Eran las 6:30 a.m. del 28 de mayo último. Una rutina habitual: recoger maíz en una vega cercana, sacó a José Luis Barceló Ramírez de su cama y lo llevó a las puertas del infierno.
“Pepe, el dueño, vino a buscarme, no quería ir, pero bueno saqué la conclusión de que el río estaba normal. Después de recogerlo, cuando íbamos a echarlo en los sacos ya el maíz estaba nadando, ahí dejamos to’ botao y salimos corriendo”.
En una crecida abrupta, los ríos Onimaso y Caracusey confluyeron. “Al brincar el río, ya la bola de agua nos viene pa’ arriba y no pudimos salir, Pepe se dejó arrastrar y buscó una soga y gente, pero Camilo y yo nos enganchamos en una cerca, incluso él casi se ahoga. Me lo quité todo y me quedé en tacacillo, pero ¡qué va!, venían más bolas de agua, nadé y cogí un gajo de una mata de algarrobo, subí al árbol y ahí estuve siete horas”.
No fue hasta después de unas dos horas que se supo de la atrapada de José Luis cuando el azar o la suerte llevó a la orilla más cercana a Bernardo Ramírez Mateo, alias Gayán. “Fui a salvar la vaca de Volao, veo que están pasando palizás y palizás y le grité: No te tires, que después te venimos a buscar”.
La noticia se le atragantó a Claudio Barceló Rodríguez, el padre de José Luis, mientras iba en busca de merienda: “Se me quitó el hambre, lo comuniqué en el Consejo de Defensa y nos plantearon que iban a llamar, los bomberos venían, pero ya el río estaba pasando por encima de la carretera”.
Entonces Claudio se metió en el agua hasta el cuello y comenzó a gritarle a su hijo de 31 años: “Abre los brazos, haz ejercicios, y él me decía: Papi, tengo frío”.
Cuando la noticia corrió por Caracusey, casi todo el pueblo sufría una inundación bestial y torrenciales aguaceros. Se vivieron entonces unas horas colectivas de tensión y zozobra que llegaron hasta los teléfonos de Radio Sancti Spíritus en la voz desesperada de Odalis, la tía.
“El río seguía subiendo, empecé a buscar gajos para cubrirme porque estaba a punto de una hipotermia —cuenta José Luis—. A veces sí pensé que me podía ahogar y subí dos y tres veces…, había muchos animales y algunos me picaban: santanicas, cucarachas, guayabitas, ratones, culebras, majás…, incluso tumbé unos cuantos”.
Por su mente corría la imagen de su pequeña Amanda, de sus abuelos Israel y Silvia, que, con la presión a todo tren, se aferraban a los rezos. “Cuando lograba oír, me decían: “No te tires que ya vienen”, eso era casi cada 20 minutos. Mi papá me enseñó a nadar desde seis años, mas no podía, me sentía como congelado, con los labios y las uñas moradas”.
Bajo las emblemáticas campanas, a unos 500 metros, José Luis Montelier Montelier, conocido por Abundio, no lo pensó dos veces: “Veo que nadie decidía tirarse, ni la gente del rescate, y me tiré, fui nadando hasta la mata, después se tiraron Héctor y Michael, entonces le explicamos: tú nadas en el medio de nosotros, pero primero tuvo que hacer ejercicios para calentarse, ya no tenía casi fuerzas; hubo partes que tuvimos que luchar, pero lo sacamos por el cuadro de pelota… No pensé que yo podía morir, pensé en rescatar al muchacho porque iba a llegar la noche”
Medio pueblo tenía las manos en la cabeza y los dedos cruzados: “Cuando supimos que se lanzaron —rememora Claudio— pensé que iban a llegar, pero no sabía si iban a virar porque eran dos ríos a la vez y bravos. Al llegar les dije: Ya son parte de mi familia por ese gesto, ese altruismo, a riesgo de sus propias vidas”.
Los ríos que casi ahogan la vida de José Luis vuelven a sus cauces. Mas no arrastraron la historia que mantuvo en vilo a Caracusey cuando le nacieron protagonistas inéditos, héroes anónimos y lecciones colectivas.
“Cuando llegué a la carretera era un mundo de gente esperándome, llorando: mi hermana, mi tía. Me tapé con una colcha de trapear que había en una cerca y solo me tomé una taza de café. Aún tengo dolores en el muslo derecho, pero estoy vivo, gracias a Dios, a los que me ayudaron y a todos”.
¿Cuando vuelves a bañarte en el río?
“Por ahora, tiene que ser que sea en seca”, sonríe José Luis.
Tristes momentos vividos por Caracusey y la familia de José Luis Barceló, pueblo de héroes que saben cuidar y proteger a sus hombres, muchas felicidades a José Luis Montelier Montelier, Héctor,y Michael y a todo Caracusey que escribió una linda historia demostrando que el pueblo de Cuba es un pueblo de trabajadores y de bien.