¿Tendremos un campeón repetido o una nueva nación se ceñirá la corona? En solo horas la respuesta se escribirá sobre el césped del Luzhniki que acogerá este domingo una final inédita en Copas del Mundo: Francia-Croacia.
Todo lo que se sabe, por obvio, es que el titular será otra vez europeo, mucho más ahora que el Mundial derivó en sus últimos duelos en una Eurocopa. Y por más que este evento se haya mostrado al revés porque iba decantando favoritos en cada una de sus fases, habrá que decir que los cuatro semifinalistas tampoco son improvisados. Todos se han ubicado alguna vez en el cuarteto grande, hasta Croacia que fue bronce cuando debutó en 1998, en tanto Francia e Inglaterra ya se bañaron de oro.
Por eso este duelo dominical les sigue poniendo zancadillas a los pronósticos, a pesar de que la mayoría se inclina por los galos, no tanto por su condición de excampeón, sino porque parecen llegar en mejor forma física que su oponente. Sin tanta rimbombancia mediática, mientras el planeta buscaba explicaciones para las eliminaciones de Alemania, Argentina, España y Brasil, los galos crecieron en cada presentación y con un juego serio, disciplinado y tranquilo atravesaron los tortuosos mares rusos y vencieron con convicción a cada uno de sus rivales, incluso a Bélgica, que hizo soñar a sus seguidores tras ganar todos sus partidos con la mayor ofensiva del torneo (15 goles) y frenar al mismísimo Brasil.
No tiene Francia estrellas del tamaño de Zinedine Zidane, pero apuesta por un juego tan colectivo como efi caz que debe ser la clave ante un Croacia que se impuso casi con la misma variable, pese a tener en sus filas a los ranqueados Luka Modric, Ivan Rakitic y Mario Mandžukic, quien, desfallecido, marcó el gol que los ubica como subcampeones.
Es verdad que los croatas ahora llegan mucho más gastados al tener que jugar al extremo de los alargues en sus tres últimas presentaciones, incluidas dos loterías de penales en octavos y cuartos de final ante Dinamarca y Rusia. Lo de su triunfo vs. Inglaterra fue más épica y agallas que fútbol de librito, pero eso les bastó para demostrar que se puede vivir en un país emergente de menos de 20 años de nacido y con apenas 4 millones de habitantes y disputarse entre los grandes del balompié a fuerza de carácter, resistencia y también talento, por más que su estilo no sea tan refinado. No obstante, el desgaste croata puede marcar la diferencia, más que la superioridad de Francia, cuyo pueblo ya vivió la apoteosis nacional con tan solo el pase a finales, aunque para muchos, suceda lo que suceda este domingo, Croacia ya es campeón.
Lo mostraron en el torneo y en su última embestida cuando remontaron, casi sin piernas, un marcador frente a Inglaterra, que con un equipo renovado soñó después de un letargo de décadas, pero se debió conformar con ir a la ronda de los desconsolados este sábado ante Bélgica, cuando pudieran quedarse sin medallas, si se repite el duelo de la fase de grupos, donde perdieron ante su rival de turno, que también levantó ilusiones cuando hilvanó una racha de 24 partidos sin perder, hazaña en cualquier fútbol y deporte.
Todo cuanto espera la millonaria afición del universo es que Rusia 2018 tenga un cierre tan espectacular como todo su torneo, que la ha llevado a graduarse con balón de oro, con un Mundial de lujo desde la majestuosidad y belleza de sus estadios, el arcoíris multicultural de sus graderíos, la paz que irradió la nación, el deslumbramiento tecnológico y el grado de competitividad.
Para colmar la fiesta, su selección fue de lo mejor que se vio por la progresión de cada juego y porque sofocaron hasta la tanda de penales a uno de los equipos que discute la Copa para irse con la frente bien alta, por más que ahora circulen reportes de la inhalación de amoníaco de sus jugadores para revitalizar fuerzas en este certamen exigente, ofensivo e intenso.
Cierra un Mundial que mostró que América sigue cediendo ante Europa, que, además de tragarle sus estrellas, lo dejó sin representantes entre los cuatro grandes un mismo día, cuando sus mayores optantes cedieron categóricamente: Uruguay y Brasil, sobre todo el último. Los más indulgentes han dicho que el gigante sudamericano lo dio todo. Porque los conoce mejor que yo, con toda la autoridad que le da su condición de doble campeón mundial (1994 y 2002), prefiero adherirme a la visión de Ronaldo: “Faltó actitud, más carácter, precisión, faltó tranquilidad en el ataque con intentos desesperados”.
Pero un Mundial como este, capaz de ilustrar cómo se borran poco a poco las distancias entre selecciones por la globalización y el mercado del deporte que llena de africanos a más de un país, es más que el llanto de los derrotados, que también forma parte de su adrenalina.
Esta Rusia 2018 deja al planeta con ganas de ver fútbol después de un mes atrapado en un balón. Me uno a quienes consideran las Copas como el máximo espectáculo deportivo mundial, por encima de las Olimpiadas, pues ni siquiera estas logran la conexión que alcanza este evento con una afición millonaria, en vivo, en la distancia y en las redes. Tampoco una relación adictiva y emocional al punto de hacer suspender una sesión legislativa en Francia, inundar avenidas en todas partes o hacer brincar a reyes y reinas en los palcos.
Final inédita,apenas diagnosticada por los expertos; el favorito,indudablemente es Francia pero los croatas son dignos de alcanzar el triunfo por su tesón y modestia de sus jugadores,no presuntuosos como tantos otros que desfilaron por los estadios rusos, ya con las cabezas bajas.El campo dirá la útima palabra,lo cierto es que hemos vivido jornadas espectaculares,vibrantes y llenas de sorpresas.
En otra arista,nuestro pálido equipo de beisbol debería inspirarse en los croatas y arrollar a sus oponentes en Barranquilla aunque es de dudar tal arranque luego de sus derrotas consecutivas con el equipo universitario norteño,o es que, ¿acaso no han alcanzado la forma deportiva todavía? ¿Cuándo entonces?