Sucede casi siempre que el buen pedagogo de primaria no se olvida. Rafael Antonio Fernández, o simplemente Antonio, el maestro de Las Cuabas, como es más conocido, es de esos profesores que el paso de los años no impide recordar. “Todavía guardo con mucho aprecio una carta que me envió uno de mis alumnos, él se encontraba en Venezuela en una misión internacionalista y me escribió: ‘Un estudiante agradecido nunca olvidaría quién le enseñó a leer y escribir, a expresarse correctamente, a tener una conducta adecuada, sin la labor que usted realizó en mi formación, hoy no sería lo que soy’. Esas palabras han sido uno de los mayores regalos que he recibido y es cuando te das cuenta de la grandeza de esta profesión”, comenta sentado en su sillón mientras rememora el pasado.
“Comencé a trabajar a los 16 años, no tenía vínculo laboral y estuve un año como voluntario en la educación de adultos por la batalla del sexto grado. Tenía dos aulas, una en la zona de El Guaranal y otra en Manaca Ranzola, en los horarios del mediodía y la noche”.
No olvida que su “bautismo en la pedagogía” fue con tres alumnos, en la escuela primaria Rolando González, en La Llorona, en las estribaciones de Caballete de Casa. “Tenía que cruzar el río siete veces en tiempos de primavera para llegar a la escuela. Me quedaba con una familia que me quería como un hijo. No fue difícil porque yo tenía esa vocación. Mi maestra de primaria Carmen Rodríguez Veloz, quería que yo fuera su sucesor y eso se logró. Desde niño ponía mi escuelita y a los primos y familiares pequeños les daba clases”.
“Al terminar mi primer curso en La Llorona, comienzo a trabajar en Las Cuabas y me dan la responsabilidad de dirigir la escuela Raúl Suárez Martínez, desplegué una labor comunitaria. Trabajé en la Frank País del poblado de El Pedrero y en la escuela del Guineo ayudé a los recién graduados de magisterio. En el 2009 comencé como psicopedagogo y fui encargado del programa Educa a tu hijo”.
Antonio es un hombre modesto a toda prueba, aunque su aval esté lleno de reconocimientos por su labor, entre ellos las distinciones por la Educación cubana y Rafael María de Mendive, cuatro sellos de educador ejemplar y el Premio Especial otorgado por el ministro de Educación.
Logra tener una sonrisa cuando se trata de ayudar a quienes piden su consejo o asesoría, a pesar de su delicado estado de salud, un trastorno motor inespecífico de motilidad gástrica que lo acompaña desde los 18 años y con el que debe llevar una dieta estricta a base de puré de malanga y líquidos, y por el que renunció a dos viajes otorgados a la desaparecida Unión Soviética, por encontrarse hospitalizado.
Aunque actualmente se encuentra retirado de las aulas no deja de contribuir al magisterio. “Llevo cuatro años jubilado, pero aún me siento pedagogo, siempre que puedo ayudo a los estudiantes en formación, aclaro dudas a los alumnos y si me piden un consejo con mucho gusto lo doy. Por eso es que pienso que me siguen viendo como Antonio, el maestro”.
Su dedo firme y certero apunta al hablar y se deja ver el docente estricto que solía ser, “la exigencia es la base del triunfo”. Según él, un alumno nunca lo ha sacado de paso.
Dirigir la escuela primaria Raúl Suárez asociada a la Unesco trae mayores responsabilidades y experiencias para contar, ¿cuáles de ellas no olvida? ¿Qué le quedó por hacer?
No olvido cuando logramos convertirla en escuela modelo y escuela asociada a la Unesco a través de un arduo trabajo pedagógico. Esta distinción nos permitió realizar un evento regional y nacional y en una ocasión la escuela fue sede del acto nacional por el IX Seminario de Escuelas Asociadas a la Unesco, nos visitó la secretaria nacional de la Unesco en Francia.
Siempre se ha dicho que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, ¿en su caso es así?
Sí, así es, llevo con María 38 años y me ayuda incondicionalmente. En las tareas de la escuela siempre colaboraba, con un tapete, un ramo para Martí, una merienda o un café. Sin ella no lo hubiera logrado.
¿Cuáles cree son las mejores maneras para enseñar la Historia sin esquematismos?
Para enseñar la historia tienes que vivirla. Yo no estuve en La Demajagua, en la Asamblea de Guáimaro ni en la Invasión de Oriente a Occidente pero en mis clases me sentía partícipe de cada acción. Montaba a los niños en caballitos de palos y con machetes de vainas para que no olvidaran la historia cubana. Es importante la escenificación de los hechos, dramatizar escenas. Eso es ser maestro: sentir y disfrutar las clases.
Mis felicitaciones y todo el reconocimiento a la labor realizada por ese gran maestro y ese incansable educador, de su dedicacion y entrega a esta noble causa somos testigo varias generaciones de obreros y profesionales pero sobre todo de mujeres y hombres dignos a los que nos supo enseñar e inculcar grandes valores como seres humanos. Su llegada a nuestra comunidad significo un gran cambio en la educacion primaria, mezclando la disciplina y el buen comportamiento con la creacion e innovacion y el desarrollo de tareas extraclases, encuentros de conocimientos, culturales y deportivos y excursiones a lugares turisticos. Ademas de lograr un estrecho vinculo entre padres y escuela. Su caracter, conocimiento, compromiso, formacion y juventud lo CONVIRTIERON EN UN GRAN MAESTRO, SER HUMANO Y FAMILIAR del cual soy uno de los mas fieles testigos. Cabe señalar que su labor y desempeño como maestro y director estuvo escoltada por otros GRANDES EDUCADORES sin los cuales no hubiese sido posible el rotundo exito, mi mas sincero reconocimiento al inigualable Orestes Gonzalez, a Margarita Alonso, Riselda Jimenez, Delia Maria Mendoza, Manuela (mi maestra de 3er grado), Idelma Rodriguez, Delia Rives y muchos otros.
Todo mi reconocimiento y mi eterno agradecimiento a ese gran Colectivo de Maestros, hoy personas de la tercera edad a los cuales mas de 30 generaciones recordamos y apreciamos. Muchas Felicidades y que dios bendiga a estos Grandes de la Enseñanza.
Sin dudas el mejor de los maestros que he tenido durante mi formación y una excelente persona. Lo quiero como a un padre y siempre voy a estar en deuda con él por todo lo que me ha ayudado. Bien merecido este artículo y reconocimiento a su labor.