Dicen que cuando los oficiales del Ejército Libertador formaron sus tropas aquel 5 de diciembre de 1895, hasta las bestias de la caballería invasora acompañaron el silencio que se adueñó de los Mangos de Ciego Potrero, una paraje de la geografía espirituana que debiera ser venerado por todos los cubanos dignos.
Hasta ese sitio había llegado Salvador Cisneros Betancourt, presidente de la República en Armas, para entregar al general Antonio Maceo la bandera cubana, pacientemente bordada por jóvenes del Camagüey, que acompañaría al contingente mambí en tránsito hacia la región occidental de la isla, una hazaña que luego quedaría inscrita entre lo más admirable de la épica militar cubana.
Muy cerca de estos mangos, a un costado de La Rana, en el municipio de Taguasco, radica la comunidad de Francisco Cabrera, verdadero oasis de guajiros mansos, cuya humildad emula con la de aquellos luchadores que hace ya más de 120 años levantaron para siempre el estandarte nacional.
Gente de batey, dicharachera y ocurrente, en Francisco Cabrera se habla por estos días de lo humano y lo divino: del tiempo que llevaban sin jugar un partido de pelota; de lo buenos que quedaron el Círculo Social, la escuela y el consultorio; de cómo la tienda de víveres ahora luce como nueva luego de que le cambiaran la carpintería y la pintaran…
Esos son solo algunos de los beneficios que recibió el vecindario en fecha reciente gracias al proyecto de atención integrada, diseñado desde hace más de siete años en el municipio de Taguasco, un empeño que privilegia los asentamientos rurales, en particular aquellos más alejados de los núcleos poblacionales.
“Esto es a pulmón”, refiere Alexis Reina Migueles, el presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular, para ilustrar la originalidad de la iniciativa que no cuenta con presupuestos adicionales ni recursos “llegados desde arriba”, sino que se nutre esencialmente de la labor de gobierno —del quilo a quilo, como dicen en Taguasco—, del trabajo de las entidades del municipio y muy especialmente del aporte de los propios pobladores.
Fue así y no de otro modo como los carpinteros y albañiles de las cooperativas Antonio Maceo y Pedro María Rodríguez y de la UEB ganadera levantaron de las ruinas el Círculo Social, que ahora quedó con piso de mosaico y techo de zinc, una suerte de coliseo por el que esperaron durante 14 años los lugareños, algunos de los cuales, con el sello de Mango Verde, también se visten de actores para presentarse lo mismo en una casa de tabaco que en plena sitiería.
La rehabilitación de los caminos internos, el mejoramiento de las paradas de ómnibus y la reparación del parque infantil que ellos mismos habían construido anteriormente se suman a la lista de acciones emprendidas en la comarca que, sin mucho dinero y sin mucho ruido, representaron remedio o solución para más de 15 planteamientos, un average en el que no pocos deberían mirarse.
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