El lamentable hecho se produjo en El Paso, Texas, en la medianoche cuando la mayor parte de la población mundial celebraba el nacimiento del niño Jesús, probablemente en semejantes circunstancias en que una semana antes falleció la niña Jakelin Caal Maquin, también guatemalteca, deshidratada, con hambre y sed.
Mientras esos hechos suceden, el presidente Donald Trump insistió hace pocas horas en que se deben separar a los niños de sus padres como fórmula para detener la ola migratoria centroamericana, e incluso ordenó exceptuar a los menores de su orden de reenviar a México a los centroamericanos mientras se les hace el proceso de selección migratoria.
La gran preocupación e incógnita es a cuántos niños podría haberles ocurrido lo mismo que a Jakelin y a este varoncito de hoy de cuya identidad no se han dado detalles.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos dijo que el niño murió poco después de la medianoche de la Navidad y mostró ‘signos de enfermedad potencial’ el lunes en la tarde, por lo que fue llevado con su padre a un hospital en Alamogordo, Nuevo México’.
El CBP afirma que en el hospital de Alamogordo ‘le diagnosticaron resfriado y fiebre al niño. Le dieron medicamentos y lo dieron de alta el lunes por la tarde, pero volvieron a llevarlo al servicio médico el mismo lunes por la noche con náuseas y vómitos y murió apenas unas horas después’, y se reservaron el derecho de dar detalles más tarde.
En Ciudad de Juárez, fronteriza con El Paso, el director de la Casa del Migrante que auspicia la iglesia católica y que en este momento alberga casi 500 centroamericanos, alertó que ya no puede recibir ni uno más porque no caben.
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