Ahora que el Consejo Mundial de Artesanías (WCC por sus siglas en inglés) acaba de otorgar a Trinidad la condición de Ciudad Artesanal del Mundo, ese organismo internacional solo confirma algo que los pobladores de la tercera villa conocen cabalmente: la lencería trinitaria es mucho más que los adornos, tapetes, flores, manteles, vestidos o camisas que cuelgan por cualquiera de sus esquinas centenarias, sino que más bien representa la historia de uno de los enclaves coloniales mejor conservados de América contada por sus hilos.
Del arte manual con el barro, la ebanistería o la cestería, el trabajo de los alarifes, la pintura mural y los “empedradores” de vías, Trinidad tiene mucho que contar; sin embargo, los entendidos del tema aseguran que son las puntadas, deshilados y tejidos los portadores de una tradición ancestral y cultural tan propia como sus calles.
Luego de visitar talleres de creación, galerías, espacios públicos para la venta y tiendas de la ciudad, el máximo representante del WCC para América Latina, Alberto de Betolaza, lo confirmó a la prensa en junio pasado: “Las técnicas textiles que aquí tienen esa virtud de aplicarse a una cantidad de objetos y agregarle el valor y la fineza de un trabajo artesanal.
“Hemos visto piezas fantásticas, un trabajo de mucha paciencia que vale la pena rescatar. Además, tiene de bueno que no solamente se aplica en artículos ornamentales, sino que se ve en otros aspectos de la vida: mantelería, servilletas, toallas, vestimentas, accesorios… Tiene la posibilidad de reflejarse en un montón de aspectos que forman parte de la vida cotidiana. Uno se siente feliz viendo eso”.
SECRETOS DE UN OFICIO DEVENIDO ARTE
Desde 2015 Cristina González Béquer, especialista de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas, aguardó la confirmación de la declaratoria de Trinidad como Ciudad Artesanal a sabiendas de su responsabilidad en el proceso. Luego de elaborar el expediente presentado ante el organismo internacional, esta trinitaria de nacimiento conoce de sobra que los encantos de la tercera villa cubana no caben en un documento legal.
“Cuando yo era niña —rememora— no había una casa por humilde que fuera que no tuviera un tapete crochet. En definitiva, nosotros nacimos en plena decadencia y en esa época tremendamente pobre la ciudad mantuvo su espiritualidad a partir de que todo el mundo se dedicaba al algo”.
El valor legado en este oficio ha marcado una pauta en la sociedad donde la continuidad es un elemento indispensable. Según explica, la propia tradición ha enseñado a las nuevas generaciones, quienes a su vez han perfeccionado e investigado al respecto.
¿Por qué el expediente se concentró precisamente en la lencería?
“Aquí la artesanía, su historia y la laboriosidad de los trinitarios aparece en todas partes. Desde los alfarjes de los techos hasta la cestería de yarey, pero sin duda los textiles son lo que más arraigo ha tenido.
“Pensemos, por ejemplo, en la tradición de hombres tejedores que detalla la historia local, un oficio poco común para el género. También se observa un léxico muy propio recogido por la investigadora Anita Arroyo desde 1950, donde se habla de puntos de bordado como La regañona, El ojito de la perdiz o La trinitaria. Es algo demasiado cultural para obviarlo”.
Sin embargo, en el siglo XXI la condición de Ciudad Artesanal del Mundo representa mucho más que un reconocimiento a las tradiciones para la treintena de urbes ya registradas en el planeta. Bien lo saben las tejedoras, alfareros, cesteros, pintores, especialistas del Fondo Cubano de Bienes Culturales o la ACAA y hasta operadores turísticos que ya especulan sobre un nuevo “plus” para la actividad turística en la Ciudad Museo del Caribe.
Así lo confirma Daniel (Chichi) Santander, integrante de un verdadero linaje de alfareros trinitarios, quien se declara ahora más comprometido con el patrimonio artesanal. “Es algo maravilloso para la ciudad que todos los artesanos tendremos que sentir como orgullo, y nosotros de alguna manera somos unos de los que más contribuimos a esto en Cuba”.
Se trata, según Cristina González Béquer, de otro elemento para darle un sentido cultural al turismo, “menos de sol y playa y más de conocer a sus tejedoras y tejedores”. Asegura la experta que será un atributo extra de interés en una villa que tiene entre sus encantos a sus protagonistas convirtiendo en vivo el oficio en arte.
“En algún momento alguien sugirió que había que hacer una exposición y le dije no: no hay que hacer nada. Trinidad es una exposición a cielo abierto. Solo hay que venir a verla”.
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