Decenas de miles de espirituanos confirmaron en calles y plazas la continuidad de la Revolución cubana
Mayo no existiría sin sus cantos proletarios, como tampoco habría mar sin sus olas. Mayo amaneció en Sancti Spíritus con las calles desbordadas; con sus banderas, creciendo como las palmas reales.
Mayo amaneció lleno de trinos, de voces, de pasos ágiles camino a nuestra plaza, a la plaza de Serafín, de Serafín Sánchez, quien trenzó décimas humildes e irredentas entre una y otra carga al machete.
Háganse los versos, también de otro poeta. Hablo de aquel cubano, aprendiz de carpintero; hablo de aquel obrero metalúrgico que se inspiró en el taller de acero, como si fuera su primera novia. “(…) eres la entraña cósmica que incubas el mañana”, parece exclamar de nuevo Regino Pedroso.
Mayo es mañana y es hoy; es el hoy del maestro, que puso a descansar su tiza, sus números y sus letras, al menos por unas horas; es el hoy del médico, que vino a la Plaza a auscultar el brillo de la Patria; es el hoy del vaquero, que lució sombrero nuevo sobre la misma bestia con que recorre los potreros de siempre cada madrugada.
Voces cotidianas y sinceras de pueblo. Marcha unida la de este Primero de Mayo en Sancti Spíritus. Paso a paso también se sueña y se construye un país; y cuando pienses que has extraviado el andar, busca entre el mar de cubanos al más rebelde de todos, a quien hizo de su barba un talismán, a quien nadie regaló sus grados de verde olivo. Dicen que partió. Dicen mal. Ese hombre volvió a caminar junto a nosotros. Lo aseguro, porque, como cada mayo, vi crecer las banderas como palmas reales.
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