Preguntó a Miguel Díaz Canel Bermúdez un niño de apenas tres años, con quien el mandatario entabló diálogo en pleno centro histórico de Sancti Spíritus
El pequeñín estaba allí, sobre el empedrado de la calle, junto a la parrillada Cubana, que no hace tanto le nació al Boquete del Coco, en el corazón de la ciudad del Yayabo. Tomaba una piña colada con su pitillo cuando un hombre alto, canoso y de claros ojos se le acercó, se inclinó para darle la mano y le dijo: “Buenas noches, ¿cómo está usted?”. El niño musitó un “bien” medio indeciso, y enseguida preguntó al visitante: “¿Quién tú eres?”.
La expresión de cariño de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que acababa de ponderar el nuevo servicio y revisar la lista de ofertas, estuvo seguida de una frase sin mucha definición, al ser tomado por sorpresa: “Bueno, déjame ver cómo te explico, yo soy…”, interrumpida por otra interrogante del chiquitín, a quien su mamá, al presenciar la escena, le susurró algo al oído: “¿Tú eres el Presidente?”. Entonces el hombre alto asintió, aliviado y con una amplia sonrisa: “Sí, soy el Presidente”.
La anécdota la cuenta, todavía emocionado, Yosdany Morejón Ortega, el reportero que se le presentó al mandatario cubano en la Sala de Interpretación de la Ciudad a nombre de la emisora de esa propia urbe, Radio Vitral, para pedirle declaraciones sobre su visita.
Al salir del inmueble, Díaz-Canel indicó llamarlo y refirió al equipo de prensa que le había impresionado el sostenido trabajo de la provincia, sobre todo porque “no perdió el ritmo” luego de la celebración aquí del acto nacional por el 26 de Julio dos años atrás.
Interrogado por el propio Yosdany acerca del calor humano que encontró acá, luego de calificar a la gente como muy agradable y muy bondadosa”, añadió: “Y decentes, son muy decentes los espirituanos”.
Cuenta el periodista que a su llegada al parque por la esquina del hotel Plaza, saludó a todos, que mientras caminaba por el bulevar o visitaba los centros gastronómicos derrochaba cortesía y que cuando aquella señora mayor sentada en un banco se paró de pronto y exclamó. “¡Mi Presidente!”, él le correspondió con un abrazo.
“Se nota enseguida que es una persona de pueblo, sencilla, muy sencilla”, cuenta Yosdany. Apunta que si no lo abrazó más gente fue por el fuerte dispositivo de seguridad, normal en estos casos, y pese al cual muchos jóvenes y demás personas que se recreaban en la céntrica arteria recibieron el saludo del más alto dirigente cubano y hasta le hicieron fotos o videos.
“Los extranjeros que recorrían esa parte de la ciudad también se quedaban perplejos de ver a Díaz-Canel así, en plena calle, caminando; apuntaban hacia él y le tomaban imágenes”, me relata minutos después, cuando al llegar hasta la estatua de Serapio me dijo, como lamentando: “¡Se acaba de ir, y hasta dio declaraciones!”.
En realidad las declaraciones fueron solicitadas por él, un joven profesor universitario que no reparó en gestionar, para los oyentes de la emisora donde hace periodismo, las palabras del Presidente cubano. A tono con la Política de Comunicación propugnada por el propio Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que deberá atravesar de modo tangencial todas las esferas de la vida política, social y económica de la nación, Yosdany “disparó” sus dos interrogantes y consiguió atrapar, incluso, el momento de mayor candidez de toda la visita, cuando un niño que él jura y perjura no rebasa los tres años, actuó como cualquier periodista y quiso saber primero quién era aquel que le saludaba mientras degustaba su refrigerio, y después, si era, de verdad, el Presidente.
Oiga, compadre llamado Manuel Eduardo, no sea usted oportunista. Soy cubano, vivo en el extranjero y me honra mucho leer cosas como esta. Un presidente que se inclina a saludar a un niño que ni entiende nada de lo que anda bien o anda mal es humanismo, respeto a la infancia, entereza, sensibilidad, compadre.
Y usted queriendo manchar esa imagen linda. Pues si usted vive en ese lugar luche, valla a ver a las autoridades para que resuelvan lo que anda mal. ¿No dice que los problemas los tienen que resolver ustedes, los que viven allá? pues ayude a ese buen presidente, si no consigue nada llendo a las autoridades locales, quéjese más arriba, escriba a donde sea y no se ande quejando donde no luce.
Respeto todos los criterios y agradezco a Escambray la oportunidad de hacerlo, perdonen que me salga del tema. Y gracias por reflejar un pasaje tan lindo de la visita de Díaz canel allá.
MU HUBIERA GUSTADO SALUDAR A NUESTRO PRESIDENTE PERO POR RAZONES DE TRABAJO NO PUDE
Oiga compadre dese una viueltecita por Trinidad, aunque los problemas los tenemos que resolver nosotros, son muchos y un recorrido suyo chocando con la realidad nos ayudaría en gran manera.
Bueno, si los trinitarios se pusieran a trabajar, fueran la mejor ciudad del país. Mil gente sentada en las puertas de la casa sin hacer nada. Otros mil asediando turistas. Qué ciudad se va a desarrollar así. Los cuatro gatos que trabajan no podrán adelantar nada.