En sus 187 años, este símbolo de la ciudad de Sancti Spíritus se erige como una construcción única de la Mayor de las Antillas
Cuenta la leyenda que el Puente Yayabo, joya arquitectónica de la ciudad de Sancti Spíritus, debe la solidez de su estructura a la leche de vaca, de chiva o de burra que se empleó con el fin de agregar poder aglutinante a la mezcla, aunque algunos aseguran que fue sangre de toro.
Y es que este puente, de unos 85 metros de largo aproximadamente y nueve metros de alto, sobresale por su perfección constructiva y deslumbra a los visitantes cubanos y foráneos que quedan admirados ante sus cinco arcos abovedados integrados por ladrillos de barro y que poseen un marcado estilo romántico.
Por mucho tiempo predominó también la creencia de que para su edificación fue empleado cemento italiano, especialmente traído para la construcción de este símbolo patrimonial de la región central, pero esa historia fue refutada por una investigación efectuada por ingenieros civiles.
Luego de haber analizado varias muestras, el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología precisó en un informe técnico que en esa construcción no se empleó cemento de Italia, un criterio conformado a la denominación de cemento romano, muy usado en aquella época y que exhibía una combinación de cal, arena y puzolana.
De acuerdo con archivos históricos de la provincia, esta obra que se construyó por necesidad de los pobladores quienes por largo tiempo tuvieron ese reclamo sin poder concretarse hasta muchos años después, se sufragó de la caridad pública, pues de los más de 30 mil pesos que costó, unos 25 mil los aportaron los vecinos mediante colectas, donativos y suscripciones.
En aquel entonces no existía ningún elemento técnico complejo para emprender la obra, de ahí que la primera piedra del puente sobre el Yayabo se puso en los primeros meses de 1817 y no concluyó hasta 1831, aún se desconoce la fecha exacta.
Las Actas Capitulares y otros documentos de la época colonial examinados arrojan otro elemento novedoso, y es que la construcción del Puente Yayabo fue asumida por presidiarios de la región y NO por mano de obra esclava como se pensó en un momento.
Dirigida por los maestros albañiles Don Domingo Valverde y Don Blas Cabrera, quienes materializaron un proyecto que contaba con cinco arcos con el central más peraltado y el resto disminuyendo en altura hacia ambos lados, se levantó sobre el río Yayabo, viaducto único de arcos abovedados que existe en Cuba y declarado Monumento Nacional.
En esas mismas Actas Capitulares se refiere que en sus primeros años de uso hubo que reparar y darle mantenimiento con frecuencia y que, con el tiempo, en esas labores se utilizó cemento y otros materiales más modernos, pintándosele de verde con detalles en blanco.
Desafiando el tiempo continúa este símbolo arquitectónico de la conocida Ciudad de los Murales y en los 187 años transcurridos desde entonces aún se erige como una construcción única de la Mayor de las Antillas, motivo de inspiración para poetas, enamorados y visitantes.
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