El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva ratificó su inocencia y calificó de farsa las acusaciones que penden sobre él por supuestos actos de corrupción, durante un interrogatorio que enfrentó en la Justicia Federal de Paraná
Por vez primera en siete meses, el exdirigente obrero abandonó la Policía Federal en Curitiba y se trasladó para la sede judicial para responder al interrogatorio de la jueza Gabriela Hardt, quien sustituye temporalmente al magistrado Sérgio Moro en las investigaciones de la operación Lava Jato sobre actos de corrupción.
Designado ministro de Justicia por el presidente electo, Jair Bolsonaro, Moro fue quien condenó a Lula y lo encerró el 7 de abril para que cumpliera una pena 12 años y un mes por presunta corrupción pasiva y lavado de dinero.
Entre preguntas y cierta tirantez en la sala, el exmandatario manifestó sentirse como un trofeo, ‘un trofeo que la Lava Jato precisaba entregar. No sé por qué no les gusto, pero yo era un trofeo que necesitaban entregar’.
Negó cualquier vínculo sobre aparentes transformaciones hechas a una hacienda en Atibaia, interior de Sao Paulo, atribuida de facto a él y que habrían sido pagadas por empresas constructoras entre 2010 y 2014 a cambio de contratos con la compañía Petróleo Brasileiro S.A. (Petrobras).
‘La hacienda no era mía y yo no tenía obligación de preguntar ni de saber’, insistió el fundador del Partido de los Trabajadores (PT), quien se siente perseguido políticamente y cansado de mentiras.
Antes del testimonio, el excandidato presidencial del PT Fernando Haddad visitó a Lula para ‘prestar solidaridad, saber si está bien’.
En ese momento, comunicó Haddad, él estaba ‘muy preparado y tranquilo’.
Dirigentes, diputados, senadores y militantes del PT, así como de otras organizaciones populares se movilizaron y apostaron desde horas tempranas cerca del edificio, donde Lula fue interrogado a partir de las 14:00 hora local, bajo fuertes medidas de seguridad.
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