Existe en la patria de Sandino una situación compleja de vandalismo e intentos de desestabilización por parte de elementos variopintos que incluyen, además de estudiantes de las universidades privada y católica, a los llamados desclasados, lumpenproletariado, agitadores de partidos de derecha, extremistas de izquierda y, en fin, un mosaico abigarrado de gente que se concierta por Internet y actúa bajo cuerda de un centro de dirección que pudiera estar en Nicaragua, pero cuyo financiamiento es básicamente externo.
¿Por qué puede afirmarse?, porque es un hecho que en Washington se destinan partidas especiales del presupuesto a deslegitimar y derrocar gobiernos extranjeros que no se les someten, que si bien son públicas en los casos de Cuba y Venezuela, no lo son tanto en relación con otros países cuyas contradicciones con el imperio no resultan tan notorias.
En cuanto a la estabilidad política de los estados, ha sido una regularidad muy marcada la convergencia entre situación económica y paz social. En la misma Venezuela, cuando el precio del petróleo, su principal producto exportable, ha estado alto, la tranquilidad ciudadana ha sido mucho mayor, y viceversa; de ahí que la oposición derechista haya potenciado la guerra económica para aumentar las penurias del pueblo en su obsesión por derrocar al Gobierno de Nicolás Maduro.
Pero en el caso de Nicaragua, que cerró el 2017 con un crecimiento del 4.7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), el segundo más alto del área, y que antes del estallido de las manifestaciones gozaba de una tranquilidad casi perfecta, entran a jugar otros factores. Máxime cuando en las últimas elecciones, Daniel Ortega y Rosario Murillo fueron reelegidos con más del 60 por ciento de los votos.
Y aquí viene lo que parece ser la justificación perfecta para que un poder extranjero, en este caso los Estados Unidos, se lo juegue todo a la carta de una nueva campaña contra los sandinistas, como la que desplegó el Presidente Reagan en los años 80 del siglo XX contra el pueblo nica, esa vez por medio de grupos armados basados en Honduras: el proyecto de canal interoceánico.
Aunque no se le menciona mucho, todo parece indicar que el asunto es tan magno, es tanto lo que está en juego, como para que se trate de desviar la atención hacia otras causas de origen interno, como el decreto de Ortega sobre el Instituto Nacional de Seguro Social, aumentando las contribuciones de la empresa privada y trabajadores para equilibrar el presupuesto de dicho organismo, y todo —préstese atención— por recomendación expresa del Fondo Monetario Internacional. Ese fue el detonante de las manifestaciones que luego se generalizaron.
Otro importante elemento a tener en cuenta y que obra contra la teoría del estallido popular espontáneo es el hecho de que, una vez anulado por Ortega el decreto de marras, los motines callejeros se mantuvieron en muchos lugares y hasta se intensificaron ¿Por qué?
No hay que ser Albert Einstein para deducir que ahí hay gato encerrado. Porque si la causa fue económica, una vez eliminada…, pero es el caso de que ahora exigen la dimisión del Gobierno. ¿No será acaso verdadera ingeniería política puesta en juego en función de una guerra de cuarta generación del tipo de las revoluciones de colores desplegadas en Ucrania y en el Medio Oriente?
Empero, volvamos a la teoría de la motivación fundamental que, al parecer, permanece oculta de manera intencional para no levantar demasiadas evidencias acusatorias contra Washington, en un contexto de exacerbada guerra fría y lucha geopolítica entre potencias. A ellos les conviene deshacerse rápidamente del binomio Ortega-Murillo, y ya.
El gobierno sandinista tiene contradicciones con la República imperial desde su ascenso al poder en julio de 1979 porque la Casa Blanca y el Congreso han apoyado siempre económica, política y hasta militarmente a sus oponentes de derecha, como apoyaron hasta su derrocamiento a la dinastía criminal de los Somoza.
Para no ir más lejos, en tiempos de Obama, legisladores cubano-americanos en el Congreso yanqui, como Ileana Ros-Lehtinen y Marco Rubio, promovieron la pérfida “Nica-Act”, una Ley destinada a bloquear prestamos de organismos financieros estadounidenses e internacionales al Gobierno de Nicaragua hasta que este “tome medidas para celebrar elecciones libres, justas y transparentes”. En respuesta a su entrada en vigencia, ya con Trump en el poder, Managua activó el reclamo del pago de 17 000 millones de dólares de indemnización por los daños que le ocasionó la guerra sucia de los 80, según dictamen de 1986 de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Pero hay más.
Nicaragua forma parte del ALBA y es aliado por tanto de Cuba, Bolivia y Venezuela, entre otros estados del área, razón adicional para que se le confronte. De otro lado, en un istmo centroamericano complicado por la situación socioeconómica y política imperante en países como Honduras y Guatemala, aliados de EE.UU., la existencia de un remanso de paz y prosperidad como ha sido hasta hace poco la tierra nica le resulta altamente contraproducente.
¿Y el canal…? Ah, el canal, contratado con un consorcio chino y valorado con un costo mínimo de 50 000 millones de dólares, lo cambiaría todo desde el punto de vista económico, social y geoestratégico en la patria de Sandino y más allá, porque dejaría al Canal de Panamá —donde han imperado regímenes vasallos de Washington y vuelven a surgir bases militares norteamericanas— en un segundo plano.
La también anunciada construcción de dos superpuertos, dos autopistas, un ferrocarril, un aeropuerto y bases de abastecimiento y apoyo a lo largo de los 270 kilómetros de su trazado elevaría el Producto Interno Bruto nicaragüense en varios puntos porcentuales y daría trabajo a decenas de miles de obreros y técnicos por más de una década, para constituirse en fuente permanente de progreso para el hermano país caribeño.
Para colmo, daría la posibilidad a la hipotética futura presencia militar en el lugar, de la República Popular China, principal competidor mundial de Washington y superpotencia militar en expansión, lo que justificaría cualquier exceso de las autoridades del país norteño para impedirlo. Ahí puede estar todo.
ANTONIO GUTERRES, Secretario General de la ONU: «Hay una cosa evidente, el numero de muertos es chocante y hay un uso letal de la fuerza por parte de las entidades del estado que es inaceptable. El Estado tiene la obligacion y la responsabilidad de proteger a sus ciudadanos».
El Lunes, 18 paises de America Latina pidieron a la ONU una investigacion profunda para esclarecer los hechos y definir responsabilidades
Que no sorprenda a nadie que la ONU siga más o menos visiblemente las políticas de los grandes centros de poder en el mundo. Pongamos por ejemplo el caso de Iraq, que si bien no apoyó cuando estaba en proyecto, si secundó enviando a sus «enviados especiales» a Bagdad una vez ocupado el país por las tropas yanquis y de sus satélites. Allí el organismo internacional fue duramente escarmentado cuando un ataque con explosivos costó la vida a su principal representante, un reputado brasileño, a otras persoans y causó grandes destrozos. Entonces el secretario general de turno., creo que Koffi Annan, retiró su misión o loo que quedaba de ella. Pero, ¿que ha hecho la ONU sino cohonestar las intervenciones de EE.UU. y sus secuaces, como en Libia, país al que destrozaron y caotizaron? ¿Qué ha hecho la ONU para que en Colombia la ultraderecha criminal no siga ejecutando asesinatos de ex guerrilleros deswmovilizados de las FARC y líderes sociales? ¿Qué papel jugó la ONU en la guerra de Corea?, sino el de servir de testaferro multinacional al Imperio todopoderosos. Vamos, José, por favor…
Pareciera que Pastor Guzmán no es Periodista, sino un dirigente político de extrema izquierda. Donde está la objetividad, imparcialidad, el balance o equilibrio y la rigurosidad en este artículo? De veras, no lo veo por ninguna parte
Deberían proponerlo para dirigir una organización de masas, pero no a escribir porque el periodismo tiene reglas o pilares que Guzmán se las ha saltado a la torera.
En serio? Tanta inestabilidad en Nicaragua y la culpa es de los americanos. En serio?