El mundo a veces desconocido de los autistas precisa comprensión y paciencia. Una novedosa metodología recomienda el uso de la equinoterapia para su desarrollo integral
Sobran las preguntas. Y hasta las respuestas. Keila Esther cabalga hechizada sobre el pequeño corcel rubio. A horcajadas en su lomo levanta los brazos y se relaja a la sombra de los árboles frondosos. La soledad y el mutismo se desvanecen. Poco a poco, en su mundo rutilan luceros, gozo, travesuras y sosiego.
Esta niña de seis años, que padece un trastorno del espectro autista, acude dos veces por semana al Centro Provincial de Equinoterapia: “Si fuera por ella vendría para acá todo el tiempo, a veces voy para otro lugar y me gira el timón de la bicicleta porque ya se sabe el camino”.
Delvin Clavo, su padre, ha aprendido a lidiar con la más pequeña de tres hijos, aunque para ello precise toda la paciencia. Ahora mismo ella corretea sin parar mientras desordena las trenzas y felpas de su cabello. Intranquila salta y se resiste a entrar con la logopeda a la sesión de desarrollo del lenguaje.
“El trabajo aquí es muy bueno. En su escuela Efraín Alfonso también. Son muy cariñosos y la educan, se relaciona con otros niños. A veces debo ponerme duro con ella porque quiere hacer su voluntad y tengo que imponer respeto, educarla, protegerla. En la casa mi esposa y mi hija mayor le dedican mucho tiempo. La niña ha avanzado, antes no le gustaba que la apretaran y ya besa y abraza. La disgustan los ruidos altos. Sabe contar hasta 20, conoce la mayoría de los colores, los animales, hace trazos. A veces me siento triste, pero lentamente veo los resultados. Esto es duro, aunque no imposible de vencer. Siempre me ayuda mucho mi fe cristiana».
LA CIENCIA A CABALLO
Los caballos permanecen en su vida casi como un alma gemela. A los tres años el padre le regaló una yegua en una especie de bautismo del cual no ha podido desprenderse. Desde mediados de la década del 90 comenzó a practicar la equitación, forma parte del equipo de escaramuzas de Sancti Spíritus y hasta hoy se mantiene vinculada al mundo del rodeo.
“Procedo de una familia ganadera. El caballo es un animal mágico. Junto con la gimnasia es lo que más amo en la vida”, define la doctora en Ciencias Raisa Yacel Jiménez García, una mujer bien distante de títulos honoríficos que recientemente alcanzó el Premio Provincial Academia de Ciencias por su metodología para el desarrollo de habilidades motrices básicas que propicien el proceso de atención educativa en escolares autistas con la equinoterapia.
“Trabajé con tres niños autistas de la escuela Efraín Alfonso que tenían un aprendizaje más avanzado. En el Centro de Equinoterapia de la Feria había notado que ellos iban, los montaban en el caballo y ya. Los autistas están como encerrados en una burbuja, no socializan, mantienen una rutina diaria, hacen perretas, se enajenan. A partir del caballo como agente motivador, afectivo y terapéutico, propuse 33 actividades físicas ecuestres para lograr su desarrollo integral, no solo en el área motriz, sino también en lo social, la comunicación y la conducta”.
Esta licenciada en Lengua Inglesa, que se desempeña en la Facultad de Cultura Física de Sancti Spíritus, ha obtenido varios premios y menciones con la primera tesis doctoral que vincula en Cuba la equinoterapia con la cultura física, investigación socializada en más de 20 eventos nacionales e internacionales y con 17 publicaciones que avalan su impacto científico.
Pero lo que más ella saboreaba aparecía con los pequeños detalles: “La gratitud de los padres que veían el avance y una sonrisa de esos niños que disfrutaban el paseo, me decían algunas palabras, se abrazaban del caballo y le daban hierbas a comer. Ahora mi propuesta se sigue aplicando en Camagüey, pero aquí no”.
En el apacible y sombreado traspatio de la Feria Agropecuaria, al Centro Provincial de Equinoterapia acuden casi 30 pequeños con diferentes patologías y tratamientos para recibir no solo los métodos de la logopedia, terapias ocupacionales o la rehabilitación, sino también la armonía de la naturaleza, del juego y los animales, condimentado con el afecto especial de estos trabajadores.
“No podemos aplicar la metodología de la doctora Raisa porque no da tiempo, sería casi toda la mañana para un niño y tenemos un solo caballo. Aquí están muchos organismos poderosos y no nos ayudan. Antes pertenecíamos a Flora y Fauna, que se ocupaba de nosotros, pero pasamos a Salud y ni vienen por acá. Educación también nos da poco. Con un granito de arena de todos saldríamos adelante”, se lamenta Lidia Jaime, licenciada en Cultura Física con casi una década de experiencia en estos menesteres.
INCLUSIÓN MÁGICA
El pasado 2 de abril el planeta celebró el Día mundial de concienciación sobre el trastorno del espectro autista. Aunque aquí su incidencia se considere baja, muchos desafíos enfrenta aún ese universo de enclaustramiento: “La comprensión es muy importante para apoyar a la familia. Ellos necesitan a otros coetáneos para la socialización y algunos vecinos alejan a sus hijos. A las personas se les acepta como son. A veces un muchacho jugando con un autista en su cuadra logra más que el maestro en el aula. Por eso nuestro llamado es a incluirlos”, discurre Fidel García, metodólogo provincial de la Enseñanza Especial.
En la provincia existe un grupo interdisciplinario para diagnosticar y ofrecer seguimiento a estos casos. Todos reciben atención educativa. En la escuela Efraín Alfonso radica un aula experimentada y especialistas que preparan al personal de los municipios. Solo excepcionalmente por razones de salud u otros conflictos se instruyen de forma ambulatoria en el hogar porque a los autistas les daña el aislamiento como a un jardín la sequía.
“En la Educación Especial cursan hasta los 18 años y excepcionalmente hasta los 21, si no se encuentran preparados para insertarse en la sociedad —precisa Fidel García—. A veces el padecimiento se encuentra asociado a otros trastornos siquiátricos y resultan difíciles de manejar. Necesitan mucho amor y paciencia”.
¿Cuáles avances y limitaciones enfrenta hoy en el territorio la enseñanza de los menores autistas?
“Observamos cambios positivos en la mayoría. Algunos se comunican por diferentes vías, participan en actividades. Ha evolucionado su socialización, el conocimiento. Se logra una mejor autorregulación del comportamiento, se establecen estereotipos, la familia ayuda mucho. Está demostrado el efecto positivo de la equinoterapia en el comportamiento, la comunicación, allí existe un ambiente favorecedor, todos los niños autistas deberían asistir.
“Para los tratamientos nos limita la inexistencia de una pileta, el agua los seda y relaja. Tampoco contamos con un parquecito infantil para los juegos; ni con arenero, que contribuye a modificarles la marcha. Les entregamos colores, cartulina, hojas, juguetes, en dependencia de lo que entre. Su alimentación es priorizada.
“En algunos casos se aprecia mal manejo familiar por sobredosis de televisión, computación, móviles. A veces les resulta más cómodo ponerles lo que les gusta. Con todo eso a los niños se les retrasa el lenguaje y pierden tiempo del juego activo, que es su actividad fundamental en la primera infancia, importante para sus movimientos, la socialización, la comunicación, el desarrollo y para no crecer diferentes, con inseguridad y falta de autoestima”.
Así lo demuestra ahora mismo la pequeña Keila Esther mientras corretea entre los árboles de la Feria, alejada del pequeño espacio hogareño en la calle Maceo. Su hora favorita llega mientras cabalga sobre el lomo del caballo. No quiere marcharse. Reparte besos a la logopeda Grettys, a Lidia, Katerina. Por fin ya se va. Dice adiós con las manos.
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