Durante años, Rolando Casadilla Tamayo ha hecho del IPVCE Eusebio Olivera Rodríguez el lugar al que pertenece en este mundo
El camino lo sé de memoria. Las mismas piedras que un día recibieron a una niña con deseos de crecer, hoy reciben a una joven que recuerda con nostalgia la escuela que hizo de ella una mujer.
Llego y siento la energía en los pasillos, los amigos me sonríen, es difícil verlos y no verme vestida de azul. Ha pasado un tiempo desde la última vez, pero estar aquí se siente como en casa.
Un cuartico pequeño con aroma de cigarro y café. En la pared, una foto de Camilo que yo misma le regalé, junto a la promesa de ser el primero a quien entrevistara al convertirme en periodista. Y aunque aún no lo soy, vine a cumplir mi promesa, a contarles a todos la historia de Rolando Casadilla Tamayo. Un loco, un sensible, un hombre comprometido; eso dicen algunos, yo digo: el mejor profesor de Historia que he tenido.
SOBRE EL CABALLO DE MACEO
Santiaguero de nacimiento y de corazón. ¿Por qué Sancti Spíritus?
Sancti Spíritus no fue una elección personal al principio. Era 1992, llegué por causas personales, mi hermana estaba enferma. Fue después, cuando me hice profesor de una escuelita en Managuaco, que decidí quedarme. Sancti Spíritus se había vuelto tan querida como Santiago; era la tierra del Yayabo donde echaría mis raíces.
¿Regresaría a Santiago?
¡Cómo podría dejar a mis alumnos! Cuando uno está tan involucrado como yo con el magisterio, no se pude menos que estar aquí. El IPVCE me necesita y yo lo necesito.
Recuerdo cuando llegué, no hizo falta mucho para que me enamorara de esta gente y de estos pasillos. Para entonces yo era apenas un bibliotecario; en cuanto supe que abrirían la convocatoria al concurso por dos plazas de Historia, no lo pensé dos veces y me presenté.
El examen consistía en una prueba de 100 preguntas y la presentación de una clase. Estaba nervioso (risas). Claro que no, tú me conoces. Educar es una de esas cosas deliciosas de la vida y yo lo hago con mucho gusto. Y bueno, aquí estoy desde ese momento.
Muchos aseguran que el estudio de la Historia se ha vuelto mecánico y hasta repetitivo. ¿Qué opina al respecto? ¿Cree que a los jóvenes les interesa realmente la asignatura?
Que si les interesa, no vieras cómo les interesa. Me preguntan, incluso investigan para probar mis conocimientos. Claro está que despertar el interés de los estudiantes es un deber del maestro. Si vas a hablar sobre Maceo, tienes que montarte en el caballo de Maceo.
Igual resulta con el estudio de la asignatura, la Historia hay que vivirla y si no te la tomas en serio, tus alumnos tampoco lo harán.
¿Existe un secreto para su profesión?
No sé si un secreto, pero desde que me paro frente al aula tan solo intento que mis palabras sean de provecho. En ese momento no soy solo un profesor y sus alumnos, soy un profesor, sus alumnos y la Historia de cerca y de verdad.
El porvenir de un pueblo se construye cada día, el tiempo es implacable. Esto les digo a mis alumnos: mi asignatura no se trata solo de vivencias pasadas, sino de cómo usarlas al igual que herramientas para abrirnos paso hacia el futuro.
Aunque algunos cuestionan sus métodos de trabajo no pueden negar que son infalibles. ¿Qué es para usted la verdadera pedagogía?
Llegar al alumno, no importa cómo se haga pero llegar al alumno; que el día de mañana diga: “Yo se Historia porque me la enseñó Rolando”. Cuando un maestro logra esto ha cumplido con su tarea y no hay mejor premio que la gratitud de un estudiante.
HISTORIA DE UN FIDELISTA
Hay muchos recuerdos que guardo de usted, pero hay uno especial por el que quisiera preguntarle. ¿Por qué lloró Rolando frente a sus alumnos el 25 de noviembre del 2016?
“Porque creí que Fidel estaba muerto”, me dijo mientas sus ojos se posaban sobre aquella estampilla, que entre tantas fotos de sus alumnos, mostraba la imagen del eterno Comandante de la Revolución.
“Creí que Fidel estaba muerto, pero ya no lo está, Fidel está aquí en ti, en mí. La sociedad cubana me lo ha demostrado.
“Aquel fue un día difícil, yo había estado de guardia la noche anterior, mi hijo me llamó llorando: ‘Papá te enteraste’, me decía.
“Después me subí a la plaza, recordé cuantas veces había hablado de Fidel allí, poco pude decir antes de que salieran las lágrimas. Creo que lo único bueno de ese día fue compartir mi tristeza con toda la gente que amo”.
Desde el primer momento insistió en ver la caravana en Santiago. ¿Por qué?
Había que ir allí, allí tiene que ir todo el mundo no solo los cubanos. Pisar Santa Ifigenia, ver la tumba, no sé explicar lo que sentí. Aquí están los hombres más grandes que ha parido Cuba, me dije.
Santiago es especial, es la cuna de la Revolución, Fidel no podía descansar en otro lugar. Dicen por allá, que desde que murió han pasado cosas extraordinarias en Oriente.
¿A qué cosas se refiere?
Cuentan los santiagueros, y es verdad, que hace más o menos 8 o 10 años en Oriente había una sequía horrible y desde que Fidel se fue a la gloria se acabó la sequía, porque según ellos Oriente todavía llora a Fidel.
Siempre lo he escuchado decir con orgullo: Soy un fidelista. ¿Cuándo comenzó a llamarse así?
Desde siempre, soy maestro gracias a Fidel, porque cuando estaba sin estudiar, hizo un llamado por la falta de profesores que había en el país y así me gradué de filología. Así encontré mi vocación.
Fidelista desde la cuna, en mi casa por la época en la que Fidel había sufrido varios intentos de atentado había en la puerta un cartel que decía “Fidel esta es tu casa” y todavía yo guardo aquel cartelito.
¿Usted habla de su casa en Santiago o del IPVCE?
Es cierto que durante un tiempo esta fue mi casa, vivía aquí en mi cátedra, pero de esa época no puedo decir otra cosa sino que fue un tiempo especial.
En cuanto llegué me enamoré del IPVCE y aunque ahora vivo en Managuaco, esta sigue siendo mi casa. Yo vengo aquí todos los días, nunca he faltado, incluso si no tengo clases, porque lo necesito.
Desde sus inicios el IPVCE ha sido un centro de excelencia…
Esta es una escuela comprometida con su deber, donde se incentiva a los estudiantes a aprender cada día, a mantener una competencia sana, el estudio no por deber, sino por aprender.
Un lugar donde se juntan la sabiduría de sus fundadores, con el espíritu científico de los estudiantes. El IPVCE no es solo un lugar de ciencias, porque los alumnos se destacan incluso en las asignaturas de letras. Tampoco podría ser de otro modo, donde se premia no solo la inteligencia, sino también el esfuerzo.
PADRE DE GENERACIONES
Durante su estadía en este centro usted ha sido profesor de diversas generaciones ¿Cómo las recuerda?
Todas son diferentes y todas son especiales. Mis alumnos son la razón de mi existencia, yo le digo esto a todo el mundo. Me siento como el padre de todos y cada uno de ellos. Rolando no es solo su profesor de historia, es el hombre a quien le cuentan sus problemas y a quien piden ayuda cuando lo necesitan.
A mí me conoce mucha gente sin conocerme, y es por mis alumnos. Ellos siempre hablan de mí incluso en la universidad. (Risas)
Para usted sus alumnos son como sus hijos. ¿Su hijo no ha sido entonces su alumno?
Para nada, yo a Rolandito nunca le he dado clases. Hoy mi hijo es estomatólogo y creo que ya perdí la oportunidad. Ni siquiera pude repasarlo para las pruebas de ingreso, perdíamos la paciencia él y yo. Supongo que como dicen los cristianos: nadie es profeta en su propia tierra.
Hay tres preguntas que no pueden faltar cuando se hace una valoración histórica. ¿Quién fue? ¿Qué hizo? ¿Por qué lo hizo? Y si usted se valorara a sí mismo…
Rolando es un cubano de su tiempo. Defenderé a mi Revolución hasta que muera, seré un maestro hasta que me muera. Lo hago y lo haré porque nací en plena Revolución y porque haciendo esto soy feliz. A Fidel lo absolvió la Historia, a mí me absolverán los pasillos de esta escuela.
¿Y cómo es Rolando, el hombre común?
Rolando a mi pesar es un alcohólico, yo bebía todos los días, y aunque ya no me doy un trago ni de vino, no puedo decir otra cosa.
Hoy no bebo por mis estudiantes y a ellos se los digo: ¡El cigarro se va este año! El apoyo de mi familia, de mis compañeros; todo eso es muy grande, todo eso me ayudó a salir del alcohol.
Felicidades para la estudiante. En Escambray se publican muchos géneros sobre maestros, y esta entrevista está sin dudas está dentro de los mejores.
La primera impresión que causa Rolando a gran parte de sus alumnos: «terror», y si no pregúntelen a Sanny Díaz (2009-2012). Unos al principio confundimos su exigencia por el estudio de la Historia y el respeto que naturalmente se gana en cada una de sus clases con una sensación de miedo al no estar a la altura de sus exigencias. Pero nada, eso le trasmite a uno el deseo de estudiar de verdad y al final termina ganándonos el corazón porque se convierte entonces en más que un maestro, en un padre. Muchas gracias por hacer de nuestra estancia en el Eusebio Olivera un lugar al que uno siempre querrá volver. Gracias Betsabe por este artículo. Yo soy de esas que como él mismo dice, aún en la universidad y despues de graduadas continuamos hablando de él.
No tuve la suerte de recibir clases de Rolando pero parece que es un gran profesor. Ojalá hubieran más como él en todas las escuelas. Buena entrevista y buen trabajo de la estudiante.
Muchas gracias por todos los comentarios,la verdad me siento feliz de ver como mi trabajo llega al público.Bueno,seguiré dando lo mejor de mi
Gracias Betsabe, por hacer honor a quien honor merece. Increiblemente en mi casa mi hijo más pequeño y yo aprendimos Historia de Cuba por ROLANDO. Sí, no se asombren mi hijo mayor (alumno de este gran maestro en el período de 2012- 2015) nos transmitía la Historia que aprendía con él, totalmente vivida. Por eso hoy todos podemos decir: “Yo se Historia de Cuba porque me la enseñó Rolando”
Gratitud al maestro ROLANDO,
Gracias por enseñarle a nuestros hijos a creer en los ideales, y que aquellas cosas que no se ven también son realidades.
Gracias, por decirles que el amor no se ve, pero se puede sentir, y que la Historia tiene una explicación porque sale del corazón.
Gracias, por enseñarles a tener esperanzas, porque todos los días sale el sol.
Gracias, por enseñarles el respeto por las cosas simples, y por enseñarles todos los días a trabajar en un pequeño proyecto, diferente y simple, pero estimulando su creatividad e inteligencia.
Gracias, por enseñarles a sonreír con tus propias sonrisas y acariciar con tus propias caricias, sean quienes sean esos muchachos
Gracias, por enseñarles que la vida es aprender a ser feliz y que la vida nos dará muchas alegrías, pero ellos deben darle también un sabor agradable a la vida.
Gracias, por enseñarles el valor del respeto, de la fe, de la confianza, y que no desprecien sus sentimientos jamás,
Gracias, por enseñarles a amar y que en todo momento sepan que tienen el derecho de vivir y ser cada uno lo que en su vida quieran ser.
Gracias, por enseñarles que cuando sean adultos, deben querer y respetar a los muchachos.
Gracias, por enseñarles cada día con tú propio esfuerzo y ejemplo
GRACIAS MAESTRO
Familia de Luis Manuel Rodríguez (Luisito)
Solo alguien que halla recibido clases de rolando podria haber hecho un articulo tan bueno, no se podria hablar mejor de ese gran profesor. Es un veradero orgullo para nosotros los estudiantes tenerlo.