Dos fueron las epístolas que escribió José Martí en sus últimas horas de vida; una, la muy conocida carta a su amigo mexicano Manuel Mercado, que redacta el 18 de mayo de 1895, la víspera de su muerte en combate. La otra, que resultó la última, la escribió en la mañana del propio día 19, a escasas horas de su caída y está dirigida a su amigo y compañero de ideales Máximo Gómez Báez, ambas desde el campamento de Dos Ríos.
Según Gómez, la carta a Mercado queda inconclusa porque Martí interrumpe su redacción por la llegada del general Bartolomé Masó al campamento la noche anterior. De acuerdo con las evidencias, este documento y otros papeles de Martí fueron ocupados junto con otras pertenencias del Apóstol, por el coronel español José Ximénez de Sandoval, jefe de las tropas que lo ultimaron.
En su nota al Generalísimo, que ha marchado a operar el 18 fuera del vivaque, Martí le dice: “General: Como a las 4 salimos para llegar a tiempo a la Vuelta adonde pasó desde las 10 la fuerza de Masó, a acampar, y reponer su muy cansada caballería:—desde anoche llegaron.— No estaré tranquilo hasta no verlo llegar a Vd. (…) La fuerza, aunque sin animales útiles, hubiera querido salir a seguirlo, en la busca del convoy; p. temían confundirse en idas y venidas, en vez de serle útil.—Mucho ha violentado a Masó el viaje inútil a la Sabana. Su J. Martí”.
Como se aprecia, en esta breve acotación —que cuenta en su redacción original con todos los requerimientos de una misiva, con fecha, dedicatoria y despedida incluidas— se tratan asuntos del orden del día, de forma sumamente sencilla para ser la última epístola redactada por un hombre que dejó un patrimonio documental enorme.
Otro es el caso del escrito a Mercado, más extenso y profundo que la mayoría de las cartas, pleno de alegorías y sugerencias, con revelaciones que, por su hondura y alcance, como de confesión suprema, se considera el testamento político del Maestro.
A grandes rasgos, lo que la mayoría domina y cree único en esta epístola es la expresión de Martí en tono de confidencia exclusiva de que, ahora que está todos los días en peligro de dar su vida “por mi país y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso”.
Seguidamente, el Héroe Nacional acota algo también harto conocido: “En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin”.
Aunque Martí nunca fue —al parecer— tan explícito sobre el tema, no fue la primera vez en abordarlo, y en muchos de sus escritos y discursos está presente la consideración de la importancia de Cuba para el equilibrio americano y, ya de forma más velada, el peligro de los Estados Unidos, aunque ello se evidencia en trabajos tan disímiles como los dedicados por él a la Conferencia Panamericana de Washington, algunas escenas norteamericanas, discursos, etc.
Pero, según los historiadores Pedro Pablo Rodríguez y Juan José Ortega, el Apóstol aludió a este peligro en el artículo “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano” (Patria, 17 de abril de 1894), y en la carta a Federico Henríquez y Carvajal del 25 de marzo de 1895.
Habla asimismo el Apóstol de los planes para el ordenamiento de la guerra, la puesta de su persona a disposición de la Constituyente que se reunirá pronto, y la república futura, que habrá de responder a lo enunciado en Montecristi.
Se ignora en cambio qué otras ideas y elementos habría sumado Martí en esta carta que quedó inconclusa, pero en lo que sí alcanzó a escribir hay implicaciones monumentales para Cuba y todo un continente. Aquí se inscriben las aspiraciones de un grupo anexionista en el que figuraban cubanos y españoles, y la confesión del general Martínez Campos al periodista estadounidense Eugenio Bryson, presente en el campamento mambí, acerca de que —llegada la hora— “España preferiría entenderse con los Estados Unidos que rendir la isla a los cubanos”.
Sin embargo, el político y literato insigne considera la guerra empeñada como realidad superior a “los vagos y dispersos deseos de los cubanos y españoles anexionistas”, cuyo propósito nunca podrá hacerse efectivo, entre otras cosas porque la anexión de Cuba a Estados Unidos “jamás la aceptarán de un país en guerra ni pueden contraer, puesto que la guerra no aceptará la anexión, el compromiso odioso y absurdo de abatir por su cuenta y con sus armas una guerra de independencia americana”.
La otra implicación de la carta, a la luz de lo que hoy ocurre en México y otros estados de la América Nuestra, se evidencia cuando Martí alude a lo que el corresponsal del Herald neoyorquino le expresa con naturalidad acerca de algo que, por entonces, es notorio en su país, y es la injerencia descarada del naciente imperio en los asuntos internos de la patria de Juárez.
Escribe Martí: “Y aun me habló Bryson mas: de un conocido nuestro, y de lo q. en el Norte se le cuida, como candidato de los Estados Unidos, p. cdo. el actual presidente desaparezca, a la presidencia de México” (…). Es decir, que ya entonces conocía el mártir inminente de Dos Ríos, la muy temprana intrusión de Washington en los procesos electorales al sur de su frontera.
articulo extenso, se agradece leerlo y sobre todo las enseñanzas de Marti, el más grandes de todos los Cubanos.
Os doy mi enhorabuena.Un saludo .