Cuando en 1997 Nora Quintana, por entonces jefa del Departamento de Relaciones Internacionales de la Asamblea Provincial del Poder Popular, le sugirió al joven profesor de Inglés Raúl Cardoso Cabrera optar por una plaza en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), en Sancti Spíritus, el joven de solo 24 años dudó con la lógica vacilación de lo desconocido, pues ni idea tenía de la función social de ese organismo.
Realmente no faltaron voces que le insinuaran a Raúl lo improcedente de dejar su cátedra universitaria y su vinculación académica en el claustro profesoral, luego de haber sido metodólogo municipal de la asignatura. Aun así, el joven llegó al ICAP. Fue acogido con calor, pero había que pasar por un proceso para ser aprobado. Él sintió que era uno más, pero tenía una ventaja: el dominio del inglés como requisito ineludible para el cargo de Especialista en Solidaridad que habría de ocupar.
¿Y qué recuerdas del primer día de trabajo?
Me senté con Alicia Crespo y me explicó que la tarea era establecer los vínculos de relación con la solidaridad en el mundo y que sería el encargado de organizar, de programar las agendas de trabajo y recibir a los visitantes. Posteriormente, con la entrada de los estudiantes extranjeros, se incorporó la función de atenderlos. Asimismo, me asignarían la parte informativa y de divulgación y correspondencia, que por entonces se realizaba a través de cartas y télex, y luego, ya en el año 2005 o 2006, por Internet, con las redes sociales.
¿Te consideraste preparado para asumir ese cargo?
De inicio tuve dudas, aunque yo venía con un antecedente de la Unión de Jóvenes Comunistas, en la que milité desde los 14 años. Siempre fui dirigente estudiantil y tenía mucho vínculo con la vida política de la Juventud; o sea, dirigí la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media, fungí como secretario de un Comité de Base y guía de pioneros en una escuela primaria.
Yo tuve la suerte de tener una gran maestra al lado, que fue Alicia Crespo, que indiscutiblemente me ayudó en todos los órdenes. Ella era la persona que estaba al lado mío para decirme: esto está bien, esto es así o no es así.
¿Te acuerdas de cuál fue tu primera experiencia con visitantes extranjeros?
Sí, entré en el ICAP y al cabo de 15 días llegó la brigada australiana Cruz del Sur, que cumplía por ese entonces un aniversario cerrado. Fue la primera ocasión en que me tuve que parar delante de un grupo de amigos foráneos a traducir directamente del inglés al español y del español al inglés.
También fue el primer momento en que tuve que enfrentarme a un grupo de extranjeros haciendo preguntas sobre la vida política, económica y social de Cuba, lo que hizo que en algunos casos yo mirara hacia Alicia para que me apoyara, porque realmente no sabía qué respuesta exacta debía dar. Quizá tenía el conocimiento previo, pero temía cómo hacerlo.
Ya después no, la práctica diaria te obliga a prepararte, a tomar experiencia, a buscar información adicional sobre variados temas, a leer mucho y estar actualizado de todo de lo que se publique para poder desempeñar mejor el trabajo.
No han faltado malintencionados que alegan que el ICAP es un organismo oficial que se encarga de espiar a los visitantes extranjeros.
No, en lo absoluto. El ICAP es un organismo que se dedica a las relaciones humanas desde el punto de vista social. Porque no es solamente la identificación que pueda tener una persona que viva en el exterior con la realidad cubana, sino la identificación social que se hace con los propios cubanos. Los vínculos humanitarios, sociales, hasta interpersonales, prevalecen, pues se crean lazos de amistad que pueden durar toda la vida.
Yo siempre pongo el ejemplo de los vínculos que se establecieron entre Cheché —Juan José Ayón—, quien fue directivo del gobierno canario, y Alicia, nuestra anterior delegada —ya fallecida—, porque realmente eran personas se querían como si fueran hermanos. Él incluso vino a su funeral como si se tratara de un familiar cercano.
De otro lado, las relaciones de pueblo a pueblo, como decía el Che, tienen que ver más bien con los sentimientos humanos que con la política, aunque, al final, todo tenga que ver con ella. Muchas personas en el mundo pueden tener dinero, pero quisieran vivir en una sociedad más justa, como Cuba. En última instancia, cualquiera es amigo de la solidaridad, pero para ello debe estar a favor de la amistad y la solidaridad entre los individuos y los pueblos.
¿Cómo definirías el papel del ICAP en la Batalla de Ideas, promovida por Fidel?
Yo creo que con el inicio de la Batalla de Ideas por el regreso del niño Elián González a Cuba hace 20 años el ICAP tuvo un papel muy importante; no el ICAP como institución, yo diría que los amigos de la solidaridad con Cuba en el exterior fueron quienes llevaron la voz cantante.
Y lo mismo sucedió con el caso de los Cinco. Ya teníamos el antecedente del caso de Elián y eso sirvió de experiencia para librar la batalla que, conducida por Fidel, devolvió a los Cinco a nuestra patria. Yo diría que el ICAP sirvió de facilitador desde Cuba, para esos amigos de la solidaridad, en función de todas las batallas que se libraron para conseguir ese objetivo.
Al cabo de 21 años en el ICAP, y ya con cinco como delegado, ¿consideras que diste el paso correcto viniendo a este organismo?
Cada vez que me hablan de mi trabajo, digo que el ICAP es un bichito que se te mete dentro, que es una cosa que te involucra, pero al mismo tiempo te prepara y hace que asumas la responsabilidad que tienes, porque de alguna manera sientes que te conviertes en la imagen de la provincia, del país. Yo creo que venir al Instituto en 1997 fue quizá la mejor decisión de mi vida.
Raúl es de los grandes… siempre supe que llegaria lejos. Lo conocí en la escuela de Idiomas donde tuve el privilegio de ser su Profesora de Italiano, mis saludos para mi alumno, y mi amigo en lo personal.