En cuestión de días Idalberto Umará Iribar saltó del anonimato a la gloria. De paso, le dio renombre internacional a la comunidad cabaiguanense de Neiva cuando se convirtió recientemente en el único campeón mundial juvenil de Cuba en el más reciente torneo celebrado en Hungría.
Por eso su poblado adoptivo —pues allí vive desde hace ocho años tras mudarse de Taguasco— lo recibió con vítores y festejos, un suceso que conoció Escambray de su propia confesión: “¡Uff!, eso fue aquí tremendo fiestón, ni lo esperaba”.
Y sonríe a carcajadas, como muestra del disfrute de quien regaló titulares cuando petrificó a Ilia Popov, un ruso que pensó repetir ante el cubano la victoria del torneo Cuatro Naciones de su país.
“Aquel era mi primer torneo internacional y eso siempre te pone un poco nervioso, además de que no tenía la misma preparación que en el Mundial, no había controlado muy bien la alimentación después del pesaje, pues soy de 64 kilogramos y por lo general me mantengo ahí, pero todas esas fueron lecciones”.
El convencimiento fue mayor luego de que la ronda de clasificaciones venció al kazajo Talgat Shaiken, en lo que consideró su pleito más difícil: “Me enredó más y me sentí cansado, casi siempre en la primera pelea me canso más que en las otras, no sé ni explicarlo”.
Quizás esa exigencia y el saberse en rol de retador que busca desquite le allanaron el camino en la final. “Aquel revés me sirvió para estudiarlo un poco y, sin autosuficiencia, me creía mejor boxeador que él. Después que pasó la primera pelea del Mundial se me fue quitando la presión y ya cuando me vi en la final me dije: Este oro no se me escapa. Cuando el árbitro levantó mi mano… ¡Uff!, fue una alegría tan grande que tampoco te lo sé explicar”.
A este Mundial Umará no llegó de fly, como diríamos en buen cubano. Desde que con ocho años optó por el pugilismo en predios taguasquenses, su carrera ha sido ascendente, incluido su paso por la EIDE Lino Salabarría, que lo llevó hasta la escuela nacional. Ha sido campeón provincial en 38 y 51 kilogramos y bronce nacional en 54. Eso lo llevó hace más de dos años a la escuela Córdova Cardín, que ha sido una especie de torneo internacional permanente. “Ahí vienen boxeadores de varios países a entrenar, hacemos sparrings; es como si compitieras internacionalmente porque conoces otros estilos y eso te foguea”.
Con Umará Cuba selló una actuación eficiente, toda vez que solo pudo inscribir a tres púgiles para el Mundial, de donde extrajo otro bronce con el semipesado Christian Pinder, dada la imposibilidad de gestionar visas para el clasificatorio continental desarrollado en Estados Unidos. El muchacho no hizo quedar mal a los organizadores y además recuperó el sello ganador de la provincia en lides universales; pues, antes que él, Ismaikel y Maikel Pérez lograron cetros, un suceso que también le reconoció esta propia semana la familia deportiva de Sancti Spiritus y la afición.
“Significa un paso más en mi carrera, la que debo a mis entrenadores todos, los de Sancti Spiritus —desde que empecé allá en Taguasco con Maikel Pérez y en la EIDE con Oscar Valero— y los del equipo nacional.
También venció, cree, por su estilo: “Me considero técnico, prefiero el de riposta hacia atrás, soy bastante rápido, pero debo mejorar cosas como la defensa”.
Por verlo y admirarlo, lo ha aprendido de Andy Cruz. “Ese es el mío”, dice y vuelve a reír con carcajadas de niño de 17 años y con sueños de hombre. “Quiero graduarme como profesor de Educación Física, aprovechar mi último año como juvenil y después ser grande entre los mayores”.
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