Cuando hace más de 40 años nacieron las estructuras representativas del Estado cubano, las primeras que tendría el país como resultado de la voluntad popular, el lógico escepticismo creado ante tamaña novedad política poco a poco desapareció y el pueblo comenzó a descubrir la figura del delegado.
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Acaba de concluir el XVI Período de Mandato para las Asambleas Municipales del Poder Popular con aciertos económicos y sociales, con acciones donde la intervención de los ciudadanos en los asuntos locales y nacionales se convierte en el centro de todo un quehacer que, si bien no siempre lleva el empuje de todos los involucrados, se encamina cuando entidades y pueblo son uno solo.
La integralidad de la atención comunitaria ha marcado la etapa donde se han beneficiado unos 160 poblados y asentamientos hasta en las zonas más intrincadas del territorio, y no es que en Sancti Spíritus se haya descubierto el agua tibia, sino que la iniciativa ha constituido un reto para el Poder Popular y para las entidades espirituanas, pues se trata de intervenir totalmente esas comunidades para mejorar las condiciones de las principales instalaciones, pero utilizando de forma racional el presupuesto asignado.
La recuperación de unidades socioeconómicas, nuevas inversiones, rehabilitación de caminos, el alumbrado público y en las instituciones deportivas, de Salud, Educación, Comercio y Cultura mejoraron la calidad de vida de cerca de 100 000 pobladores de toda la geografía espirituana: desde La Guanábana, Condado, Palmarito y Pitajones, Nela, La Rana hasta Cristales o El Pedrero.
Según criterios gubernamentales, también ha sido vital el aporte de los fondos recaudados por concepto de la contribución territorial para el desarrollo local, cifra empleada, sobre todo, en la reparación de viales, una de las soluciones que más agradecen los pobladores.
Pero es este un período de perfección o de llamamiento a mejorar el funcionamiento de las asambleas, apoyar a los delegados y hablar todavía de la deficiente preparación que al final conlleva a la rutina y a la formalidad presente aún en las rendiciones de cuenta.
El camino no está trillado del todo; son otros tiempos, matizados por cambios que en el orden social y económico han transformado la vida de los cubanos, partícipes del esfuerzo que se hace en materia de construcción, ejecución de viviendas, Educación, Salud y Asistencia Social, entre otros programas, de manera que ya casi nadie pide al delegado lo que no está en sus manos.
El pueblo sabe lo que quiere y no tolera eufemismos; por tal razón exige una mejor gestión y pide que a esa persona, a la cual eligió por voluntad propia, nada le sea ajeno cuando se trate de temas aparentemente simples como que el ómnibus local no pare u otros tan polémicos como el alto precio de los productos agrícolas o que la leche venga con agua.
A pesar de que cerca del 91.5 por ciento de los planteamientos fueron resueltos, las necesidades están ahí y el mandato que finaliza deja asuntos pendientes porque hay reclamos que se mantienen, como es el caso de las irregularidades con el abasto de agua, el alumbrado público, el transporte, la inestabilidad del médico de la familia y el arreglo de salideros.
Más de la mitad de los delegados repiten, pero también comienza una nueva hornada, de modo que hay tiempo para limar detalles, buscar nuevos métodos y estilos en el quehacer de estas Asambleas Municipales, integradas por genuinos representantes de la sociedad cubana, personas comprometidas, con capacidad para intervenir y participar en la toma de decisiones de un órgano local que va a enfrentar profundos cambios respecto al desarrollo de la economía y de la concepción estratégica que garantice la continuidad del Socialismo en Cuba.
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