No sabía cuál exactamente sería su camino, pero el fin lo tenía claro: el panorama cultural se erigía como un horizonte vital para crecer. Primero indagó en el mundo de las tablas; luego se enamoró de los pinceles y de cuanto nacía de la mezcla entre su mente y sus manos. Así, Yasiel Elizagaray Cárdenas intenta dominar un entorno complejo y repleto de vericuetos.
“Lo primero que estudié fue teatro y de ahí viene el interés por la escenografía y el universo de los clowns. Muchas veces tuve la oportunidad de explorar en las artes manuales, pero me resistía un tanto, hasta que un día hice algo pictórico y un buen amigo, Ibrahim Pilar, me dijo que tenía talento”; de esa forma resume el inicio que está aún fresco en su memoria.
De cuna jarahuequense, espirituano por adopción, y ahora con Trinidad como testigo fiel de cada obra, este joven, egresado de la tercera graduación de la escuela de Instructores de Arte Vladilslav Volkov, se distingue por crear metáforas visuales que dibujan interrogantes muy propias sobre la condición del ser humano en sus constantes relaciones sociales.
“Lo que más me inspira es este país, sus condiciones, maneras de decir y enfocarse. Creo que puedo crear en la calle, pues no necesitaría de mucho, solo vivir aquí. Ni tan siquiera preciso de tantas herramientas porque en mi actual serie utilizo materiales muy sencillos como el café y la cal”, sintetiza mientras sus ojos hablan de muchas más motivaciones.
¿Por qué apostar en tu poética por rozar con el abstraccionismo?
“Me gusta trabajar con todo lo que indique un rompimiento. Quizás eso tenga relación con que mi formación no es académica. Me he venido enfrascando en una búsqueda experimental, donde parto de una abstracción y formulo dentro de ella algo figurativo. La verdad es que quiero llegar a la esencia de algo abstracto”.
¿Por qué abandonar la capital provincial, donde ya tenías un reconocimiento ganado?
“En Sancti Spíritus hicimos mucho gracias a la Asociación Hermanos Saíz (AHS), pero me di cuenta que estaba aburrido y, junto a un amigo, fui para Trinidad con la fe de regresar pronto, con el entusiasmo de que fuera como una acampada. Llegamos para probar suerte y evaluar el impacto que tenía nuestra obra en otros lugares y ya llevamos un año y unos meses”.
Lo que en el inicio pudo ser el entusiasmo propio de unos principiantes con ínfulas de conquistadores se ha convertido en el quehacer diario de un joven que hoy es referente en el movimiento cultural de esa añeja urbe. Ubicada en la calle Desengaño, Yasiel Elizagaray plantó la bandera de su casa-taller, donde crea obras de disímiles tamaños.
“También trabajo de conjunto con cerca de ocho artistas. Queremos acoplarnos con la Oficina del Conservador de la Ciudad y el Valle de los Ingenios, la AHS y la Dirección Municipal de Cultura para lograr un poco más de vida comunitaria. Así, además seremos sede de un espacio que permitirá acoger a otros artistas que quieran sumarse y tallerear, incluso, aquellos que no vivan en el municipio. Ahora pretendemos incluir en el proyecto hasta el grabado para potenciar creaciones de esa modalidad”.
¿Cómo lidiar con el mercado trinitario donde muchas veces la banalidad predomina?
“Lidiar con eso ha sido difícil porque el canon que existe del arte para vender es muy banal y esquemático. Por suerte, he demostrado —y otras muchas personas también lo han hecho— que se puede vender sin pensar que creaste solo para ese fin.
“Afortunadamente, Trinidad está cogiendo otro camino más serio, gracias al establecimiento allí de muchos artistas que apuestan por la apertura de sus propios estudios, por tanto, tu obra sale desde tu propia casa y eso pone la varilla alta”.
A pesar de su juventud, Yasiel Elizagaray suma unas cuantas participaciones en importantes eventos territoriales y nacionales, donde ha obtenido reconocimientos y avales. Entre ellos se distinguen lauros en los encuentros de miniaturismo convocados por la Sociedad Cultural José Martí; el premio del Salón de la Ciudad de Sancti Spíritus; mención en la Bienal de Artes Visuales de Trinidad, y el primer premio en el Salón Plástica e Identidad, en Sibanicú, Camagüey. Una decena de exposiciones, tanto individuales como colectivas, desnudan, por lo general, las figuras del clown, con un fuerte acento expresionista. Precisamente, un recorrido por su carrera se cuelga, desde hace varios días, en la sala principal de la galería de arte Oscar Fernández Morera, de la ciudad del Yayabo, bajo el título Rostros.
Hace poco más de un mes este joven fue galardonado con una de las dos becas de creación de la I Bienal de Artes Visuales, convocada por la Filial de Artes Plásticas del Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, con la obra pictórica Recuerdo de la niñez.
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