Evaluarse a toda costa como actriz de primer nivel resulta el propósito de Flor Estrella, una mujer sandunguera y un tanto estrafalaria, cuyo histrionismo no solamente la llevó a elegir el arte de las tablas como destino, sino que le ha servido para lidiar, sonrisa mediante, con las mil y unas trabas que supone enfrentarse a un proceso de categorización en el mundo del teatro.
Esta suerte de premisa teje el discurso de El currículum, primera pieza para adultos a manos de Dador Teatro, gremio procedente de Trinidad que no comulga con el inmovilismo y ha decido enrolarse en lo que reconocen como “el segundo despegue” de la agrupación, luego de incursionar con éxito en la plataforma infantil con una versión contemporánea de la archiconocida historia de La Cucarachita Martina.
Aunque no hay telón ni luces que vistan la escena con la decencia mínima de los códigos teatrales, Mirielsi Valdés Cuevas y Fernando Gómez López se lanzan al ruedo con este texto original del dramaturgo villaclareño Ramón Silverio; un texto que, por cierto, si no apareciera publicado en el libro Antología de monólogos cubanos y fechado en la década del 80, bien pudiera creerse que ha sido escrito recientemente a juzgar por los tópicos que pone sobre la mesa.
Desde la ironía y el doble sentido se develan las interioridades del llevado y traído proceso de evaluación para los actores; el aval del cual depende el futuro desenvolvimiento laboral y hasta la retribución económica que reciben de acuerdo con su clasificación; esa especie de calvario oculto tras bambalinas que más de un intérprete ha enfrentado.
“Mirielsi tenía un personaje similar llamado Carmen Boncachea cuando estaba en otro grupo de teatro —explica Fernando Gómez, director—. Al ver los puntos en común entre Carmen y Flor Estrella me interesó llevar a escena un personaje tan variado y pintoresco. Lo primero que hicimos en el proceso de adaptación fue recontextualizar el lenguaje, la terminología y añadir anécdotas personales y de otros colegas que han enfrentado situaciones parecidas en sus respectivos procesos evaluativos para aderezar la puesta. Tampoco quisimos enfocarnos en actrices profesionales, sino en quienes vienen del mundo empírico y tienen potencialidades para el teatro, pero desisten ante trabas o burocratismos”.
Encarnar a Flor Estrella, sin embargo, no resulta sencillo, admite la protagonista. “Esta muchacha baila, canta… es un todoterreno, como se dice. Eso significa una preparación muy fuerte. De todas las manifestaciones, el canto resultó más complicado. Lo otro fue montar la obra mientras participábamos en distintos eventos y sobrellevábamos dificultades personales, pero de los cobardes no se ha escrito nada”, apuntala Mirielsi Valdés.
Lo que sí no pudieron prever los jóvenes actores fueron las ovaciones y la acogida de los moradores de Llanadas Arriba y otras comunidades rurales donde se ha presentado El currículum. “En un primer momento pensamos la obra para un espectador más citadino y es increíble la aceptación que tiene en los escenarios de las montañas. Una de nuestras mayores satisfacciones fue cuando visitamos Yaguajay y nos dimos cuenta del agradecimiento en los rostros de las personas cuando les arrancábamos las sonrisas después de haber pasado por momentos tan difíciles como el paso del huracán Irma”, confiesa Fernando.
Puertas adentro, esta aventura también ha dejado buena semilla para Dador Teatro. “El proceso de investigación para la puesta en escena ha sido muy riguroso. Los cantos, los bailes… se necesitaron semanas de asesoría con el Ballet Folclórico de Trinidad y la Compañía Imagen, con varios músicos para seleccionar los temas de la banda sonora. Se trata de una obra de detalles, donde cada pieza debe colocarse en el lugar justo para mantener la atención del público y el ritmo del espectáculo”, insiste el director.
Más allá del reto profesional, ¿qué significa la obra para Dador Teatro?
“Un paso de avance en la consolidación de nuestro trabajo, sin duda. Poco a poco Dador Teatro va haciendo su camino y demuestra que es capaz de llevar a escena obras de todo tipo, que es capaz de hacer reír a los niños de una escuela primaria, pero también a un grupo de adultos, sin caer en clichés o groserías. El humor en serio es, incluso, tan difícil como una pieza dramática”.
Tal y como Escambray los descubrió, los vuelve a encontrar: con el teatro a cuestas, desafiando mil molinos de viento, como peregrinos sin escenario y sin luces, pero con la mirada de comerse el mundo; caminantes en busca de aplausos que engrosan el currículum de su quehacer con la risa y el agradecimiento de quienes se sumen a su travesía artística.
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