lo sabe Julio M. Llanes, fundador de este evento que cada dos años toca puerto yayabero y deja entre sus memorias propuestas que muchas veces han convocado a la reestructuración de decisiones trascendentales.
“En todo este tiempo se ha demostrado con creces su importancia. Por ejemplo, cuando Casa de las Américas dejó fuera de su concurso la categoría la literatura infantil, desde aquí surgieron cuestionamientos que incidieron en que se retomara. Igualmente ocurrió cuando en los otroras pedagógicos se suspendió el estudio de las obras hechas para niños y jóvenes, se debatió fuertemente y con objetividad se expusieron las opiniones que legitimaron la necesidad de su existencia en la formación de los futuros docentes. Todavía queda mucho por hacer porque lamentablemente aún se mira por encima del hombro a los libros infantiles”, explica.
Aunque no es menos cierto que cada año se destinan cuantiosas cifras para la publicación de ese tipo de textos, resulta insuficiente su presencia en los fondos de las bibliotecas escolares, espacios esenciales dentro del sistema educacional cubano.
Ese fue uno los tópicos más debatidos durante las jornadas del encuentro este año, gracias a la participación de un numeroso número de bibliotecarias escolares, quienes a juicio del doctor en Ciencias Filológicas Ramón Luis Herrera son uno de los primeros escalones para sembrar el interés por los libros.
“Además de contar con los materiales, precisan tener todas las herramientas necesarias para realizar una adecuada actividad de promoción”, dijo.
Con la asistencia de profesionales procedentes de Pinar del Río, La Habana, Villa Clara y la provincia sede, otra vez con poca presencia del gremio creador y los tropiezos con el transporte, se puso sobre el tapete del análisis crítico uno de los problemas mayores con el que choca el movimiento prolífero de autores: las publicaciones, las cuales, muchas veces, se vuelven quimeras, sobre todo para los menos conocidos.
En ese sentido, la reconocida intelectual Nieves Cárdenas López sugirió asumir las potencialidades del mundo digital sin tantos temores.
“Hay que enseñar desde ese soporte a leer cosas con valor. Seguir a los autores clásicos y los más actuales; pero para ello resulta esencial el ejercicio de la crítica, con elogios oportunos y merecidos, no solapada por el amiguismo, como muchas veces sucede”, comentó.
Por su parte, Esteban Llorach, Premio Nacional de Edición 2003, alertó sobre la urgencia de que en cada territorio se hagan las propuestas para publicar, según sus verdaderas necesidades, a partir del diálogo oportuno entre cada una de las instituciones y organizaciones como la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la Asociación Hermanos Saíz y las direcciones de cultura.
“Para la labor de promoción es vital la alianza de los sectores educacional y cultural a fin de aprovechar las figuras que son referentes en cada localidad. Además, apoyarse en las redes de la cultura comunitaria es decisivo, porque es la vía idónea para tocar cada punto”, concluyó.
Esta edición se despidió con el mal sabor de no presentar el texto que recoge sus memorias de la anterior por no contar Ediciones Luminaria con insumos, y con el goce de la entrega del premio Romance de la niña mala al yayabero Maikel José Rodríguez Calviño; a Eldys Baratute, escritor guantanamero; a Enrique Martínez Blanco, Premio Nacional de Diseño del Libro 2015, a la Editorial Gente nueva por sus 50 años de vida y a Dayana Deuloufeu, conductora de la sección infantil Amanecer feliz, de la revista televisiva Buenos días.
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