En la provincia existen sectores y empresas con una cultura de prevención como la Construcción, Biocubafarma, Azcuba, el Mitrans, la Refinería Sergio Soto, la Empresa eléctrica, la Cubana del Pan, el Cárnico
Los datos de la Organización Internacional del Trabajo ponen la piel de gallina: cada año más de 313 millones de personas sufren accidentes del trabajo y enfermedades profesionales no mortales, lo que equivale a 860 000 víctimas diarias e incluye la defunción de cerca de 2 millones de trabajadores anualmente, así como el gasto del 4 por ciento del Producto Interno Bruto mundial para sufragar la pérdida de tiempo laboral, tratamientos médicos, la rehabilitación y las indemnizaciones.
Al lado de esas lamentables realidades, el tema en Cuba podría pasar desapercibido, pues en la isla —según el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social— en los últimos años apenas se registra un promedio anual de 80 fallecimientos por esas causas.
En Sancti Spíritus, durante el 2017 han ocurrido 71 accidentes de esta naturaleza y otros 20 equiparados (sucedieron en movilizaciones, en el trayecto del trabajo a la casa, quehaceres voluntarios, etcétera), con dos víctimas mortales y más de 90 lesionados, cifras que representan una notable disminución de estos hechos y sus estragos en comparación con el pasado año. Por fortuna, tampoco se ha reportado ningún diagnóstico de enfermedades profesionales.
De acuerdo con los últimos cierres computados en la Subdirección que atiende ese asunto en la Dirección Provincial de Trabajo, estos hechos no trajeron ninguna invalidez total, pero implicaron también la pérdida de casi 3 000 días de labor.
Más allá de cifras y cálculos fríos que poco ilustran, los accidentes de trabajo constituyen una desgracia casi siempre prevenible que deja estelas en las propias víctimas, sus familiares, compañeros, centros laborales y hasta en la economía del país.
Entre las formas más frecuentes de ocurrencia de estos hechos aparecen las caídas a diferente o al mismo nivel, contactos eléctricos, cortes por objetos o herramientas, exposición a temperaturas extremas y los accidentes del tránsito.
Según los especialistas, aunque se ha avanzado en materia de prevención, en la mayoría de las entidades y organismos se debaten y jerarquizan más otros tópicos como salarios, sistemas de estímulo, horarios, mientras que los accidentes se mantienen en un segundo plano y tanto los trabajadores como sus administraciones se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena, pues solo reconocen la importancia de prevenirlos luego de que ocurren.
La Ley 116 del Código de Trabajo resulta bien clara al respecto y otros documentos y resoluciones ministeriales ponen los puntos sobre las íes cuando establecen que cada entidad debe identificar los riesgos en las diferentes áreas, velar por la capacitación de los trabajadores, garantizar que existan las condiciones para un ambiente laboral seguro, donde el máximo responsable siempre será el director.
En el mundo actual estos tópicos ocupan un lugar importante dentro de los procesos de Recursos Humanos, puesto que constituye un pilar fundamental para mantener a los empleados satisfechos y altamente motivados.
“En la provincia existen sectores y empresas con una cultura de prevención como la Construcción, Biocubafarma, Azcuba, el Mitrans, la Refinería Sergio Soto, la Empresa eléctrica, la Cubana del Pan, el Cárnico. Pero otras, como las entidades subordinadas al Consejo de la Administración, presentan dificultades y lagunas, fundamentalmente por la inestabilidad del personal que atiende este particular”, aseguró a Escambray Rosa María Canino, subdirectora provincial de Seguridad y Salud en el Trabajo.
Aunque muchos insisten en la responsabilidad individual de cada trabajador a la hora de asumir conductas inadecuadas que propicien la accidentalidad, tampoco debe negarse el compromiso de las administraciones con la mejora continua de las condiciones de labor y la creación de ambientes sanos y seguros como cuestiones permanentes en sus agendas y no solo durante las jornadas que cada noviembre recuerdan su trascendencia.
Educar y prevenir no pueden constituir apenas eslogan de ocasión: cada día resulta más necesario jerarquizar la capacitación de los jefes directos y los trabajadores, incluir estos temas en los convenios colectivos de trabajo, respetar las exigencias de seguridad e incorporarlas en el comportamiento diario, evitar el uso de métodos y procedimientos inseguros y aumentar las exigencias de los propios obreros y sus sindicatos para impedir el empleo de máquinas y procesos productivos que no reúnan los requisitos.
En este tema resultan decisivas las soluciones a los problemas constructivos y tecnológicos en las instalaciones, además de los medios de protección, algunas veces inexistentes, con tallas ajenas a las demandadas o con dudosa calidad, debido a su déficit en el mercado o por las limitaciones de financiamiento para adquirir los exigidos en cada puesto.
Por otra parte, cualquier precaución parece poca dada la creciente incidencia de los accidentes del tránsito, realidad que demanda mantener recalificados a los choferes profesionales, evitar traslados entre provincias en horario nocturno, que las administraciones incluyan dos conductores en equipos para transportes masivos cuando los viajes resulten largos, y que se planifiquen y ejecuten con calidad los mantenimientos técnicos, entre otras iniciativas porque en este asunto siempre será mejor precaver que tener que lamentar.
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